Desde hace mas de 20 años, Claudio Biscione invita al recuerdo a quienes concurren a su puesto en la Feria del Tren de la Costa, en San Isidro. Ademas de presidir la Asociación de Anticuarios, cuenta con una colección de antigüedades que incluye desde juguetes hasta relojes y figuritas

Si algún fin de semana por la tarde se recorre la Feria de Artesanías y Antigüedades del Tren de la Costa, el visitante se encontrará con una verdadera puerta abierta a los recuerdos: todo tipo de objetos, artículos de distintas épocas y antigüedades, que de inmediato remiten a la propia infancia o quizás más allá, a la vida de quienes ya no están pero nos dejaron su legado.

Con más de 90 puestos instalados en el predio del Tren de la Costa, en Las Barrancas de Acassuso, en el partido de San Isidro, la Feria de Antigüedades ya es un clásico que congrega no solo a familias, jóvenes y mayores que llegan allí como un paseo más, sino a coleccionistas de toda laya que acuden en busca de algún tesoro perdido o inhallable.

Desde hace más de 30 años, cuando aún tenía su local de reparación de electrodomésticos, Claudio Biscione (58), viudo desde hace dos, con cuatro hijos, 3 varones y una mujer, la más chica, y fanático de Racing, nacido en Merlo, donde aún vive, es un coleccionista y acopiador de distintos efectos que de a poco fueron formando parte de su patrimonio, y que, incluso hoy, ocupan gran parte de un depósito de su casa.

Claudio cuenta que "mi mamá era ama de casa y mi papá matricero, y luego trabajó en Segba muchos años. Mi hijo más grande, que tiene 32, en una época fue mi colaborador, y se especializó en numismática, ahora tiene su empresa de computación y sigue coleccionando por las suyas, en tanto, mi esposa se dedicaba a la porcelana y a los objetos de decoración y cristalería".

Detalla que "como técnico electrónico tuve negocios en muchos barrios, desde la zona Oeste, como Ituzaingó, Merlo y Ramos Mejía, hasta Once, y reparaba filmadoras, televisores, electrodomésticos y aparatos de audio, pero de a poco fui dejando esa actividad".

Señala que "paralelamente empezó a picarme el bichito de coleccionar cosas viejas, desde relojes y juguetes hasta álbumes de figuritas, y muñecos de Jack, de los que llegué a contabilizar hasta hace poco alrededor de 15 mil".

Lo que primero fue un hobbie, luego se transformó en una actividad comercial. Y relata que "cuando empecé en la feria lo hacia los fines de semana, siempre compraba cosas y los que se enteraban me ofrecían objetos, y publicaba avisos en Segundamano, carteles en los kioscos, o anuncios en la radio, para comprar elementos viejos, desde antigüedades de porcelana hasta juguetes y muñecos, especialmente de las décadas de los ‘50 a los ‘90".

En los primeros años, surgió la posibilidad de acopiar y conseguir juguetes de todo tipo, desde autitos y aviones hasta muñecas, pero también triciclos y monopatínes". Recuerda que "encontré juguetes relativos a series de TV o revistas, además publicaciones mexicanas como El Llanero, que venían de México, y que de chico era complicado comprar".

Explica que "antes de empezar en la feria compraba juguetes de lata y relojes de todas las épocas y estilos, de pulsera, de bolsillo, de pared y de mesa, inclusive actualmente todavía los reparo como hobby", y señala que "empecé en el Tren de la Costa en 1997, fui de los primeros feriantes instalados en esa zona, soy el socio 50, y aclaro que por ella pasaron más de 500 puesteros, aunque ahora solo hay unos 100 socios que trabajan, en los casi 90 puestos, de los que dependen unas 200 familias".

Relata Claudio que "de a poco fui armando mi puesto, que es el número 9 en la Feria y como abarco varios rubros lo dividí en dos. De a poco fui incorporando más cosas, además, de los compañeros de trabajo uno va aprendiendo cada vez más y va tomando nuevas ideas, por eso empezaron a aparecer botellas, artículos de cervecería, sifones, carteles viejos, yo siempre trato de investigar y me gusta lo que hago, por eso tengo una gran amplitud para comprar cualquier cosa".

Japoneses interesados en muñecos de Titanes

Dentro de la gran variedad de puestos que hay en la Feria, señala Claudio, que "se encuentran elementos de iluminación, cartelería, publicidad antigua, ropa vintage o retro, faroles, cristalería, porcelana, repuestos de broncería, y objetos para la casa" y no deja de mencionar que "otros se especializan en papelería, libros o discos, áreas infaltables en una feria".

En el puesto que ocupa hace más de 20 años, y donde se lo puede encontrar los fines de semana y feriados entre las 10.30 y las 19, e incluso más tarde durante el verano, Claudio ofrece porcelana, elementos de decoración, objetos de vidrio, floreros, adornos, cubiertos antiguos, artículos de platería, y también juguetes, camiones, autitos de colección, muñecos de Jack, de los que tiene contacto con coleccionistas de todo el mundo, y vive de la compra y venta.

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Señala que "hay una logística para comprar, yo salgo a buscar, pongo avisos, y para tener cosas nuevas, invierto mucho. Aparte, se forman grupos de intercambio de objetos viarios y nos conectamos a través de las redes".

También explica que "a través de todo el país hay coleccionistas de rarezas y cosas viejas, a veces me piden elementos relacionados con Batman por ejemplo, y hubo gente de Japón que se interesó por muñecos de Titanes en el Ring".

Comenta que "entre los puesteros hay gente más joven y jubilados que tienen un ingreso por lo que venden, y los ayuda a subsistir, y siempre llegan habitués que vienen a buscar cosas muy especiales, además de los visitantes ocasionales, y también viene gente a ofrecer sus cosas viejas, y se encuentran verdaderas reliquias".

La crisis se siente entre los puesteros

Además de trabajar todos los fines de semana en la Feria, Claudio preside desde hace diez años la Asociación Feria de Anticuarios, una entidad sin fines de lucro, con personería jurídica, y que contiene a todos los feriantes de esa zona. Cuenta al respecto que "estamos dentro de un predio comunal, y le pagamos un canon a Ferrocarriles, además, se nos consideró por decreto como un recorrido histórico cultural".

Destaca que "solemos colaborar con los museos de la zona, y cuando podemos hacemos aportes" y confiesa que "la crisis económica se siente por parte de los puesteros, hay que ver que hay varios jubilados, y a todos les cuesta llegar a fin de mes".

Remarca que "nosotros pagamos canon y vigilancia y tenemos todo en regla, pero cuesta porque la gente compra menos, ya que no se trata de artículos de primera necesidad, es un comprador muy específico, y la antigüedad dejó de ser negocio, incluso esto se ve en la zona de San Telmo". Afirma que "hoy el coleccionista de anticuario es un bicho raro, en épocas buenas hasta hicimos donaciones a La Cava, a iglesias y parroquias, y trabajábamos con asociaciones del barrio, pero ahora es más complicado hacerlo".

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