El tenista ganó un partido memorable con la pierna prácticamente inmovilizada. Más allá de este resultado, el propio Schwartzman siempre rescató su capacidad de autosuperarse.

Con la pierna prácticamente inmovilizada, Diego Schwartzman tuvo el logro más importante de su carrera. Le ganó 7-6 7-5 2-6 6-2 a Lucas Pouille y así levantó los aplausos de todo el estadio en el Abierto de Estados Unidos.

Más allá de este resultado puntual, el Peque vive el momento más importante de su trayectoria. Lo deseó desde que empezó la escuelita de tenis en el Náutico Hacoaj cuando tenía seis años, pero antes de darle exclusividad a la raqueta, Schwartzman también jugó al fútbol. Fanático de Boca, estuvo con amor dividido entre ambos deportes hasta los doce años. Allí eligió seguir el camino de la raqueta.

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El tenista forjó gran parte de este presente de la mano de su entrenador: Juan Ignacio Chela, quien había llegado a Cuartos de Final en Roland Garros. El "Flaco" le dio mayor impulso a su drive, lo convirtió en un jugador más ofensivo y, principalmente, entre los dos lograron maximizar el juego de ángulos. Si bien el saque, por su altura, no es de los más eficaces, Schwartzman logró convertirlo en un golpe firme del cual puede depender.

Justamente sobre su altura, en una entrevista a la revista Gente en 2015, el tenista de 25 años había dicho: "Yo no para de pensar en el tema de mi altura. Me preocupaba mucho no crecer, pero fui creciendo y empecé a pensar a corto plazo". Diego mide 1,70. Doce centímetros menos que el promedio de los tenistas y, por ejemplo, 28 centímetros menos que Juan Martín Del Potro.

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Más allá de esta situación, Schwartzman encontró variantes para hacer que su saque no sea un golpe débil, sino que lo acompaña a lo largo de su juego.

Su 2017 es, sin dudas, el mejor año de su carrera. No sólo por esta actuación en el Us Open, en la que venció al quinto preclasificado Marin Cilic sino también porque le ganó –hace menos de un mes- al austríaco Dominic Thiem, quien está octavo en el ranking mundial.

Con una sonrisa en la cara, como se lo ve en sus encuentros, Schwartzman tiene dos grandes amigos en la profesión. Los ex tenistas Juan Mónaco y Mariano Zabaleta fueron dos de las personas en los que él se apoyó, según explicó en varias entrevistas.

Después de mucho luchar, el tenista encuentra su camino en el ranking mundial y, sobretodo, disfruta del presente en el Abierto de Estados Unidos.

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