la autora advierte que, tras elecciones del domingo 26/10, las fuerzas tradicionales enfrentan el reto de reconstruir una propuesta de valor clara, que trascienda la función legislativa y recupere la confianza de un electorado cada vez más volátil.
La polarización se consolida como el eje dominante del escenario político argentino, dejando poco espacio para las fuerzas intermedias. La nueva composición del Congreso redefine el mapa de poder y obliga a partidos como la UCR y el PRO (o a las coaliciones que los contengan) a revisar su identidad, su narrativa y su estrategia.
La pérdida de representación legislativa no equivale necesariamente a irrelevancia sino que el nuevo equilibrio parlamentario abre la posibilidad de transformarse en bloques bisagra con capacidad real de incidencia.
En un Congreso fragmentado, cada voto adquiere valor estratégico. La fortaleza ya no reside únicamente en la cantidad de bancas, sino en la habilidad para articular consensos, negociar posiciones y marcar agenda.
La influencia se mide por la capacidad de intervenir en leyes clave y condicionar la dirección de los acuerdos. En esa dinámica, el desafío consiste en ejercer poder sin diluir la identidad ni quedar atrapados entre las lógicas extremas del oficialismo o de la oposición más dura.
El futuro inmediato exige algo más que supervivencia partidaria. Requiere liderazgo, coherencia interna y un relato común capaz de volver a conectar con la sociedad.
Las fuerzas tradicionales enfrentan el reto de reconstruir una propuesta de valor clara, que trascienda la función legislativa y recupere la confianza de un electorado cada vez más volátil.
La recomposición del centro político no depende solo de acuerdos institucionales, sino también de una narrativa que vuelva a hablar de moderación, diálogo y gobernabilidad como activos y no como debilidades.
En un país tensionado por los extremos, la reconstrucción del centro aparece como la única vía para la estabilidad. La sociedad parece reclamar acuerdos posibles, racionalidad económica y una nueva gramática de la política.
Se trata, probablemente, de ofrecer una alternativa que sintetice y ordene. Si el sistema político logra interpretar esa demanda, podría iniciarse un nuevo ciclo; si no, la lógica de los polos continuará ampliando la grieta y reduciendo el margen para los matices que toda democracia necesita.
Ahora bien, el principal desafío que el Gobierno tiene por delante es la imperiosa necesidad de diseñar e implementar políticas públicas robustas y audaces que no solo estimulen vigorosamente la producción nacional, sino que también se traduzcan en una generación sustancial de empleo.
El objetivo primordial es y debe ser reorientar la economía hacia la gente, poniendo el foco y el esfuerzo en mejorar la calidad de vida y la capacidad económica individual de cada ciudadano argentino.
Daniela Aruj es consultora política
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