Stan Wawrinka ganó el US Open, algo no menor. Todo lo contrario. Fue 6-7, 6-4, 7-5 y 6-3.
Y se lo ganó al número uno, a un Novak Djokovic que jugó a full aun no estando bien físicamente. Hay que ganarle a Nole aun no estando Nole en su mejor forma. Y el suizo lo hizo,
jugando un tenis brillante, sin fallas, implacable con la derecha y su revés a una mano fantástico, desde hace años de lo mejor del circuito. Jugando una final
como si se tratase de una primera ronda en cuanto a rendimiento corporal. Pensar que el británico Daniel Evans lo tuvo match point en tercera ronda, en el cuarto set, ganando luego en cinco. Pasó bien a Marchenko pero
tuvo que extremarse ante Juan Martín del Potro, por el nivel de Delpo y por toda la atracción que generó Delpo en el ambiente neoyorquino, portándose como un señor cuando demoró servir para partido permitiendo que el argentino recibiese una ovación que el mundo del tenis no olvidará. Y después, nada fácil en su semi contra
Nishikori, otro rival peligrosísimo, ascendente como él, liquidado en lo físico pero "tirador" hasta la última gota de sudor.
Sin dudas, Wawrinka mereció ganar el torneo, el último Grand Slam del año, tercero de su cosecha tras el Australian Open 2014 y Roland Garros 2015. Se quebraron con Nole en el primer set y fueron a tie-break, donde el serbio paseó, 7-1. La misma historia parecía pintarse en el segundo parcial hasta que el suizo metió un segundo quiebre en el décimo game y se llevó el set 6-4. Y en ese intercambio violento de fondo, otro quiebre de más también en el filo del set le dio el 7-5 a Wawrinka coincidiendo con una merma física en Nole, que al rato lo haría pedir trainer por tener ampollados los dedos de los pies. El cierre fue letal, Wawrinka no se distrajo, siguió gastándolo a Nole hasta la capitulación final del uno del mundo, que le dispensó la mejor de las felicitaciones. Para Stan Wawrinka, el gran campeón.