Poeta, periodista y precursor de la agricultura orgánica en Argentina, Pipo Lernoud es una fuente de anécdotas y vivencias relacionadas con los primeros años del rock en nuestro país, y la irrupción de un nuevo lenguaje artístico.

Corría una tarde de 1966, Alberto Lernoud intentaba componer una canción acompañándose de una percusión casera. Cuando tuvo buena parte de la letra armada, se la llevó a uno de sus mejores amigos para que lo ayudara a ponerle música. De a poco, la guitarra fue esbozando la melodía y de su voz fue surgiendo la magia de una canción: “Ayer nomás, en el colegio me enseñaron, que este país es grande y tiene libertad”.

A Alberto todos le decían Pipo. A su amigo le decían Moris. Y en ese momento surgía una de las grandes canciones que dio el rock nacional, y que tiempo después popularizarían Los Gatos con una letra reformada por exigencias de la grabadora: “Ayer nomás”, que fue junto a La Balsa un tema fundacional por aquellos años donde al rock se lo conocía como “beat” y la rebeldía contra el sistema y la búsqueda de un mundo mejor era una bandera irrenunciable para muchos jóvenes de esa generación.

De todo esto y de muchas cosas más habla Pipo Lernoud, periodista, poeta, protagonista de las primeras épocas heroicas de lo que luego se conoció como rock nacional, en su último libro “Yo no estoy aquí” (Gourmet Ediciones) una verdadera antología de escritos, notas, publicaciones, imágenes, afiches, impresiones, que fue desarrollando a lo largo de medio siglo de actividad, y que de algún modo también representa un fresco generacional y libertario.

Pipo Lernoud - padre de cuatro hijas, dos residentes en Europa- reconoce que nunca le cayeron bien las convenciones sociales ni la educación formal: “me echaron tres veces de los colegios a los que fui, a mis viejos hasta les decían que me hicieran ver por un médico porque pensaban que tenía algún tipo de anomalía”.

“Mi mamá Mabel me tenía una paciencia increíble, me apoyaba en lo que podía, hasta fue manager con Los Abuelos. A mí me gustaba mucho escribir, hacía poemas, escribía sobre lo que no me gustaba de la sociedad, y sobre por qué hay que comportarse de la forma que se espera de uno”, señala y remarca que “a los 17 años andaba mucho por Corrientes, me encantaba recorrer las librerías de viejo, y allí conocí a muchos grandes, desde Borges y Cortázar hasta los poetas beatniks de Estados Unidos, como Kerouac o Ginsberg”.

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Leyendo una revista llamada Opium, Pipo se enteró que había un lugar en la calle Pueyrredón, donde se escuchaba jazz y rock.

“Allí fui, y a los pocos minutos ya estaba charlando con quienes serían compañeros de ruta generacionales, y de algún modo también precursores de lo que fue el rock en castellano, como Moris, Javier Martínez, Litto Nebbia, Alejandro Medina, Carlos Mellino, Tanguito, Pajarito Zaguri y quien sería un gran amigo: Miguel Abuelo”.

Desafiando tiempos donde el pelo largo era un pasaporte a la comisaría más cercana, Pipo cuenta que “en La Cueva conocimos a grandes músicos de jazz, y compartimos noches con Sandro, que era un tipazo, con Billy Bond cuando aún era solista, antes de La Pesada, y con muchos otros que con el tiempo fueron tomando distintos caminos”.

Pero La Cueva era solo parte de un circuito que concluía en La Perla de Once, en cuyo baño Tanguito le mostró a Litto Nebbia los primeros acordes de lo que luego sería “La Balsa”, el primer éxito del rock local. La Perla - desaparecida hace pocos meses- muchos años antes había sido frecuentada por Borges, Marechal y Macedonio, y allí paraban todos los estudiantes universitarios que se pasaban la noche con dos cafés preparando sus materias, filosofando o queriendo arreglar el mundo, y esa fue un poco nuestra cuna intelectual y bohemia”.

De Europa a Expreso Imaginario

Al finalizar los años 60, Pipo decidió irse a recorrer el mundo, y así se instaló en varias ciudades: París, Barcelona, Ibiza, Londres, Amsterdam, viviendo de lo que pudiera, y fue allí que empezó a interesarse por la alimentación orgánica, e hizo sus primeras experiencias con pequeñas granjas comunitarias.

Fiel a su vocación, a su retorno Pipo realizó colaboraciones en las revistas Pelo y Algún Día, y hacia 1975 ideó el germen, junto al periodista Jorge Pistocchi, de la que fue una publicación de culto en años difíciles: “Expreso Imaginario”, donde confluyeron muchos especialistas en arte, cultura, temas de pueblos originarios, ecología e investigación.

“Era una revista con mucha amplitud, y solo evitábamos hablar de política, religión y drogas por razones obvias, estábamos en medio de una feroz dictadura”.

Ya con la recuperación democrática, Pipo editó “Canta Rock”, revista que fue un éxito en los ‘80 basada en reportajes y letras de los principales referentes del rock nacional, y años más tarde, “La Mano”, que codirigió con Roberto Pettinatto, su ex compañero de ruta en el Expreso.

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Músico, poeta y defensor de una vida sana y natural

La vida de Pipo no sólo tiene que ver con la poesía, el periodismo y la música. Desde hace muchos años, Lernoud tiene como premisa la defensa de una vida sana y natural, que en su caso se expresó en haber sido un pionero en el desarrollo de la agricultura orgánica, a través de un sistema de cooperativas familiares.

Además, generó hace tres décadas una iniciativa junto a su esposa María, llamado El Rincón Orgánico, que se dedica a comercializar alimentos sin intervención de la química ni de ningún elemento tóxico, a través de granjas y establecimientos de todo el país, para obtener los productos más sanos posibles, y venderlos tanto en Argentina como en el exterior. El emprendimiento, que incluyó la existencia de un local abierto al público del mismo nombre que funcionó hasta hace poco en una esquina del barrio de Almagro, no fue sino parte de una convicción permanente, que también se había expresado en una granja orgánica que durante varios años tuvieron en Ranchos, y que lo llevó a ser vicepresidente de la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM).

Pipo comenta que “no es fácil dedicarse a esto, mucha gente cree que es irse al campo y empezar a sembrar, pero es mucho más complejo, hay que saber y experimentar en un ámbito que uno no conoce” y confiesa que su mayor preocupación es que “en todo el mundo se come peor, y sobre todo los pobres, porque la industria impuso la comida chatarra, que es más barata y esa es una fuente de muchas enfermedades”.

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