La gorrita que se calzó Lula fue un efecto inesperado para Alberto Fernández, que buscó protagonismo al día siguiente con su visita exprés. El operativo clamor en el Frente de Todos, las dudas de CFK y la desencajada interna en JxC.

Si bien esperaban festejar en la primera vuelta, no celebraron menos el domingo pasado al confirmarse el triunfo en el balotaje. Es cierto que esperaban un resultado más holgado, pero así y todo fue suficiente: las elecciones se ganan por un voto, diría Axel Kicillof.

Así las cosas, lo que habían planificado para el pasado 2 de octubre, con fuerte presencia en Brasil de dirigentes kirchneristas y medios afines, pudieron concretarlo el domingo 30, celebrando como un triunfo propio. Hablaron de cambio de clima en la región, de un giro a la izquierda con guiño a "la Patria Grande"; ni pensar en que si bien es cierto que ha habido triunfos de ese signo en Chile, Perú y Colombia, lo de Brasil ha confirmado en realidad que los que vienen perdiendo son los oficialismos.

Alberto Fernández no se aguantó y al día siguiente armó una comitiva numerosa y se fue a festejar con Lula en San Pablo. Un presidente electo que no pudo evitar mostrarse hasta incómodo ante tanto afecto sobreactuado. Tantos dirigentes del oficialismo en el país vecino, en una suerte de viaje de egresados para participar de una fiesta ajena, se contradice con la arenga oficialista de no gastar dólares que aquí escasean. "El derecho a viajar colisiona con el derecho a la generación de puestos de trabajo", decía 4 meses atrás la efímera ministra de Economía Silvina Batakis, una de las que pasó el fin de semana electoral en Brasil y se sacó fotos el domingo en el búnker del presidente electo.

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Necesitado de protagonismo, el presidente argentino hizo gala en Brasil de la curiosa diplomacia de un gobierno que es el único desde 1983 que transcurrió su gestión sin tener una bilateral con un presidente de Brasil, nuestro principal socio comercial. Fernández se vio personalmente con Jair Bolsonaro solo dos veces -en Roma durante una reunión del G20 y en la última Cumbre de las Américas-, en informales encuentros al paso. Hasta hubo una reunión del Mercosur que debió hacerse en la Argentina cuando Alberto ejercía la presidencia pro tempore, que finalmente se realizó de manera virtual luego de confirmarse que Bolsonaro estaba dispuesto a venir.

La diplomacia de este gobierno es cuanto menos poco ortodoxa. Batalló fuertemente para lograr poner a Gustavo Beliz al frente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), pero perdió la pulseada nada menos que con Trump, que impuso allí a Mauricio Claver-Carone. En lugar de aceptar la derrota en aras de una buena y lógica convivencia, el gobierno argentino se la pasó cuestionando a Claver-Carone, adjudicándole sintonía con Mauricio Macri. Fue lo que el norteamericano terminó teniendo con Sergio Massa, quien logró así destrabar un crédito de 800 millones de dólares. Pero finalmente el titular del BID cayó en desgracia cuando se conoció un affaire suyo con una subordinada y lo destituyeron.

La información que eyectó al amigo de Trump fue filtrada a través de una denuncia anónima que muchos -incluido el destituido- atribuyen al gobierno de Alberto. Por eso se especuló de entrada con que el reemplazante de Claver-Carone no sería un argentino, por aquella regla de que "el que saca no pone". Para suceder al norteamericano, Bolsonaro postuló a Ilan Goldfajn, bien conocido por el gobierno argentino, pues es actualmente director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, y como tal se ocupa de auscultar las cuentas argentinas. Viene haciendo declaraciones críticas respecto de nuestro país, por ejemplo sobre los múltiples tipos de cambio, como así también advirtió que la perspectiva inflacionaria de nuestro país ha empeorado desde que se alcanzó el acuerdo con el Fondo. Así las cosas, el gobierno de Fernández no lo quiere al frente del BID y de eso le habló Alberto a Lula durante su encuentro del lunes post electoral. Sugiriéndole una estrategia para dejarlo afuera, promoviendo una postergación de la elección en el BID prevista para el 20 de noviembre, y buscar mientras tanto un candidato común.

Más allá de lo hablado en esas dos horas que compartieron el lunes, lo cierto es que Lula habría dado luego el visto bueno a la postulación de Goldfajn.

Otro de los aspirantes es el chileno Nicolás Eyzaguirre, exministro de Hacienda de su país y que ocupó el mismo lugar que hoy tiene Goldfajn en el Fondo, durante la gestión de Néstor Kirchner. Alberto Fernández no tiene un buen recuerdo del chileno. Así las cosas, si bien hay un tercer país que busca ese lugar, México, que propone a Alicia Bárcena, el gobierno argentino ha dejado claro su rechazo a los dos aspirantes con mayores posibilidades. Un lujo que no debería darse un país necesitado de créditos como el nuestro.

