las dos imagenes de la virgen de caacupe talladas por el guarani jose.
VIRGEN DE CAACUPE, LLENA
DE AMOR, HISTORIAS Y MAGIA
Sinónimo de la fe de la nación guaraní, esta advocación de la Virgen transformó a una ciudad en el centro espiritual de Paraguay
Caacupé es hoy una ciudad paraguaya que hace unos 400 años recién comenzaba a ser un pueblito. Caacupé, en idioma guaraní significa “detrás del monte”. Está asentada en la cumbre de un cerro homónimo, desde donde se puede visualizar el lago Ypacaray, y está rodeada de valles verdes y cerros. Ubicada a 54 km. de la ciudad de Asunción, Caacupé se convirtió en el centro religioso de la fe cristiana de Paraguay.
La historia de fe en ese pueblo es hoy bastante borrosa debido al tiempo transcurrido y la escasez de documentos que hablan acerca del asunto, pero en rasgos generales, todas las historias coinciden en ciertos puntos esenciales.
Aparentemente, esta advocación de la Virgen María nació entre fines del siglo XVI y principios del XVII, cuando un “indio converso” -se trataba de un guaraní que había sido evangelizado por los franciscanos, religiosos, que junto a los presbíteros guerreros jesuitas tuvieron gran incidencia en la zona del litoral argentino y el Paraguay- al que algunos identifican con el nombre de José, proveniente del pueblo de Atyrá, incursionó en busca de alimentos y madera en las tierras aledañas a lo que luego sería Caacupé, zona que por esos años era inhospitalaria para los intrusos que buscaban institucionalizar al Dios europeo, ya que estaba poblada por los mbayá, una etnia indígena que no se dejó evangelizar por los españoles y que alguna vez había sido víctima de los ataques de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, por lo que fueron considerados salvajes.
La Virgen lo protege
Según cuenta la historia, el joven guaraní, cuyo oficio era el de escultor, se cruzó en el monte con los mbayá que lo corrieron para matarlo. En medio de su desesperación, José rogó a la Virgen que lo saque con vida de esa infortunada aventura y le prometió que, de ser así, esculpiría una imagen en su honor.
Cuenta la leyenda que la imagen de la Virgen María se le apareció y dijo: “Caaguy Cupe-pe”, que traducido significa “detrás de la yerba”, haciendo referencia a una planta de yerba mate (N. de la R.: los dioses de la yerba mate son Caá Yará y Caá Yarí) que había en el lugar. José se ocultó y efectivamente, María lo protegió y los mbayá no lograron hallarlo, por lo que pudo librarse de la amenaza.
Así, una vez fuera de peligro, el guaraní tomó la madera de ese tronco que lo refugió y la utilizó para tallar una escultura en honor a María. Del tronco surgieron dos tallas; la mayor fue destinada a la Iglesia de Tobatí y la más pequeña la conservó en su poder, para su devoción personal.
Años después, la gran inundación que produjo el lago de Ypacaray amenazaba con destruir los poblados cercanos y los frailes franciscanos, acompañados de los habitantes de la región, organizaron rogativas pidiendo la tranquilidad de las aguas.
Se cuenta que el padre Luis de Bolaños bendijo las aguas y éstas retrocedieron hasta sus límites actuales; junto con la calma, apareció flotando un maletín sellado que encerraba en su interior una imagen de la Virgen, que fue reconocida por los presentes como la misma que José tallara años atrás. Desde entonces el pueblo la llamó la “Virgen de los Milagros”.
Luego, aquel escultor se instaló con su familia en esos valles, con la seguridad de que la Virgen María siempre lo cuidaría. Construyó un humilde oratorio, y éste, a su vez, como un imán atraía pobladores en su entorno, constituyéndose un poblado conocido primeramente como “de los ytuenses”. Por 1765, la zona ya era conocida como el valle de Caacupé, costumbre que iba arraigándose. El 4 de abril de 1770 se toma como referencia la fundación de Caacupé.
Por ser una imagen de la Inmaculada Concepción, todos los 8 de diciembre se celebra la fiesta de María de Caacupé y los peregrinos llegan por millares al santuario a demostrar su amor y gratitud a la Madre de todos, a la “Virgen Azul de Paraguay”.