Son atribuídos a restos insepultos de pobladores originarios

Investigadores y serenos que desarrollan sus funciones en la zona de laboratorios del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, situados en el subsuelo del edificio, saben que están sujetos a vivir experiencias fuertes, difíciles de explicar, pero que inevitablemente se asocian con centenarios moradores de ese ámbito: los despojos de los miembros de comunidades indígenas aun depositados allí y que aparentemente "reclaman" a su modo por el tormento de estar insepultos lejos de su tierra.

La historia en torno a los extraños sucesos que se registran en ese subsuelo admite mucho de leyenda, aunque han sido muchos los vigiladores que cubren las guardias nocturnas en ese lugar que han manifestado la sensación de temor que los invade al percibir extrañas presencias.

El misterio en las catacumbas del museo suma anomalías tales como escritorios que aparecen desordenados, puertas que se traban solas o una letanía de voces en una lengua desconocida que impera en el silencio de los laboratorios cuando ya no tienen actividad.

Los casos, que según los memoriosos ocurren desde hace años, encuentran muy pocos testimonios con nombre y apellido para certificar el enigma que reside en los subsuelos del museo platense. Mucho más cerrada aún es la posición de los científicos que aunque hayan sido testigos de situaciones inquietantes, prefieren bajarle el precio a esos sucesos.

Los fantasmas del museo de La Plata fue un tema que por mucho tiempo estuvo vinculado con el cacique tehuelche Modesto Inacayal, el líder natural de una pequeña comunidad de indígenas a los que aparentemente el perito Francisco Moreno decidió rescatar, en 1886, de la desintegración cultural a la que habían sido condenados los pueblos originarios después de la Conquista del Desierto.


Despojos en exhibición
El sótano donde ahora funcionan los laboratorios fue el hábitat que ocuparon por poco más de un año los depositarios de la supuesta hospitalidad de Moreno. Allí esos pobladores originarios pasaban la noche encerrado, sometidos al hacinamiento y las privaciones.

No muy lejos de donde se encontraban, restos de congéneres suyos eran sometidos por los científicos de la época a diversos estudios para luego ser puestos en exhibición en la Sala de Antropología Física, la que también esperaba paciente el momento de recibir los huesos de Inacayal y su grupo.

Y así fue: durante casi cincuenta años los del cacique fueron exhibidos en las vitrinas del museo. Pero los fenómenos de perfil paranormal que registra el museo no se agotaron con el lonko y su familia, cuyos restos finalmente fueron restituidos a "tierra sagrada" tehuelche en dos momentos distintos: una en 1994 y la otra en diciembre pasado, en cumplimiento, en este caso de una ley nacional sancionada en 2001 y reglamentada diez años después.

Las extrañas manifestaciones que llevaron a más de un vigilador nocturno a pedir el cambio de horario y de sector, tiene que ver con otros miles de restos de aborígenes que todavía están depositados en el museo. La estimación que hacen algunos antropólogos es que habría unos diez mil más, número que lleva a imaginar en la posibilidad de un malón de fantasmas metiendo miedo en el subsuelo del museo.


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