La diplomacia de Juntos por el Cambio tuvo también señales discordantes respecto de Brasil. Si bien Macri, Horacio Rodríguez Larreta y la UCR saludaron al ganador, la Mesa Nacional de la principal oposición no pudo ponerse de acuerdo para suscribir un comunicado conjunto. Patricia Bullrich y el Peronismo Republicano se resistieron. Pesó en esa decisión el gesto de Lula de calzarse una gorra con la leyenda "Cristina 2023" que hábilmente le alcanzó la diputada K María Cristina Britez. Las metidas de pata no son exclusividad de los gobernantes argentinos.

Buena parte del Frente de Todos aguardaba con ansias un triunfo de Lula para abonar el "efecto espejo" y avanzar con una candidatura de Cristina Kirchner, especulando con las simetrías entre ambos dirigentes. En ese marco, el lawfare -caballito de batalla del relato kirchnerista- cumple un papel determinante; pero no solo eso: el círculo se cerraría con el candidato deseado. Y ese no es otro que Mauricio Macri, quien debe cumplir en esta película el papel de Bolsonaro. El propio expresidente se ha prestado a ello al endurecer su discurso, aun con el riesgo de complicar la relación puertas adentro con sus socios de Juntos por el Cambio, más allá de que los mayores chispazos hoy suceden dentro del PRO. Macri habla en su libro y en las entrevistas de que el cambio a implementar en un eventual segundo tiempo debe ser drástico, sin medias tintas. Despojado del gradualismo que signó sus dos primeros años. "Hacer lo mismo, pero más rápido", decía en la campaña de 2019… y perdió.

El cristinismo quisiera la certeza de tener enfrente a Macri para confirmar a su líder como candidata, con el deseo de reeditar el resultado brasileño. No es sencillo. El expresidente sabe de sus limitaciones para gobernar un país fuertemente agrietado. Hay además un detalle que parecieran pasar por alto los que desde Juntos por el Cambio proponen implementar las medidas más drásticas en las primeras 100 horas de gobierno: para eso se necesitan mayoría en las dos cámaras, que solo se lograría con una victoria contundente -"colosal", como la que insiste en fijar como objetivo Ricardo López Murphy-. En caso contrario, no hay manera. Solo así se podría contrarrestar la amenaza que anticipadamente ha lanzado el secretario adjunto de la CTA, Daniel Catalano: "Si Macri es presidente, se viene el quilombo del siglo. Hay que pasar de 14 toneladas a 28 toneladas de piedras". Es lo que le esperaría también a Javier Milei si por ventura lograra colarse ante una fuerte fragmentación que pudiera sobrevenir de acá a un año, y para la que no dejan de hacer mérito el oficialismo y la principal oposición, con sus peleas internas cada vez más notorias. Para tratar de ordenar un poco el clima interno, este martes la Mesa Nacional de JxC volverá a reunirse después de dos meses sin hacerlo. No será un encuentro presencial, pero al menos se verán por Zoom.

Patricia Bullrich ha hecho contribuido con sus posturas extremas que entiende le dan rédito, pues las encuestas así lo demuestran. Con todo, sabe que en una interna el aparato pesa y mucho, y a pesar de presidir el PRO está en inferioridad ante Rodríguez Larreta. "Pelea con dos escarbadientes ante una maquinaria poderosa", señaló a este medio un encumbrado dirigente de JxC que es candidato en su distrito y tiene canales abiertos con todos los sectores. En este contexto, en el oficialismo saben que la eliminación de las PASO sería un durísimo golpe para la principal oposición, pero el tema está frizado. Por la resistencia presidencial, y porque no están los votos en Diputados, donde acaba de presentarse un proyecto más de los diputados oficialistas riojanos. Tiene solo dos artículos y no le da vueltas al tema: "Derógase el título II de la Ley 26.571", dice tan solo el primer artículo. El otro es de forma. Pero es solo testimonial por lo que hemos dicho.

Como su contrafigura Macri, Cristina Kirchner mantiene el suspenso sobre su candidatura y eso hará hasta el final. "Voy a hacer lo que tenga que hacer", dijo al respecto el viernes en su reaparición pública tras el atentado fallido. Es lo que decía en 2019, y lo mismo que dice hoy Macri. Sí o sí será candidata, pero cavila entre el Senado y la Presidencia. El primer cargo es absolutamente alcanzable. La otra apuesta es muy riesgosa, pues es un todo o nada. Demasiado para quien necesitará fueros.

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