La autora es abogada -con una una prestigiosa carrera profesional- e impulsa la aplicación de la democracia digital (no electoral) en la Argentina. Tras años de investigación y estudio, propone aplicar herramientas como blockchain y DAOs, con el fin de lograr una participación ciudadana más clara y accesible mediante el celular.
En Argentina, el valor de tu voto no es igual según la provincia en la que residas. Este desequilibrio de poder dentro del Congreso es una herencia de un diseño de sistema de representación pensado para cuando la población era de 28 millones, hoy se vuelve insostenible frente a los más de 46 millones actuales (INDEC, 2024).
A pesar de intentos por ajustar el número de representantes, las provincias como Ciudad de Buenos Aires y Catamarca aparecen sobrerrepresentadas, mientras que la Provincia de Buenos Aires -con 28 bancas menos de las que le corresponderían según el censo de 2022- queda subrepresentada.
Este desajuste no solo erosiona la legitimidad del Congreso, sino que también deteriora la confianza ciudadana en el sistema democrático. En este punto surge un interrogante:
El sistema electoral argentino, regulado por la Ley de Convocatoria Electoral 22.847 de 1980, responde a una realidad demográfica que ya no existe. Con el crecimiento poblacional y los cambios sociales, la estructura actual refleja una representación distorsionada.
Según cálculos basados en los datos del censo de 2022, las provincias más densamente pobladas -como Buenos Aires- pierden influencia, mientras que las menos pobladas mantienen un peso desproporcionado. Este fenómeno perpetúa una paradoja: en tiempos de plataformas digitales y participación deliberativa en línea, seguimos atados a un esquema del siglo pasado.
Desde una perspectiva filosófica, Carlos Nino describe la democracia como un “sucedáneo imperfecto” de un ideal donde todas las decisiones contarían con el consentimiento unánime de los ciudadanos. Sin embargo, en el Congreso argentino este ideal se frustra por los cambios abruptos de ideología de los legisladores y la falta de coherencia que alimenta la polarización y que la ciudadanía pierda la confianza en este organismo.
A esto se suma la no aprobación del presupuesto nacional desde 2023, lo que implica prorrogar el mismo a pesar de la obligación constitucional (art. 46) de renovarlo anualmente. De allí la urgencia de transparentar la actividad parlamentaria y establecer mecanismos de control efectivos.
En este contexto, la democracia digital -a través de la participación no electoral- aparece como alternativa. Inspirada en el modelo de Estonia y desarrollada en el trabajo de la autora de esta columna (2025)-
La propuesta consiste en usar Organizaciones Autónomas Descentralizadas (DAOs) basadas en blockchain. Estas permitirían que los ciudadanos propongan, debatan y voten leyes desde sus celulares, con transparencia, igualdad y de manera secreta.
Se aplica una forma de democracia deliberativa, entendida como sinónimo de participación, que multiplica las voces, distribuye el poder y previene la polarización. De esta manera, se concreta la idea de Nino de priorizar el diálogo racional sobre el simple voto.
Además, este modelo podría ayudar a enfrentar problemas estructurales como el déficit fiscal y la inflación. Contratos inteligentes permitirían monitorear la ejecución presupuestaria y alertar sobre desvíos, mientras la educación tecnológica y pilotos graduales asegurarían su viabilidad. De este modo, la democracia digital equilibraría tensiones entre el liberalismo clásico y el igualitarismo, fortaleciendo la autonomía personal y la justicia social.
Esta misma lógica permitiría resolver otros déficits institucionales, como la del Digesto Jurídico Argentino. A más de una década de su sanción, sigue sin entrar en vigencia por ineficiencia administrativa del Congreso, lo que genera inseguridad jurídica y resta previsibilidad al sistema normativo.
La tecnología, aplicada de manera estratégica, podría garantizar procesos más ágiles, transparentes y confiables, evitando que iniciativas de semejante magnitud queden paralizadas.
Hoy más que nunca urge repensar nuestra democracia. La tecnología no solo es una herramienta: es una oportunidad para restaurar la legitimidad y la confianza en un sistema que, si no evoluciona, seguirá siendo un reflejo imperfecto de su ideal.
Nota: La Dra. Guillermina Favrat es coautora del libro Amparo Digital (Editorial Ad Hoc) -
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