Tardar más de treinta minutos por noche para empezar a dormir, despertarse de manera repetida o por más de media hora, la baja eficiencia del sueño o dormir menos de seis horas y media (aunque esta cantidad puede ser perfectamente saludable en la vejez) son algunas de las características de uno de los más frecuentes trastornos del sueño: el insomnio.
Su presencia por tiempo prolongado provoca consecuencias negativas en la calidad de vida y, en particular, se asocia con un peor rendimiento cotidiano, cambios en el estado de ánimo, irritabilidad y una mayor probabilidad de sufrir accidentes. Algunas de las causas comunes de insomnio son el estrés, la ansiedad y la depresión; medicamentos recetados, incluyendo varios para el corazón y la presión arterial; la cafeína, el alcohol y la nicotina; condiciones médicas subyacentes; malos hábitos de sueño; y el envejecimiento.
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Es importante destacar que las preocupaciones y las creencias sobre el sueño y sus posibles consecuencias juegan un papel central en la gravedad y el mantenimiento del insomnio. Los insomnes suelen presentar un estilo de personalidad ansioso y perfeccionista, por lo que intentan controlar el proceso del sueño.
Paradójicamente, cuanto mayor es el intento de control, mayor es la dificultad para conciliar el sueño. Las personas con insomnio crónico suelen presentar problemas en la atención y la memoria, disfrutan menos de las relaciones sociales y familiares, y exteriorizan más quejas físicas que las personas que no sufren de este problema. Asimismo, suelen irritarse más fácilmente y refieren estar tensas.
La privación de sueño aumenta la mortalidad por causa de accidentes y exacerbación de enfermedades. Afecta también el sistema endócrino, el sistema inmune y el metabolismo. Por lo tanto, puede convertirse también en un factor de riesgo para la obesidad, la diabetes y la falla cardíaca.
Resulta clave conocer pautas para la higiene del sueño, que buscan desarrollar hábitos compatibles con el buen dormir. Una buena medida es asociar el dormitorio solo con esta actividad, eliminando de esta manera las conductas incompatibles con el sueño como ver TV, escuchar radio, leer libros o revistas, etc.
Además, este ambiente debe tener una temperatura adecuada y niveles mínimos de ruido y luz. También debe evitarse beber alcohol dos horas antes de acostarse porque, pese a ser depresor del sistema nervioso central, da lugar a un sueño poco reparador.
Actúan como estimulante las bebidas, alimentos y medicamentos con cafeína, por eso no hay que consumirlos seis horas antes de dormir. Fumar y consumir grandes cantidades de azúcares tienen el mismo efecto. Otro consejo es no comer si se interrumpe el sueño, ya que generaríamos la costumbre de despertarnos cada vez que tenemos hambre.
Necesitamos lograr un buen descanso porque dormir bien es fundamental para nuestro bienestar.