Se preparó para una fiesta masiva y terminó como un meeting de unos pocos. El pabellón 5 del Centro de Costa Salguero mostró lo definitivo para Juntos por el Cambio cerca de las 00.30 de este lunes. Alguna sonrisa en la cara de María Luján Rey, precandidata a diputada por la Provincia de Buenos Aires; pocos grupos de asesores a la espera de alguien, un Mago sin Dientes que sólo miraba la pantalla de su celular y el DJ con la bandeja en la mano camino hacia la puerta de salida. Contracara de La Chacarita, en donde estaba el bunker del Frente de Todos. Pero con la esperanza de la premisa de Mauricio Macri de mirar hacia octubre.
A lo largo de la jornada el clima poco varió al de su conclusión. La militancia ruidosa que caracterizó a la gestión del Pro y posteriormente Cambiemos no se hizo presente en el inmenso salón decorado con pantallas led a los costados. Un listado musical integrado por Wisin, Daddy Yankee y Paulo Londra intentó corromper y dibujar una tarde que mostraba la preocupación por los rumores de derrota y después por la falta de datos por parte del sistema de cómputos.
"Macri va a hablar a las 11.30 de la noche", decía un off the record al paso a las nueve y cuarenta y cinco, cuando ya había pasado más del tiempo estipulado para conocer los sufragios de, al menos, 10% de las mesas de los cuatro principales distritos del país, tal cual la orden de la jueza María Servini.
Pero la información del off the record no se cumplió. El presidente salió a su público a las 10.15. Una hora y cuarto menos de lo estimado. Sus palabras terminaron de echarle agua a lo consumado. "Hemos tenido una mala elección", le contó a su gente. No fue revelador. Puertas para adentro se sabía que el número era más pesado del que se suponía. Pero una confirmación por parte del líder siempre duele más y termina por disipar atisbos de errores de datos.
Elisa Carrió subió sola al escenario e intentó encender algo que se había apagado. La prensa esperaba ya las palabras de Macri en la conferencia. Lo de Carrió no estaba en los planes. Carrió no creyó nunca en agosto. El líder del cuadro fue más cauto: pidió trabajar más desde hoy. Una misma línea cruza a todos por igual: la desazón.
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