A lo largo del año, Del Potro tuvo dos momentos de éxtasis. El primero, memorable, fue la semana en Río de Janeiro. Allí se sacó de encima a Novak Djokovic y Rafael Nadal, dos de los tenistas más importantes del circuito. Aunque cayó con Andy Murray en la final, se llevó una medalla de plata, algo impensado apenas conoció el cuadro. Algo impensado a principio de año.
Antes, encima, había vencido a Stan Wawrinka en Wimbledon.
Pero a fin de año se vengó de Murray. Lo enfrentó en un partido increíble, en Glasgow, la ciudad natal de su verdugo en Brasil. Y lo venció en cuatro sets desplegando un tenis militar, con una violencia digna de un asesino serial. Con ese partido, Argentina volvió a meterse en la final de la Copa Davis.
Sin embargo, aunque la ATP lo reconozca —es el gran candidato— y le dé el premio, el gran logro que pretende llevarse a su casa en Tandil es otro: quiere volver de Zagreb, Croacia, con la Ensaladera en la valija.