"A vos no te va tan mal, gordito". La frase presidencial resonó en los parlantes que difundían sus palabras. Secas, duras, lapidarias, esa frase lo llevó a Valenzuela a pasar diez días en un calabozo por desacato a la figura presidencial.
Pero el "gordito" en cuestión sólo había estado dentro de un grupo de neuquinos que decían tener hambre. El Plan Austral estaba alicaído y los manotazos de ahogado de los radicales gobernantes resultaban insuficientes para acallar las protestas de los trabajadores y de aquellos que engrosaban las listas de los sin trabajo. Valenzuela era uno de ellos. Tenía 33 años y su única ambición era su bienestar y el de su familia.
Pasados los años, y gracias a Jorge Guinzburg, ambos se juntaron. La reunión se realizó en un estudio de televisión y Valenzuela recordó con una sonrisa en los labios lo ocurrido en su Neuquén natal.
"Era un hombre de una gran honestidad y no creo que aparezca otro presidente como él", sostuvo Valenzuela en 2009. No fue un secreto que Alfonsín, durante los duros años 90, metiera su mano en el bolsillo para compensar con dinero la situación difícil de la familia de quien le había reclamado por tener hambre más de 20 años antes. La cifra se la llevará Valenzuela a la tumba, pero reconoció que en vida el ex presidente lo ayudó con una promesa que había cumplido.
El hombre se mudó a Cutral-Có y desde ahí siempre quiso saber qué hacía el ex presidente de los argentinos entre 1983 y 1989. Leía sus declaraciones y hasta lo consideraba como un "padre" a la distancia. "Si hasta me dio consejos como si fuera un padre", recordó el "gordito".
Ya nadie lo ayudará. No habrá nadie que desde un escenario le endilgue no estar tan mal. Sus hijos no tienen ayuda ni tampoco trabajo ni vivienda. Y hasta el hijo del ex presidente, Ricardo Alfonsín, se emocionó cuando volvieron a cruzarse. Pero por un tiempo tuvo su cuarto de hora y nadie le quitó el mote del "gordito de Alfonsín".