Programas que se sustentan en garantizar una vida digna para todos y todas las personas que habiten una residencia desde un enfoque multidisciplinario.
Algunos sectores de la ciudadanía sostienen aún ciertos prejuicios sobre eventuales maltratos que podrían padecer las personas mayores alojadas en geriátricos o residencias de larga estadía (RLE). Sin embargo, los avances en la concepción de cómo enfrentar esta etapa de la vida y los cuidados adoptados desde la geriatría moderna desbaratan esa imagen y ponen el foco en el cuidado de la dignidad integral de las personas internadas.
Las residencias gerontológicas -en el imaginario social- solían ser portadoras de algún tipo de imagen negativa asociada a conceptos como abandono, dependencia, enfermedad, aislamiento y falta de proyectos institucionales que consideraran al adulto mayor alojado en una RLE como un sujeto pleno para el goce de sus derechos.
“Existía la creencia de que las personas institucionalizadas perdían la libertad y hasta sus lazos sociales y familiares, hechos estigmatizantes y que no facilitaban un escenario mejor y más adecuado para ellos”, coincidieron en definir una veintena de instituciones públicas responsables de políticas sanitarias para personas mayores en la XXI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno de Asunción, en la que se creó el “Programa Iberoamericano de Cooperación sobre la Situación de las Personas Adultas Mayores” (PICSPAM), integrado por organismos de ocho países iberoamericanos entre los que se incluye la Argentina.
La premisa del Programa se sustenta en garantizar una vida digna para todos y todas las personas que habiten una residencia desde un enfoque multidisciplinario, y si bien está orientado a responsables y gestores de políticas públicas para adultos mayores, los destinatarios finales son todas las albergadas en ellas.
Entre los objetivos propuestos por el PICSPAM, para el periodo 2023-2030, se destacan políticas públicas para crear “espacios de aprendizajes sobre la aplicación de medidas de buena gestión, inclusivas, igualitarias y no discriminatorias; el impulso de un sistema de cuidados a largo plazo con enfoque comunitario; la identificación de situaciones que generan exclusión, vulnerabilidad y discriminación hacia los adultos mayores; la contribución para una mejor percepción social de la vejez como una forma de combatir el edadismo; el empoderamiento de los adultos mayores y la divulgación masiva de los derechos de las personas de esta franja etaria”.
Desde el Programa se advirtió que “la circulación de estos prejuicios muchas veces se traduce en la reproducción naturalizada de algunas prácticas discriminatorias o malos tratos”, y que esto “se observa particularmente en las instituciones que trabajan con dicha población, generalmente asociada a una falta de formación y al desconocimiento” profundo de la temática.
Los profesionales consultados coinciden en afirmar que sobre este tipo de problemáticas están trabajando fuerte algunos organismos públicos y las instituciones privadas dedicadas a proveer este tipo de servicios de albergue, cuidado y cobijo porque la erradicación de vestigios de este sistema de cuidados gerontológicos, así como de los prejuicios de los potenciales usuarios o sus familiares, es vital para terminar de consolidar una mirada y una atención amorosa y profesional.
Los especialistas afirman que hay dos paradigmas para la atención y cuidado de las personas mayores en las RLE. Una es la que impera el Modelo Asilar, una forma de atención asistencialista que se ocupa de proveer necesidades básicas como alimento, sueño e higiene, “congruente con una ideología institucional de una vejez incapaz”, aseveró Débora Gargaglione, psicóloga institucional de Edificio Manantial. “Este tipo de organizaciones trabajan sobre fundamentos sustentados en modelos organicistas que parten del (supuesto) declive de las funciones física y cognitiva provocadas por el envejecimiento, así es que la atención está basada en la enfermedad. Suelen ser instituciones asociadas a perfiles de pacientes donde se brinda escasa atención a las individualidades, con sistemas de atención verticalista, estrictos y en los que se observa pasividad, despersonalización y escasa participación o interrelación entre las personas allí alojadas”, señaló la licenciada.
Sin embargo, esta realidad convive con un proceso de transformación creciente impulsado por organismos públicos, asociaciones profesionales y organizaciones privadas dedicadas a las personas mayores que impulsan otro paradigma: el Modelo de Atención Integral y Centrada en la Persona, que promueve “una mirada asistencialista que desarrolla un cuidado centrado en la dignidad y la autonomía”, explicó el director de Manantial Grupo Humano, Fernando Shalom.
Mariela Bianco, integrante del Centro de Envejecimiento Activo y Longevidad de la Universidad Isalud, agregó que “en el Modelo Asilar, las personas mayores eran destinatarias de beneficios o de actos de caridad. El paradigma de Atención Integral, en cambio, surge a partir del enfoque de considerar a las personas mayores como sujetos de derecho. En este contexto se pone en práctica el modelo de atención centrado en sus necesidades particulares. Si bien aún coexisten ambos modelos, el asilar tiende a desaparecer, más aún luego de la pandemia de coronavirus”.
“Lo que sí es seguro es que, desde esta última concepción de atención, muchas residencias pueden transformarse en un hogar para la persona adulta mayor, un espacio donde se puedan optimizar las oportunidades de su bienestar físico, social, mental, espiritual tal como lo expresa la Convención Interamericana sobre la protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores”, advirtió Gargaglione, quien recordó que este modelo se remonta a la psicología Humanista de Carls Rogers y su Terapia centrada en el paciente.
Shalom subrayó que ejemplos de este cambio ya se expresan en ámbitos como los congresos de la Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría (SAGG) con alcance federal, los programas de formación de universidades, la Ley de CABA que incorpora auditorías anuales con enfoque de Atención Centrada en la Persona, los estándares de calidad impulsados por PAMI, y los reconocimientos de calidad del Ministerio de Salud de la Nación. “Los principios y criterios que lo rigen y que se reclaman mutuamente se sustentan en la dignidad de la persona, un atributo intrínseco y eje sobre el que se apoya, así que asumir este modelo implica trasladar sus principios y criterios a la asistencia cotidiana de las personas mayores dentro de la residencia”, aseguró el director de Manatial Grupo Humano.
En la actualidad, las personas que llegan a las residencias por diversas circunstancias, el sistema tiende a atenderlas desde una perspectiva de derechos humanos.
“En Argentina ya está emergiendo otra imagen de las residencias gerontológicas porque cada vez más instituciones se suman a este cambio cultural gracias a los profesionales que trabajan en ellas y el impulso de la SAGG que promueve diplomaturas con un alto nivel de formación y cursos innovadores que promueven un cuidado centrado en la dignidad, la autonomía y el respeto por los derechos de las personas mayores”, remarcó Shalom.
Vale recordar que el Ministerio de Salud de la Nación establece normas claras en cuanto a supervisión, registros únicos, coordinación sanitaria y provisión de insumos. A través de su Dirección de Juventudes y Persona Adulta Mayor, opera un registro federal de residencias, brinda materiales para capacitación y lucha contra el maltrato, y gracias a la Resolución 3315/23 incorporó al Programa Nacional de Calidad documentos clave como la ‘Carta de Derechos’, los criterios de habilitación y una herramienta para buenas prácticas y autoevaluación en residencias centradas en la persona.
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