Señor director:

Vivimos en una sociedad que margina cada vez más a los viejos. Les voy a dar un ejemplo: el champú y el acondicionador (o crema enjuague) vienen con letra tan chica, que difícilmente un joven de veinte años lo pueda leer. Mucho menos lo hará una vieja de setenta o de ochenta años. Como se sabe, después de los 45, más o menos, todos empiezan a sufrir la famosa presbicia. Y para ver esta letra pequeña, necesitan usar anteojos. Así que, una persona estira la mano bajo la ducha, agarra el champú y resulta que no es el champú, es el acondicionador. O viceversa, busca el acondicionador y vuelve a ponerse más champú. Lo que menciono es tan sólo un ejemplo. Si quieren les doy otro: montones y montones de viejos, todo el tiempo, están en alguna parada de colectivo. Cuando llega el micro, ¿qué ocurre? Para subir un par de simples escalones, tienen que pasar por un calvario. Eso es algo que se ve a cada rato. ¿Por qué seguimos viviendo de esta manera? Decididamente, nuestro grado de conciencia sobre lo que vivimos es muy escaso.

Mónica Alvarez
Jubilada Santos Lugares

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