La vigencia de James Bond y Rambo se explica por el impacto que la conducta de éstos provoca sobre el público.  Pero, ¿qué se puede aprender de ellos?

La vigencia de personajes como James Bond y Rambo se explica por el impacto que la conducta de éstos provoca sobre la platea. Esos protagonistas se comportan tal como, inconscientemente, desearía hacerlo cualquier persona común y normal.

Hay ciertos esquemas de conducta que tales héroes modernos siguiendo la prosapia de aquellos que deslumbran en las antiguas mitologías -lo que Carl G. Jung denominó el Arquetipo del Héroe Sola–, utilizan a menudo, mientras que parecen haber disuelto de sus mentes otras formas de acción habituales en el mundo real. Así ignorar el miedo, la duda, las ambivalencias.

También hay otra cosa esencial: si bien sus historias de vida son solitarias, en verdad nunca se encuentran verdaderamente solos; tanto es así que –por lo usual– consiguen superar las circunstancias más adversas siempre por obra de alguien que llega a tiempo para proveerles la ayuda requerida.

Viven solos, se mueven solos... pero manteniendo una importante trama de relaciones afectivas aunque no las frecuenten. No se trata de esas amistades formadas por gente que se encuentra regularmente. Nada de eso. Más bien aparecen sólo en los momentos esenciales. Se trata de lealtades forjadas allí donde ciertamente se acrisolan: habiendo transitado situaciones extremas, difíciles, angustiosas. Por eso siempre acudirá en su auxilio -y en el momento más oportuno –un antiguo amigo a quien se le salvó la vida o a quien se acompañó en un trance doloroso o aquella mujer que fue amada hasta convertir el hecho en tránsito inolvidable.

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Pero hay más. Estos héroes tienen esquemas de pensamiento absolutamente positivos. Planifican minuciosamente los pasos a dar. Saben pensar como lo hará el adversario de turno. Nunca habrán de distraerse, por más compleja situación que estén atravesando, en mezquinos análisis del pasado que los trajo al momento adverso que atraviesan.

No está en ellos pensar: “¿Por qué hice esto?, ¿Por qué no hice lo otro?” e interrogantes similares que estamos tan acostumbrados a oír cuando la leche ya está derramada. Antes bien, su única atención es para resolver el problema. Y aún en un trance que podría llevarlos a la pérdida de la vida, no dedican un instante a la queja ni a la postura de víctima; siguen actuando perseverantes en pos de la resolución exitosa.

Sus esquemas mentales apuntan siempre a lo positivo, no pasa por sus cabezas la idea del fracaso definitivo. Y decimos “fracaso definitivo” porque se advierte que en más de una ocasión el logro perseguido no llega y se suceden acontecimientos en los cuales el héroe fracasa. Pero son fracasos parciales que en lugar de hacer mella a su integridad espiritual e intelectual más bien parecen dotarlos de renovadas fuerzas para volver a empezar.

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La confianza en uno mismo es el primer secreto del éxito

La afirmación de Emerson de que “la confianza en uno mismo es el primer secreto del éxito” se encuentra acabadamente vigente en estas historias.

En la última película de la serie de Rambo, donde el protagonista está en aquella –hoy pareciera tan lejana– Afganistán tomada por los soviéticos, hay una frase que en reiteradas ocasiones repite el héroe cada vez que la resistencia afgana (de aquel entonces, que recibía ayuda yanqui) le observa lo aparentemente descabellado del proyecto que propone: “Algo ya se me ocurrirá en ese momento”. Que es otra de las características privativas de tales personalidades. Tienen una excelente confianza en sus propias posibilidades.

Y en todos los casos eso ocurre (lo que se extiende a muchas otras series y filmes similares) porque tienen conciencia plena de que fueron entrenados y educados por los mejores y que si bien debieron realizar un severo y extenuante trabajo sobre sí mismos eso, ahora, los convierte en personas suficientemente capacitadas para lograr sus objetivos positivos.

Otra demostración de que no están solos. Todos tuvieron maestros de excelencia y requirieron realizar ingentes esfuerzos para capacitarse. Verdaderamente toda una enseñanza para los espectadores... si es que se sabe entenderla y mucho mejor si se está dispuesto a aplicarla en la vida de uno mismo. Es decir, si uno está dispuesto a convertirse en uno mismo, como señaló Píndaro hace ya unos 2.500 años.

Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, filósofo y escritor. www.antoniolasheras.com

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