Tradicionalmente, los eclipses han generado gran expectativa, fascinación y hasta temor. Asistimos en estos días a una seguidilla y, aunque no podemos verlos, podemos sentirlos. Un buen momento para conectarse con el interior de uno mismo y conocerse mejor.

La palabra "eclipse" proviene del latín "eclipsis", que a su vez viene del griego "écleipsis", que significa desaparición. Un eclipse es el fenómeno que sucede cuando un astro queda oculto de manera momentánea por la interposición de otro cuerpo celeste, parcial o totalmente. Existen eclipses del Sol y de Luna, que ocurren solamente cuando el Sol y la Luna se alinean con la Tierra de una manera determinada. Esto sucede durante algunas lunas nuevas y lunas llenas. Todos los años se producen algunos tanto de Sol como de Luna.

Eclipse lunar: La Tierra se interpone entre el Sol y la Luna, oscureciendo a esta última. Esto solo puede ocurrir en luna llena. Los eclipses lunares se dividen a su vez en totales, parciales y penumbrales.

Eclipse solar: La Luna oscurece el Sol, interponiéndose entre él y la Tierra. Esto solo puede pasar en luna nueva. Los eclipses solares se dividen a su vez en totales, parciales y anulares.

En la antigüedad, los eclipses, eran calculados de una forma muy distinta de como se los calcula ahora, y eran momentos temidos. Épocas en las que los seres humanos vivían conectados con la naturaleza y con las estrellas. Claro, no había ni cemento, ni luces, ni internet que los distanciara de los eventos que ocurrían a su alrededor, y de los que sentían en sí mismos las consecuencias. Ellos podían ver con claridad que cuando había un eclipse, por ejemplo, los animales se comportaban de una manera diferente de la habitual.


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Aunque las fuerzas magnéticas y vibratorias que manifiestan estos eventos no se observan con los ojos físicos, afectan al campo energético de los seres vivientes del planeta. Según los expertos en astrología, los eclipses nos afectan porque implican cierta influencia en nuestras vidas; expresan un cambio de energía en la oleada de energía que habitualmente recibimos del Sol y de la Luna. Los expertos señalan que los eclipses, gracias a esta influencia, pueden colaborar en el impulso de situaciones que estaban en proceso. Imaginemos las cualidades del sol o la luna, en un plano simbólico, transfiriéndolo al plano emocional; esas energías llegan y cuanto menos movilizan el mundo interno. Si no hay conciencia de este proceso interno y cómo se moviliza, igual se puede experimentar algún tipo sensación diferente, que podría no tener causa aparente, al margen de la realidad de cada persona.

El Sol y la Luna tienden a ser entendidos como simbolismo de factores conscientes e inconscientes, racional y emocional, respectivamente, al oscurecerse o desaparecer en un eclipse, generan un "conflicto" que provoca una movilización. Dicha movilización puede despertar un reordenamiento de asuntos que demanden mayor atención y energía.

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