Hace años que millones de argentinos sufren hambre. No hay política más prioritaria que proteger la integridad física y mental de los niños y las niñas.

La política debe promover una mejor la calidad de vida y transformar positivamente una sociedad. Por eso, cuanto más próxima esté toda la comunidad de la actividad política, más cerca estaremos de una sociedad democrática, moderna y desarrollada que desea emerger.

Debemos entender que es la sociedad la que debe promover esta transformación. Hace años que millones de personas sufren hambre en Argentina.

Cada vez más niños y niñas están desnutridos o malnutridos. Esto además de ser una tragedia, es un suicidio como sociedad. Sabemos que no es una cuestión de escasez de comida. Es un problema de organización y de distribución desigual. Se trata de garantizar un derecho humano básico y esto no puede depender de la volatilidad de los precios internacionales de los alimentos, de los vaivenes electorales, ni puede estar sujeto a la política económica de un gobierno en particular.

Los alimentos no son una mercancía cualquiera y por lo tanto no pueden regirse por las mismas normas que cualquier otro producto de consumo. La alimentación es un derecho de las personas. Bien tenemos en claro que el hambre es una urgencia social.

No hay política más prioritaria que proteger la integridad física y mental de los niños y las niñas. La falta de estímulos adecuados, la carencia de afecto y el hambre de un chico o de una chica constituyen una inmoralidad. La carencia nutricional, como sabemos, produce un impacto tremendamente negativo en el desarrollo neuronal. Es así que cuando el Estado desprotege a una niña y un niño, estamos vedándole el presente y arrebatándole el futuro a alguien que necesita como nadie de su comunidad y de las instituciones públicas. Esto lo sabe la ciencia pero lo resuelven las políticas públicas. Por eso, resulta imprescindible que las instituciones, los partidos políticos y la sociedad nos unamos para tomar las decisiones y llevarlas adelante.

La alimentación es un derecho de las personas. El futuro no perdonará a las políticas que abdiquen del compromiso social, el desarrollo y el conocimiento. El crecimiento económico por sí solo no erradica la pobreza, a menos de que vaya acompañado de una mejora en la calidad educativa. La política del conocimiento requiere la convicción social de que las personas son nuestro principal capital. Y los líderes deberán entenderlo también. Estemos seguros de que después de dar este primer paso indispensable para ganar la batalla contra el hambre, y de hacerlo unidos como sociedad, lograremos el valor y la autoestima social que necesitamos las argentinas y los argentinos para nuevos propósitos y nuevas metas de desarrollo y equidad. Debemos hacerlo.

Facundo Manes es neurólogo y neurocientífico. Presidente de la Fundación INECO .

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