Cuando el año pasado diseñamos el escenario político para el 2020, habían cuestiones fáciles de prever: primero, que la relación entre el Presidente y la Vicepresidente iba a ser clave en el oficialismo; segundo, que se entraba en un año económico difícil, en el cual los indicadores sociales no iban a mejorar, sino incluso a empeorar algo; tercero, que la renegociación de la deuda externa iba a ser el tema económico más importante a resolver; cuarto, que para el kirchnerismo ganar influencia en el Poder Judicial iba a ser prioridad. Todo esto fue más o menos así, pero no pudimos prever el imponderable: la pandemia.
Fue un hecho imprevisto a nivel global cuyas consecuencias y alcances todavía son difíciles de prever.
Se ha hecho evidente que vamos en lo internacional a un mundo más nacionalista y menos multilateral. La nacionalización de las vacunas y la falta de acción concreta por parte del G20 son algunas evidencias. Ambas situaciones tendrán consecuencias en la Argentina 2021.
En principio, la elección legislativa de octubre y el anticipo de las PASO de agosto -que podrían suspenderse- serán el hecho político-electoral central que ordenará las acciones de los políticos. Pero un año hasta la elección es un escenario impredecible en hechos y en tiempos. La Argentina está viviendo una gran aceleración política combinada con una crisis no resuelta y los problemas que derivan de la pandemia, más imponderables como la rebelión policial bonaerense, vuelven imprevisible lo que puede suceder en meses e incluso en semanas.
Analizando la política en términos convencionales, el punto de partida es que pese a la caída de la imagen del Presidente en los últimos meses, él, como figura más relevantes en términos electorales dentro del oficialismo, y el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, en la oposición, sin ser candidatos serán quienes influyan en el proceso electoral. Hoy parece más consolidado en su espacio la figura de Larreta que la de Fernández en el oficialismo.
Es que la figura de la vicepresidente Cristina Kirchner aparece con una cuota de poder y una decisión para usarlo que será un hecho ineludible en el escenario político de 2021 y es probable que ella tenga más influencia en la definición de las candidaturas que el propio Presidente.
Que Larreta y Alberto Fernández sean quienes tienen mejor imagen en los dos espacios principales muestra que los moderados están ganando. Pero está creciendo una política no convencional que cuesta ser entendida por los analistas, como está sucediendo en todo el mundo occidental. Es lo que puede sintetizarse como el partido de los enojados. En la Argentina hay condiciones sociales para el surgimiento de una alternativa de estas características, lo que sucede es que no ha encontrado un referente o líder a través del cual estructurarse. Esta fuerza política se identifica con el que se vayan todos y la antipolítica, se nutre de los que están desesperados por la inseguridad, sobre todo en los sectores más populares del Gran Buenos Aires; de la clase media que bajó su nivel de vida e ingresos; y los que dicen estar hartos de la corrupción. Para ellos no hay demasiadas diferencias entre Cristina, Alberto o Macri, aunque en el plano de la política formal ellos aparezcan con alternativas diferentes y antagónicas.
En el plano electoral, un dato central es si el peronismo va unido o dividido. Si concurre fragmentado, aumentan las chances de la oposición. Pero al peronismo unido es difícil ganarle, sobre todo en la elección legislativa. El peronismo perdió en 2013, 2015 y 2017 porque Sergio Massa lo dividió. Cuando Cristina lo reunificó, entonces ganó la elección. Sobre cómo vaya a resolverse este tema se pueden construir hipótesis pero no certezas.
No hay que subestimar a Cristina Kirchner como actor político en el escenario argentino. Su ofensiva para construir poder seguirá en marcha en la Justicia y los medios.
En la política exterior, la relación con Estados Unidos no será fácil, pese a la llegada de Biden al poder. La Argentina buscará acercarse más a China con temas como la incorporación al proyecto geopolítico de la Nueva Ruta de la Seda, la opción por la tecnología G5 de la empresa Huawei, y con el uso y ampliación del swap en yuanes que integran las reservas del Banco Central.
La situación social será difícil y severa: desempleo, pobreza y desigualdad serán difíciles de revertir, terminando 2020 con indicadores similares al 2001 y en algunos casos peores. Lo mismo sucederá con la seguridad pública, que seguirá siendo el problema acuciante, sobre todo para los sectores de menores ingresos.
Pero la evolución de la pandemia, y en particular la vacunación, serán la variable principal para el contexto político. Y en Argentina, como en todo el mundo, es un tema donde impera la imprevisibilidad.
Rosendo Fraga es Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría
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