A metros de la sede de Huracán, sobre Caseros al 3000, este lugar histórico fue cautivando a nuevos clientes, mérito a una atención amigable y a la especialidad de la casa: la fugazzeta y la muzzarella.

Las plantas colgantes, a la derecha del local, remiten a aquellos patios de tardes largas y exquisiteces. Enfrente, el largo mostrador de El Globito sostiene decenas de vasos, bandejas de acero inoxidable donde reposan las tentadoras pizzas de muzza y fugazzeta (especialidad de la casa) y cientos

de historias, compartidas por mozos y habitués de este local emblemático de Parque Patricios en Caseros al 3000.

“Si algo caracteriza a El Globito es la fidelidad de su gente”, revela Pablo Garófalo, gerente desde 2003 y responsable de realzar la histórica pizzería de 1934. Según su testimonio, decenas de “personajes”, como le gusta decir, “repiten el ritual de cada día con una asombrosa asistencia”,

cuenta, mientras detrás de Pablo, uno de ellos, canastita y facturas en mano, para acompañar la lectura del diario.

Las mesas escasas de años remotos contrastan con el presente. A Pablo se le cruzan imágenes de los ochenta y asume, sin embargo, que el crecimiento del Barrio durante los últimos cuatro o cinco años, también significó un mayor compromiso de parte de El Globito conla comunidad. Una treintena de mesas dobles refleja su evolución. “Tratamos de destacar la atención personalizada”, insiste convencido. “A veces los nuevos clientes se sorprenden con la onda”, agrega quien no se decide a la hora de privilegiar lo que más cautiva al visitante. “Fútbol, barrio y comida”, enumera sin importar el orden. “Fugazzeta y muzzarella”, recomienda con los ojos cerrados y hace marchar una porción para avalar tal consejo. La proximidad con la cancha de Huracán

y su sede y el amor reflejado conletras fileteadas en la pared principal del salón, podría remitir a cierta “arbitrariedad”, aunque el dueño no

cree que las críticas recibidas hayan sido sinceras. Ante la queja de un visitante de la página de El Globito en Facebook, “por favorecer al cliente

quemero”, Pablo quiere aclarar: “no es así, a veces estamos desbordados y creo que se refirió a un clásico con San Lorenzo, ¡imaginate cómo estaba

esto!. Igual al muchacho lo invité para que pueda ser atendido y aclarar los tantos”, comenta. Conciliador, Garófalo destaca la pasión de quienes se instalan (“llueve o truene”) y exponen su euforia futbolera.

Aunque también le tocó hacer de juez en otros campos de debate. “Si es sobre fútbol, no pasa nada, pero en política más de una vez tuve que intervenir. Es complicado”, concluye, cual especialista.

“Lo importante es conservar nuestra esencia”

Parada obligada para los “quemeros”, la pizzería lindera al Parque, excede a los hinchas del barrio. De hecho, el propio responsable en administrarlo,

Pablo Garófalo, reconoce que el crecimiento del entorno generan otra adrenalina.

“Sucede que con el edificio de gobierno y el número de empresas que fueron instalándose, El Globito comenzó a trabajar con mayor intensidad”, explica. Igual, quien se hizo cargo del local histórico desde 2003, se obstina en demostrar el interés por no perder la esencia.

“En principio, los empleados que llegan al mediodía o que se suman después de sus tareas, no entendían nada”, comenta y amplía: “creían que se trataba de un restaurante más, después fueron entendiendo algunos aspectos que reflejan el sentido de barrio”.

Para Pablo, tal crecimiento, lo obliga a estar a la altura de las circunstancias, sin embargo la idea de “atendido por sus propios dueños”, domina el clima familiar. “¿Si compartimos códigos o algún guiño? No más que un sentido de la relación sincera que surge de la labor diaria y la confianza”, comenta y sus palabras se condicen con sus acciones.

“Estábamos tan bien de vacaciones...”, dispara un cliente a modo de broma, dándole la bienvenida al dueño, después de verlo detrás del mostrador.

En el acto, Pablo separa una porción de budín de pan y con una señal indica a los empleados de la cocina sumar una generosa cucharada de dulce de leche. La fila en la hora pico, se vuelve larga, pero ninguno se queja, sugieren su menú y celebran alguna ocurrencia de los mozos o el cajero.

“El globito es mi vida”, asume Garófalo a la hora de las definiciones. La buena vibra, lo ratifica.

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