Detrás de los asesinatos de Brenda, Lara y Morena hay un enfrentamiento entre clanes de narcos por el control territorial en la zona del AMBA por la venta de la sustancia.
La investigación por el triple crimen apuntan a un trasfondo narco vinculado a la comercialización de Tusi, una droga sintética que en el último tiempo ganó espacio en el mercado argentino, por su precio accesible y el poder de cada dosis. Claudio Izaguirre, titular de la Asociación Antidrogas de la República Argentina, aseguró que detrás de la enorme mayoría de los homicidios vinculados al narcotráfico hay "una guerra feroz por el control de la venta de Tusi", con clanes criminales enfrentados por territorio y clientela en el área de la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano.
"Pequeño J viene de una familia narco peruana y llegó para abrir una nueva boca de expendio", señaló Izaguirre, al describir la lógica de expansión de estas organizaciones.
Según su análisis, los grupos dedicados a este negocio "entran y salen de los países como fantasmas, siempre por fuera de los radares", lo que les permite mantener la provisión constante de estupefacientes sin ser detectados por las autoridades.
En ese marco, el especialista explicó que el Tusi —también conocido como "cocaína rosa"— tiene una particularidad: "Es la droga más vendida y no se puede estirar; quienes la consumen saben que no está adulterada". Esa condición, agregó, hace que los niveles de demanda sean altos y que el control del mercado sea disputado con ferocidad.
Izaguirre sostuvo que la comercialización de la sustancia se da en dos variantes: la que llega de origen, directamente elaborada en laboratorios internacionales, y la que se confecciona en territorio argentino. "Pequeño P llevaba adelante ambas modalidades, forma parte de una organización internacional dedicada a la venta de drogas, que le daba espacio propio para que tuviera su negocio", puntualizó.
El referente de la Asociación Antidrogas planteó incluso un costado cultural en la dinámica de venta: "Comercializan la droga como si fuera un hecho religioso, es como la venganza del Inca sobre el invasor, sobre el hombre blanco". Ese trasfondo simbólico refuerza la identidad de quienes manejan la distribución y legitima las acciones de violencia como un mecanismo de poder.
En relación con las víctimas del triple crimen, Izaguirre advirtió que muchas veces los clanes utilizan a jóvenes mujeres para tareas de logística, traslado o incluso como fachada. "Hay un tema con las chicas, la prostitución y el 'mexicaneo' de la droga, que no pocas veces desemboca en ajustes de cuentas", explicó.