Es tiempo de acordar en un plan de país en el que las políticas, las instituciones, la ciencia y la producción en diversas áreas se alineen y trabajen en conjunto para un proyecto integral que logre un desarrollo sostenido y mejore la calidad de vida de todos los argentinos. Necesitamos que esto sea una decisión de Estado. Los mercados por sí solos no emprenderán un proceso de este tipo: que integre todos los sectores, que piense en el largo plazo, que vincule la ciencia a la producción de forma extendida y ya no en proyectos aislados.
La producción de conocimiento es distinta a la de otros bienes. Su desarrollo debe estar impulsado desde el Estado a través de políticas que tomen en cuenta los cambios a nivel global y que tengan como objetivo impulsar y resguardar un plan económico basado en la producción de conocimiento propio. Por supuesto que esto no se logra de la noche a la mañana. Para que un proyecto de esta escala tenga realmente impacto sostenido y equitativo, necesita que se repiense el sistema educativo, las políticas de innovación y generación de nuevas tecnologías, las políticas de industrialización y comercio, las políticas de inversión y, también, las políticas macroeconómicas.
Existen algunas áreas en las cuales nuestro país tiene potencial diferencial de crecimiento. Algunas de ellas son la energía (no solo fósil, sino también fuentes renovables), la digitalización, la inteligencia artificial, las ciencias de la salud, la explotación sustentable del mar, la tecnología nuclear, la industria satelital y la industria del litio. La biotecnología y la bioeconomía, que permiten agregar conocimiento y valor a la producción agrícola y agroindustrial de forma sostenible y con conciencia ecológica, son otras de las áreas en las que podríamos destacarnos. Es importante aclarar que seleccionar áreas estratégicas para el desarrollo no significa limitar la curiosidad y la investigación científica solamente a ellas. La ciencia aplicada a nuevos productos, herramientas o procesos es imprescindible porque mejora la calidad de vida y el desarrollo tecnológico.
Los países que basan su economía en el conocimiento son los que más desarrollo han logrado y los que lo incrementan a mayor tasa. Existe una fuerte correlación entre el porcentaje del PBI que se invierte en conocimiento y el PBI per cápita de ese país. A mayor inversión en ciencia, tecnología e innovación, más riqueza produce el país. Otra señal muy fuerte es el dato certero de que las diez empresas más ricas del mundo están fuertemente relacionadas con la tecnología.
Necesitamos acordar un proyecto concreto para sacar a la Argentina del estancamiento, la crisis y la pobreza estructural. Luchar contra la desigualdad es proyectar una Argentina más desarrollada para todos.