Pero esa es otra cuestión. La del presente muestra como dato central una diáspora muy grande en el justicialismo, que para dirigentes de la talla del gobernador Juan Manuel Urtubey -uno de los presidenciables que tiene hoy el PJ-, plantea
un panorama "bien difícil". Con crudeza extrema, el gobernador salteño califica al peronismo hoy como "marginales del poder". Y lo grafica asegurando que hoy el partido está "peor que en el 83, cuando al menos gobernaban dos provincias grandes. "Hoy solo tenemos Córdoba, y además es el peronismo cordobés, que es especial", aclara.
En efecto, el peronismo cordobés no forma parte de la estructura oficial del PJ. De hecho, su líder, José Manuel de la Sota, suele reivindicar
"el cordobesismo" a nivel provincial, pero que también extiende al peronismo local, que supo arrebatarle en 1999 al radicalismo una provincia que había gobernado desde el 83.
Hoy en cambio la provincia más importante que gobierna el peronismo es, por densidad demográfica, Tucumán. Y sobre todo perdió la provincia de Buenos Aires, a la que el PJ en su conjunto jamás pensó que dejaría de gobernar,
así perdiera Daniel Scioli la presidencia.Con todo, en sus distintas versiones el peronismo gobierna 15 de los 24 distritos del país. Un poder con "gusto a poco", a juzgar por los dichos de los propios dirigentes justicialistas, que reconocen como problema más grave la inexistencia de liderazgos capaces de pararse con posibilidades de volver al gobierno.
Porque como "partido de poder", el PJ sufre mucho estar fuera del mismo.
La referencia permanente que se plantean los dirigentes del partido fundado por Juan Domingo Perón es la situación planteada a partir del 83, cuando una renovación partidaria desplazó las viejas caras y posibilitó el acceso del peronismo al poder por primera vez desde el retorno de la democracia. Al enumerar las diferencias con esos tiempos nos encontramos con un peronismo que en realidad no había sido desplazado a través de las urnas, sino por un golpe. Y fue "lo nuevo" cuando el gobierno radical se vino en picada.
Pero previamente había ganado una elección de medio término, en tiempos en que los mandatos presidenciales todavía eran de seis años.
La renovación partidaria se dio en elecciones que ganó el sector "renovador" que compitió por afuera de la estructura oficial del peronismo, y allí sobraban las caras nuevas y no tan nuevas, pero al menos sí renovadoras:
Antonio Cafiero, Carlos Grosso, José Manuel de la Sota y José Luis Manzano eran parte de esa renovación que luego fue vencida por
Carlos Menem en las únicas elecciones internas que se recuerdan en el justicialismo. Obviamente todo el peronismo se encolumnó luego detrás del riojano.
No fue muy original
Sergio Massa entonces cuando en 2013 le puso
Frente Renovador a la fuerza que presentó a nivel distrital frente al peronismo oficial encolumnado entonces detrás del Frente para la Victoria. De hecho, el tigrense no buscaba ser original, sino más bien recoger aquella mística del 87 y reeditarla en las elecciones sucesivas. Es lo que aún pretende. Con diferencias de época que se plantean a partir del hecho de que la fuerza que comanda no está integrada solo por peronistas. Señal de los tiempos que se viven, en que los partidos políticos tradicionales han cedido espacio a partir de 2001. De hecho,
el partido dominante en la coalición de gobierno es uno que nació tras la crisis política de principios de siglo.
La característica saliente del peronismo post 2015 es su nivel de atomización. Que se percibe en todos los niveles. De las 15 provincias que dijimos gobierna el peronismo, cinco corresponden a sectores que no estuvieron alineados los últimos años con el PJ orgánico. Entre ellos incluimos a Misiones, gobernada en realidad por un frente provincial donde conviven peronistas y radicales, que estuvo fuertemente encolumnada detrás del kirchnerismo durante esa gestión.
La diáspora se ve con los intendentes, obsesionados por constituir otro polo de poder dentro del partido, que han recreado hasta ahora tres grupos: el Esmeralda y el Fénix, constituidos por intendentes básicamente del Conurbano, y El Establo, una suerte de tercera posición, que se constituyó en Cañuelas y que tendría como cara nacional visible al ex presidente de la Cámara de Diputados
Julián Domínguez. Algunos consideran un cuarto sector al grupo Patria, compuesto por cristinistas puros, pero sus miembros forman parte a su vez de algunos de los tres grupos ya mencionados.
