La bola amarilla logra el efecto deseado. Segundos después un sonido seco que explota y se repite en una fracción de segundo, confirma una nueva carambola concretada por Osvaldo Berardi, el múltiple campeón de billar de acá y del mundo que mientras prepara el taco para otro intento, sonríe tímidamente a modo de humilde celebración por el acierto.
De fondo, en otras mesas, una treintena de jugadores parecen honrar el momento concentrados en las partidas que libran a tres bandas o casín, bajo el repiqueteo constante de sus golpes que el paño verde parece amplificar.
Berardi se siente como pez en el agua en el lugar donde transcurre la acción, el subsuelo recientemente inaugurado del bar Los 36 Billares, donde se abre una suerte de catedral subterránea en la que impera la liturgia del deporte que lo capturó de adolescente para darle satisfacciones a granel.
"Con la barra de amigos íbamos al club Inca, en Villa Urquiza, donde se jugaba al billar pero de donde la gente grande nos echaba porque decía que íbamos a hacer lío" recordó a HISTORIAS DE VIDA quien con el tiempo se iba a convertir en campeón mundial de esa actividad.
La cuestión fue que los amigos empezaron a dejar de ir al Inca y de a poco, Berardi que por esos años era estudiante, empezó a sentir una afinidad con el billar, acrecentada porque cada vez jugaba mejor.
La facilidad para la carambola lo llevó a profundizar sus dominios en el juego y decidió contactarse con maestros. Primero fue Adolfo Wasner, luego Enrique Navarra y cuando empezó a participar en torneos por el mundo, Jean Martí, en ese momento considerado el mejor jugador de billar del mundo, con quien se perfeccionó en París.
"La fórmula que me permitió avanzar en el billar fue que acompañé mi progreso en el juego acercándome a los maestros de los que aprendí mucho", señaló el billarista que ganó en 1959 su primer campeonato argentino.
El desarrollo alcanzado en el billar le dieron la posibilidad de viajar para disputar torneos en todo el mundo y el perfil profesional que había adquirido, llevó a este confeso hincha de River de presente feliz a cerrar una etapa de su vida: la de vendedor de zapatos de mujer en la famosa tienda Harrod's.
"Ocurrió que empecé a alcanzar promedios importantes en las competencias locales -precisó- por lo que comencé a disputar campeonatos sudamericanos en cuadro y tres bandas donde por los triunfos que obtenía me fui quedando sin rivales. De ese modo -subrayó- fue que disputé 26 campeonatos en Europa".
Lejos de la nocheLa bohemia no fue una condición paralela a la actividad de Berardi como billarista. "Nunca fui un noctámbulo ni jugué billar de noche. De hecho -aseguró- los grandes jugadores van a los clubes o los cafés a la tarde o a la mañana".
Como director de sala en Los 36 Billares, labor que desempeña desde hace 17 años, Osvaldo disfruta de como otros hacen lo propio con lo que es su metié, aunque rara vez se engancha en alguna partida. No obstante, es maestro de billaristas y tiene como premisa en ese rol que el éxito de la docencia pasa por la predisposición del alumno y la humildad con que se encare el proceso de aprendizaje. Esa fue una de la clave que lo llevó a ser un grande en la carrera que empezó el día que lo echaron por primera vez del club Inca, donde nadie percibió que aquel adolescente se había enamorado para siempre del paño verde.