Unas 800 sectas perpetran estafas, robos, reducción a la servidumbre, trata de personas y violaciones, según la ONG Defendamos Buenos Aires.

En Argentina hay 10 mil personas que sufren un "lavado de cerebro" a manos de diversas sectas, según un informe que precisó que las víctimas sufren desde estafas y robos hasta reducción a la servidumbre, trata de personas y violaciones.

El dato fue dado a conocer por la ONG Defendamos Buenos Aires, que tras la desarticulación de una secta en el barrio porteño de Villa Crespo, presentó un relevamiento que sostuvo que "unas 10 mil personas sufren el lavado de cerebro en alguna de las 800 sectas que están desarrolladas en templos o antros, propicios para la estafa, el robo, la reducción a servidumbre y prostitución, la trata de personas, las lesiones, el abuso sexual y la violación en nuestro país; tal como la secta BAGroup".

"De la investigación de Ariel Lijo quedó acreditado que, al menos prima facie, se cometieron los delitos de Reducción a servidumbre, bajo la figura de Trata de Personas, Robo, Hurto, Estafa, Abuso Sexual simple y Asociación Ilícita. En este momento hay 19 detenidos y cinco prófugos", precisó Javier Miglino, director de Defendamos Buenos Aires.

Y prosiguió: "Si bien la investigación recién ha comenzado, se calcula que los damnificados, sólo por BAGroup, se cuentan por cientos y en todos los casos las personas afectadas han operado a través del denominado ‘lavado de cerebro’".

"Este es un mal que cada día afecta al menos a 10.000 hombres y mujeres en la República Argentina, a partir de las 800 sectas que operan en nuestro país", graficó Miglino.

Al respecto, continuó: "A partir de cientos de testimonios que hemos recopilado en Defendamos Buenos Aires, quedó acreditado que los primeros en darse cuenta de que las personas están bajo el influjo del lavado de cerebro son sus padres- Estos empiezan a percibir un cambio de actitud en sus hijos. No importa que tengan 18 o 40 años".

"Surge un nuevo vocabulario con palabras extrañas, miradas y gestos que confunden sobre la identidad de la persona de sus hijos, a los que conocen desde que nacieron y saben que algo marcha mal. Preguntan en la mayoría de los casos si surgieron nuevos amigos, si existe la posibilidad de que hayan ingresado en algún tipo de drogadicción, si están estudiando algún tipo de ideología o bien se están reuniendo con gente nueva. En las últimas dos preguntas, comienzan a surgir las respuestas", puntualizó Miglino.

El letrado indicó que "aquellos hombres y mujeres que están en la primera etapa del lavado de cerebro, experimentan una inmensa molestia cuando se les pregunta acerca de su cambio de actitud, sus nuevas palabras para expresarse o sobre las nuevas actividades que desarrollan".

"Cortan la conversación, no exentas de violencia y se mantienen de una sola pieza, ocultando información y no dudando incluso en mentir si se le exigen explicaciones. Los amigos dejaron de ser tales y ya no se los frecuenta. El ‘quiero estar solo/a’, deja paso a anteriores actividades deportivas, de ocio y productivas como cocinar, escribir, leer, arreglar el jardín o disfrutar la vida al aire libre. La consigna es encerrarse en una intimidad que no admite compañeros o compañeras de ningún tipo, más cerca de la enfermedad mental que de un genuino intento de reflexión", alertó.

Bajo esta línea, Miglino detalló que también hay "cambios en la vida afectiva" de quienes caen en la trampa de una secta. "La parte más dura para los padres, para los amigos e incluso para la pareja llega en este momento. El lavado de cerebro ha escalado un límite y ya nada volverá a ser igual. Los afectos se retraen o simplemente se olvidan, al registrarse un distanciamiento afectivo entre el o la joven y sus padres, amigos e incluso el novio o la novia.El mundo ya no interesa. Se abandonan los estudios y el esfuerzo por encerrarse es cada vez mayor", confió.

Finalmente, Miglino expresó: "Si antes de llegar la secta y con ella el lavado de cerebro, había problemas de comunicación con padres y amigos; ahora las cosas están simplemente fuera de control. Ya no hay diálogos sino discusiones, no exentas de violencia y de ríos de llanto. La única oportunidad en que sonríen es en las ‘reuniones’ que se desarrollan en la secta".

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