Atsushi Inaba salió de Japón hace algunos años cansado de trabajar 400 horas por semana por un dinero que apenas le alcanzaba para comer, voló a Canadá y desde allí comenzó un largo viaje hacia el sur que lo trajo a la Argentina, país del que se enamoró y en el que se quiere quedar.
Para poder comprar un boleto de avión, aceptó someterse a un experimento médico científico que lo mantuvo internado en un hospital durante 40 días, realizándose siete extracciones de sangre por jornada, con lo que ganó unos 4.000 dólares.
Mochila y guitarra al hombro, el joven voló a Canadá, donde trabajó hasta que se le terminó el permiso de empleo, voló a México y allí conoció a una pareja de hippies argentinos que le enseñaron castellano y le aconsejaron tocar la guitarra en la calle y en los trenes para hacerse de dinero. Eso lo llevó a iniciar una larga travesía a dedo por Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y Colombia.
En Colombia, conoció a otro argentino que le aconsejó ahorrar, por lo que cuando alcanzó los 600 dólares compró una motocicleta usada Suzuki GN 125 cc. y se largó a las rutas.
De Colombia bajó por Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, norte de Argentina, Uruguay y ahora está en Monte Grande, Buenos Aires, en la casa de Sebastián Mauad, un viajero bonaerense que también recorrió parte de Sudamérica a bordo de una estanciera, a quien contactó por Internet.
Sebastián dice que cuando llegó, el japonés ya estaba argentinizado: conocía el mate, el folklore, el asado, Messi, y sostenía que las mujeres argentinas son las más lindas del mundo.
Atsu usa palabras como “bondi”, “quilombo”, “muy buen onda” y otras a las que los argentinos le dan sentido dependiendo de su utilización.
Para juntar unos pesos, en los trenes toca rock, reggae y ahora le gustaría aprender folklore argentino.