Pero donde más expuesta está la atomización es en las cámaras legislativas, donde los sectores se miden en decenas. En la Cámara de Diputados de la Nación, hay en total 37 bloques, muchos de ellos unipersonales.
El peronismo oficial es el bloque FpV-PJ, compuesto por 70 miembros y presidido por Héctor Recalde, sector del que a poco del cambio de gobierno se desgajó el bloque Justicialista, de 17 diputados, y luego el Peronismo para la Victoria (6 miembros). Está también el massismo, denominado Federal Unidos por una Nueva Argentina (23); los delasotistas de Unidos por una Nueva Argentina (6); los escindidos del massismo de Juntos por Argentina (4); los puntanos de Compromiso Federal (3); el Frente de la Concordia Misionero (3); los dasnevistas de Trabajo y Dignidad (2); y los unipersonales Avanzar San Luis; Brigadier General Juan Bautista Bustos; Chubut Somos Todos; Compromiso con San Juan; Cultura, Educación y Trabajo; Libertad, Valores y Cambio; Movimiento Solidario Popular; Primero Tucumán; Proyecto Sur, y Unión por Entre Ríos. Total, 19 bancadas. O sea que más de la mitad de las que integran la Cámara baja corresponden a peronistas en sus diversas vertientes.
En el Senado el panorama no es tan distinto. De 20 bloques que componen el cuerpo de 72 miembros, 13 se referencian en el peronismo. Comenzando por el PJ-FpV que conduce Miguel Pichetto, compuesto por 38 senadores; el bloque Justicialista San Luis (2); Partido Justicialista La Pampa (2); y los unipersonales del dasnevista Chubut Somos Todos; Federalismo y Liberación (Carlos Menem); Frente Popular; Justicialista 8 de Octubre (Juan Carlos Romero); bloque Misiones; bloque Pares; Producción y Trabajo; Proyecto Sur ("Pino" Solanas); Santa Fe Federal (Reutemann), y el delasotista Unión por Córdoba.
La dispersión se advierte sobre todo en la provincia de Buenos Aires, en cuya Cámara baja hay 9 bloques, de los cuales 6 son peronistas: Frente Renovador (20 miembros); Frente para la Victoria (17); FpV-PJ (13); Peronismo para la Victoria (6); Justicialismo Bonaerense (2) y Peronismo Bonaerense (1).
En el Senado provincial no tiene por qué ser diferente. Ahí hay 8 bloques y 6 de ellos celebran hoy el Día de la Lealtad, a saber: Frente para la Victoria (8 senadores); Partido Justicialista (3); Frente Renovador (9); Bloque Peronista (6); Justicialismo Bonaerense (2), y PJ Néstor Kirchner (1).
En la Legislatura porteña tardó un poco más, pero la fractura también llegó. Aunque en este caso los bloques peronistas no son mayoritarios: de 15 que hay en total, solo 5 son de ese sector: Frente para la Victoria (8); Bloque Peronista (3); Corriente Nacional de la Militancia (1); Frente Renovador (1), y Sindical Peronista (1).
Para la búsqueda del liderazgo que pueda catapultarlo al poder en 2019, compiten muchos, por adentro y por afuera del PJ, pero hoy por hoy los únicos que no ocultan sus aspiraciones son el salteño Juan Manuel Urtubey y el renovador Sergio Massa. No faltan quienes siguen apostando a un regreso de Cristina Fernández de Kirchner, y quienes enarbolan el nombre de Florencio Randazzo, frustrado precandidato presidencial en 2015. Lo cierto es que en este marco de dispersión, curiosamente los nombres no son muchos, y ese es precisamente el mayor déficit que reconocen los propios peronistas. La necesidad de un liderazgo pleno resulta imprescindible en un partido como el Justicialista, donde -bueno es decirlo, sobre todo un Día de la Lealtad- el que gana gobierna y el que pierde, si el que ganó es peronista, se encolumna.