Descendiente en quinta generación del creador de la Bandera, este hombre guarda el privilegio de portar el mismo nombre del prócer y de presidir una entidad que difunde y preserva el legado del héroe de la batalla de Tucumán.

El martes 20 se cumplieron 197 años de la muerte de don Manuel Belgrano, el creador de nuestra bandera, pero que también fue mucho más que esa iniciativa que lo inmortalizó para siempre. Uno de los dos pilares del surgimiento de nuestra patria murió injustamente olvidado por sus contemporáneos, en la mayor pobreza, y dando una lección de dignidad y humildad que no todos sus sucesores en el ámbito de la política y del manejo de la Nación supieron asimilar.

No todos los días se le hace una nota a Manuel Belgrano. Historias de Vida se dio ese privilegio, porque aunque obviamente no se trata del prócer sino de uno de sus descendientes, de algún modo los genes se asoman en la herencia y en el deseo de mantener vivo su legado.

El presidente del Instituto Nacional Belgraniano remarca que “en todas las generaciones hubo un Manuel, uno de mis hijos incluso lo es - su otra hija se llama Mercedes- y hasta uno de mis cinco nietos lleva el nombre de nuestro ilustre antecesor” y explica que “ha sido una forma de mantener vivo el recuerdo y la tradición del creador de nuestra insignia mayor”.

El titular del Instituto Belgraniano, que cumple su segundo período presidiendo la entidad, es chozno de don Manuel (quinta generación, es decir hijo del tataranieto y desciende de la hija del prócer Manuela Mónica, fallecida en 1866), tiene 66 años, está radicado en Olavarría y reparte sus días entre su actividad como asesor agropecuario (es licenciado en Administración Agraria) en campos de la provincia de Buenos Aires, principalmente en la ciudad donde reside, y en Maipú, y sus asiduas visitas a la Capital para ocuparse de las múltiples tareas que le demanda el Instituto.

Por supuesto, aunque fue un chico como todos los demás, su nombre célebre le deparó una infancia algo más particular, por la reacción que generaba al principio. Recuerda que “en el colegio, cuando llegaban las fiestas de celebración patrias, en especial el Día de la Bandera, donde se nombraba mucho a Belgrano, yo tenía 40 compañeros que se daban vuelta a mirarme, ese fue el primer contacto con la historia, y me llevó a averiguar quién era ese señor de quien yo descendía”.

Manuel señala que “esa conciencia y ese conocimiento de quién era yo lo fui adquiriendo de a poco, no es que uno de un día para el otro lo sabe, uno se va familiarizando con el nombre, de hecho mi padre se llamaba Manuel, y así me iban explicando la historia, hasta que crecés y nada es una sorpresa”.

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Remarca que “yo me fui interesando de a poco por la historia, tanto de Belgrano como del país, era algo casi inevitable” y agrega que “mi padre era abogado, le interesaba la historia, pero además tuve dos tíos historiadores, en especial mi tío abuelo, Mario Belgrano, que presidió la Academia Nacional de la Historia, y fue el segundo biógrafo más importante, después de Mitre, con su libro “Belgrano”, editado en 1927.

La actividad del Instituto Belgraniano es muy amplia, según comenta Manuel. La entidad tiene 73 años de vida, desde 1992 depende del Ministerio de Cultura de Nación y se originó por una iniciativa de las damas patricias. Al comienzo se llamaba Instituto Belgraniano Central, y funcionaba en un sector del convento de Santo Domingo.

“Luego - detalla- estuvo un tiempo en el Archivo del Ejército Argentino, en Defensa al 600, y desde hace unos años nos dieron un lugar en el Regimiento de Patricios, es un predio chico pero podemos desarrollar bien nuestra actividad”.

El “verdadero” color de la bandera

Hace un tiempo, el tema del color original de la bandera creada por Belgrano generó una serie de polémicas entre especialistas. Manuel explica cuál fue el motivo de esa confusión y dice que “todo nace de un análisis de una bandera muy antigua que está en el templo de San Francisco en San Miguel de Tucumán”.

Comenta que “la bandera la sacaron para hacerle algunos arreglos, ya que estaba muy deteriorada al estar colgada y doblada en un cuadro muchos años” y agrega que “se la veía celeste y blanca, al hacer la restauración se manda hacer un análisis al CONICET con un trozo y de ahí surge que está teñido el género con un elemento, lo que determinaría que en su origen era azul, y que se destiñó”.

“De ahí se puede suponer - enfatiza- que la bandera que crea Belgrano en Rosario, el 27 de febrero de 1812, era azul y blanca, lo que es un verdadero disparate, ya que Belgrano escribe en un documento comprobado lo siguiente: “no teniendo bandera y teniendo que enarbolar, la mandé hacer conforme con los colores celeste y blanco de la escarapela”.

“Un hombre que se entregó en forma total a la Patria”

Pese a que fue un hito, la creación de la Bandera fue solo una parte de la intensa labor de Manuel Belgrano como militar y político. Su descendiente destaca “su entrega total a la patria, y fue un hombre completo, que no se limitó al discurso sino a la acción”.

Según explica “no solo promovió la educación sino que fundó escuelas, como Matemáticas, Naúticas, Artes y Oficios o Comercio, sino que incluyó a la mujer en la instrucción pública y gratuita, le dio un rol fundamental”. Aún en campaña, fundó escuelas en Mandisoví y Curuzú Cuatiá, y al recibir un premio de 40 mil pesos fuertes luego de la batalla de Salta, los dona para construir cuatro escuelas en el Norte. Remarca Manuel que “hizo el reglamento para las escuelas, y el escudo respectivo. Encima se ocupaba de asegurarle el pago a los maestros, y los define como un Padre de la patria, y debe ocupar un sitial de honor en las días patrios”.

Belgrano muere modestamente, todo lo que tuvo lo dio a la causa, hasta su sueldo cuando podía, y no buscó elogios ni títulos. Como ejemplo de esto, Manuel recuerda “que el día antes de morir le regala su reloj al médico que lo atendía, era un obsequio del rey de Inglaterra de cuando cumplió su misión diplomática”. Manuel piensa, imaginando lo que pensaría hoy su antecesor, que “no se alarmaría tanto, encontraría un país casi como lo dejó, y eso es lo grave. Pasaron 200 años, seguimos desunidos y tenemos una gran deuda con aquellos hombres”.

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