Hay cosas que son difíciles de aceptar. Lo más complicado es reconocer que uno se ha equivocado y confesarlo cuesta mucho. Según dicen, es un problema psíquico o defecto de fábrica o de educación. Algunos, tratan de ocultarlo, otros lo confiesan y se corrigen pidiendo disculpas. Muchos funcionarios sufren de ese trauma y actúan de forma infantil tratando de convencer a todos de que la mentira es verdad. Lo único de bueno, si es que puede haber algo bueno en eso, es que son tan burdas que nadie se las cree. Pero ellos insisten. La gran mayoría de los ciudadanos en lugar de reprenderlos y pedirles que digan la verdad actúan con indolencia. La deuda externa se ha transformado en un agujero negro y la interna, es algo desconocido y varía según convenga. Deseamos que los funcionarios elegidos, tengan la suficiente entereza como para mostrarnos la realidad, por más cruda que sea, por lo menos una vez en la vida. Es que si no se crean rumores de que son unos mentirosos.
Ivonne Henrich
DNI 6.228.941