Un día fabuloso, de los soñados cuando uno inicia el plan de las vacaciones, y no hubo nadie dispuesto a dejarlo pasar. Los más resueltos se decidieron a arrancar bien temprano, después del desayuno, y tras haber preparado la vianda correspondiente para afrontar las horas del almuerzo y la merienda. Protector solar en mano (y de factores elevados) fue la principal precaución que hubo que tener en el armado del bolso, sabiendo que la exposición a los rayos del sol iba a ser prolongada.
Otros, en cambio, se tomaron un rato más para salir rumbo a las playas. Incluso, hubo quienes eligieron un desayuno bien cargado para saltarse el almuerzo, y quienes atrasaron la hora de comer para eso de las 14, después del primer chapuzón en el mar.
Sobre el mediodía, y durante una hora o dos, los accesos a los distintos balnearios estuvieron muy nutridos. Claramente se notó, con una rápida mirada por los estacionamientos y las sombrillas ubicadas en las zonas de playa pública, que pese a no tratarse de un fin de semana, fue uno de los días con mayor concurrencia a las playas.
El mar fue, esta vez, un ambiente placentero para todos: los que entran pronto en calor y los más friolentos. En ese sentido, el agua del atlántico en los meridianos marplatenses, presentó una alternativa curiosa con la presencia de corrientes cálidas con otras más frías, en pocos metros de distancia: 'acá está más calentita', gritaba la tía Enriqueta a unos pasos de Lucia.
Eso sí, fue una jornada muy activa para los guardavidas, en especial en los balnearios donde la pleamar generó una serie de canaletas donde las correntadas complicaron la salida del mar de los más pequeños y de aquellos que pretendieron llegar hasta la primera rompiente con su barrenador. Silbatazos permanentes -más que nada orientando a los bañistas- se escucharon a lo largo de la tarde, para impedir que la gente se metiera al mar en zonas más peligrosas.