Los datos del INDEC de abril aguaron las expectativas positivas respecto de una baja inflacionaria, que de todos modos esperan a partir de mayo, y que se consolidaría hasta fin de año.

Era genuina la expectativa que los funcionarios del gobierno -pero sobre todos sus economistas- habían puesto en el “segundo semestre”. Ese término emblemático para el primer año de la administración de Cambiemos terminó transformándose en una entelequia y fue motivo de repetidas burlas.

Pareciera correr el mismo riesgo la definición “brotes verdes”, expectativa más austera y circunscripta a sectores puntuales que pueden ir mostrando alguna recuperación camino a un año y medio de gestión macrista. Sin embargo esos brotes aún no se consolidan.

Periódicamente aparecen datos “para arriba” que al mes siguiente vuelven a caer, lo que impide vislumbrar la recuperación tan esperada. Pasó en la última parte del año, y volvió a suceder en los primeros meses de 2017, en el que por ser un año electoral resulta clave que la economía comience a dar respuestas para que la gente redoble en consecuencia su confianza a través del voto.

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La ilusión no se pierde y la semana pasada desde Hacienda difundieron un cuadro con indicadores económicos con datos desestacionalizados, que mostraban alzas evidentes, en áreas como el empleo, el consumo, la industria, la construcción, el sector agropecuario, el crédito, el comercio exterior y la actividad inmobiliaria. Pero cada uno en sectores puntuales.

En este contexto, resultó un golpe duro el número de la inflación de abril, pues abril debió haber marcado el inicio del ritmo descendente de la inflación. Y lejos estuvo de serlo.

En rigor, no fue una entera sorpresa, pues ya se venía anticipando que no se había logrado cumplir este mes la meta de ubicarla debajo del 2%, y por encima de ese nivel -aunque levemente- la habían registrado los estudios privados que siguen midiendo ese dato y que proliferaron durante la época del oscurantismo en materia estadística instituido durante la administración anterior.

Peor fue cuando el INDEC -volviendo a dar muestras de una crudeza sorprendente- fijó el porcentaje en un 2,6% que sorprendió a propios y extraños. Incluso hacia el interior del organismo, donde cuentan que el propio Jorge Todesca se ocupó de verificar personalmente algunos de los datos, tan sorprendido estaba por el número.

Es verdad que, como los anteriores meses, abril tenía un componente correspondiente a las tarifas -en este caso el aumento del gas-, pero el problema es que ese no fue el factor determinante en el 2,6 final. El índice escaló a partir del alza de los alimentos (2,2), indumentaria (5,1), educación (3,2) y servicios básicos, donde se debe ubicar el aumento del gas (4,6).

El número de abril llevó a anunciar a los economistas en general que las metas inflacionarias fijadas por las autoridades no podrían cumplirse. Recordemos que en el Presupuesto 2017 se estableció un incremento de precios previsto entre el 12 y el 17%, estimación que siempre despertó escepticismo, pero que las autoridades económicas insisten en defender, aun a riesgo de perder credibilidad. El propio Presidente ha optado por la cautela, y consultado el fin de semana sobre cuál será la inflación del presente año, prefirió aclarar que no le gusta hacer “pronósticos”. Por el contrario, habló de premisas: “Tenemos que llegar a bajarla a un dígito para 2019. Ese es el compromiso”, dijo.

En el equipo económico deslizan que un buen número para 2018 debería estar en los 12 puntos. ¿La mitad de 2017?

Muchos dieron por sentado tras el 2,6% de abril que el Banco Central -encargado de velar por la inflación- había entregado la meta de inflación del 17%, elevándola al 20. Las autoridades consultadas lo negaron enfáticamente, si bien admiten en privado que la empresa se ha hecho “muy cuesta arriba”. En efecto, el primer cuarto del año ha concluido con una inflación acumulada de 8,8%; para llegar a cumplir la meta, la inflación en lo que resta del año debería sumar esa misma cantidad: un punto por cada mes de aquí a diciembre.

Todos los economistas coinciden en que mayo debería bajar sí o sí la inflación, pero tan alto fue el número de abril que el acumulado para el presente mes hace prever un porcentaje cercano al 2%. Macroview, una consultora dedicada al análisis económico local y global, es optimista al estimar para mayo una cifra en torno al 1,5%. Su director, Pablo Goldín, precisó que la primera semana del mes mostró “un arrastre del gas sobre las expensas y el agua, sumando 0,3 puntos porcentuales entre las dos. Y los alimentos subieron estos días, en particular los lácteos, las bebidas y la carne”.

Los analistas coinciden en prever una baja sistemática del costo de vida que persistirá al menos hasta las elecciones. Recién para octubre está previsto un nuevo aumento tarifario que podría alterar ese ritmo descendente, pero hasta entonces el gobierno espera anunciar como un logro -éxito sonaría exagerado- semejantes datos.

En rigor, los economistas que insisten en que el gobierno haga un sinceramiento de las metas inflacionarias sostienen que tras un año en el que el alza del costo de vida fue estimado en el 40%, bajarlo a poco menos de la mitad sería un logro evidente. 24%, el número que invocan, debería ser un porcentaje que en el Palacio de Hacienda tendrían que firmar sin dubitar.

Por lo bajo, una encumbrada autoridad del Palacio de Hacienda confió a este diario una razón elemental: “Si en lugar de decir 17%, hablamos de un 21, la expectativa inflacionaria sube de inmediato al 25”.

Por eso insistirán con el 17 hasta que la tendencia a la baja esté certificada y los riesgos acotados.

El año pasado los economistas de todas las escuelas coincidían en pronosticar un crecimiento elevado para el presente año. El más optimista era Miguel Bein, el principal consultor económico de Daniel Scioli en su campaña presidencial, que auguraba un 5%, que a principios de marzo pasado bajó al 4%, aunque hoy es más moderado.

Pero en lo que también coincidían los economistas era en que para cimentar tamaño crecimiento los salarios deberían subir en el orden del 27%, que contrastó con la pauta establecida por el gobierno en el 17% coincidente con la inflación prevista.

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El mantenimiento de esa premisa hace estimar que esta administración ha privilegiado la idea de bajar la inflación, aun a riesgo de resignar crecimiento. Y en estos momentos en que la inflación no verifica la baja esperada, la autoridad monetaria parece mantenerse firme, persistiendo con los elevadas tasas de interés que conspiran contra la producción y el crecimiento.

Una jugada arriesgada por parte del gobierno, que se ha hecho a la idea de que, contrariamente a lo que esperaba, no contará con una economía próspera ni mucho menos para cuando llegue la hora de votar. Posiblemente será una economía más saludable, pero intangible para el común de la gente, sobre todo en el Conurbano, donde es sabido que en las urnas se juega la madre de todas las batallas.

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