En el marco de la entrevista con DIARIO POPULAR, el ex arquero paraguayo relató varias historias futboleras en primera persona. De sus inicios a Bielsa, pasando por Japón, momentos para coleccionar 

Un viejo enemigo lejos de casa

"En el 79 Olimpia salió campeón de la Copa Libertadores y de la Intercontinental, y yo ese mismo año me fui a probar al club. Tenía 13 años y, cuando llegué, el DT, un uruguayo que no voy a nombrar, me preguntó en qué puesto jugaba. Me puso veinte minutos y cuando terminamos, me dijo: 'Chilavert, por favor no venga nunca más, como usted tengo miles acá, no me haga perder el tiempo'. A la salida, mi padre me preguntó qué me había dicho. 'Que soy un desastre', le contesté. Volví a mi ciudad, a Luque, donde había cinco arqueros. Caminaba 7 kilómetros para llegar al club porque no tenía para el pasaje. El primer día fui suplente, al segundo no había arquero, estaba yo solo, y quedé titular para mi categoría, a una semana para fichar. Así empezó todo. Muchos años después, cuando llegué a Peñarol (2003), tomé un taxi en el aeropuerto. 'Hola, Chilavert, ¿usted se acuerda de mí?', me preguntó el chofer. Lo miré bien y dije: '¡cómo me voy a olvidar de su cara! Usted fue el hombre que tuvo una visión terrible hacia mi persona, pero mire: usted es taxista y yo sigo jugando al fútbol'. Manejó todo el camino sin hablar. Nunca trates mal a un chico, porque jamás lo olvidará. Y si te cierran la puerta en un lado, hay que probar en otro. La vida es un círculo".

Tres autos sospechosos y un pasaje al éxito

"Un domingo de 1985 yo almorzaba con mi familia en Paraguay y de repente tres autos polarizados estacionan en la puerta de mi casa. Cuando vi esa escena, miré a mi padre y le pregunté: '¿vos hablaste algo en contra de Stroessner?'. Por allá se bajó un hombre de uno de los autos: era Alfredo Lantarón, directivo de San Lorenzo. Cuando se presentó, respiré. 'Vengo a llevarlo a la Argentina', me dijo de entrada. '¿Se anima?'. Mi madre y mi padre lloraban, yo tenía 19 años, era menor de edad. '¿A qué hora sale el avión?', le pregunté. Yo ya había sido vicecampeón con Sportivo Luqueño, campeón con Guaraní, y eso para mí era un paso gigantesco. Argentina era Disney porque estaban Fillol, Gatti, Pumpido. Lo que no olvido más es a un periodista paraguayo influyente que apenas se conoció la noticia decía: '¿qué va a hacer este arquerito en la tierra de los mejores arqueros del mundo?'. Bueno, esa es la mentalidad que yo quiero desterrar en mi país. Porque el paraguayo te perdona todo, menos el éxito".

EL MANO A MANO DE CHILAVERT CON DIARIO POPULAR:

Un susto para el colega fanfarrón

"Cuando fuimos a Japón a jugar contra el Milan, estábamos muy tranquilos, sabíamos que cada uno debía cumplir con su obligación y que no podíamos fallar. Los jugadores del Milan nos subestimaban. Cuando salimos caminando por el túnel, los tanos nos miraban por arriba del hombro y se reían. Entonces lo encaré al arquero, Sebastiano Rossi, que medía 1,98 y le dije: 'eres el peor portieri del mundo, ¿de qué te reís? Los vamos a matar'. Y cuando me di vuelta les dije eso a los muchachos: 'hay que cagarlos a patadas'. Así fue. Salimos campeones del mundo porque teníamos un equipazo, pero además era un grupo unido, y cuando tiran todos para el mismo lado se puede complicar a cualquier rival, por más fuerte que sea".

Con un Loco en el avión

"Bielsa es un tipo obsesivo, pretende que los jugadores no fallen, que sean máquinas. Yo le decía que las máquinas también fallan, lo contradecía, y eso no le gustaba. Un día Cardozo declaró que él se sentía más identificado con el sistema de Cappa, y Bielsa vino y nos maltrató, nos dijo cobardes. 'Acá no hay ningún cobarde, este equipo ganó todo; usted, no', le dije. Entonces él contestó: 'usted no pertenece más al grupo, se va afuera'. Le dije de todo y me dijo que me iba a arrepentir cuando llegara al vestuario. Estuve un mes entrenándome solo. Atajaba (Pablo) Cavallero, el equipo perdió los partidos de verano por goleada y un día nos sentamos mano a mano en una habitación y nos dijimos de todo. Después de eso viajamos a Jujuy en un charter, él sentado a un lado del pasillo y yo, del otro. Empiezan las turbulencias, me agarra del hombro y me empieza a hablar para distraerse:

—Chilavert, ¿usted es feliz?

—Sí.

—¿Y cómo es feliz?

—Viendo bien a mi esposa, a mi hija...

—¿Y cuánta plata gasta usted en sus vacaciones?

—No sé, 30 mil dólares, qué se yo.

—¡No! Eso es una bofetada al pueblo.

—Ah, ¿usted también es socialista con Mercedes Benz? ¿Por qué no le regala los 800 mil dólares que gana a la gente humilde?

—Chilavert, usted es vivo, eh.

—Marcelo, hasta los 7 años le robábamos la comida a los ratones para comer en Paraguay, ¿qué me está diciendo?

Yo conozco las dos partes. La del pobre y la de los privilegios. En Paraguay me bañaba en el patio, con agua fría sacada del aljibe, porque no teníamos calefón. Por eso cuando hablan de que nosotros tenemos suerte, yo digo que la gente ve solamente cuando llegamos a la meta, no el esfuerzo que hicimos para conseguirlo".

Je suis Chilavert

"En 2001, con el Racing de Estrasburgo jugamos la final de la Copa Francia (ante el Amiens) y nosotros teníamos un premio altísimo por ganar. Pero no pateamos al arco y saqué cinco mano a mano. O sea que podríamos haber perdido 5-0. Faltando 5 minutos, tiro libre para nosotros a 40 metros del arco. Salí disparado. El DT, el checo Ivan Hašek, me pedía que volviera al arco y le dije que cerrara la boca. El 9 me dice 'voy a patear yo'. 'Correte', le digo, 'faltan cinco minutos, no pateaste una sola vez al arco y ahora querés patear'. La pelota dio en el poste y salió, me quería matar. En el vestuario, antes del alargue, el DT me dice 'acá manejo yo, usted es un indisciplinado'. Me saqué la camiseta y se la tiré en la cara. 'Atajá vos, hijo de puta'. Me fui al túnel. El tipo me corría: 'quedate, por favor'. Volví, fuimos a los penales y el entrenador me pregunta: '¿usted cuál va a tirar?'. 'El último', le contesté. La serie iba igualada y un francés moreno (Jean Paul Abalo) se paró frente a la pelota, entonces fui y se la pateé. Me insultó, le dije 'tirame a la derecha, estás cagado'. Asintió como diciendo que me iba a tirar ahí. Se paró recto, y la lógica era que pateara adonde yo decía. Le moví la pierna para el otro lado, pero me tiré para la derecha y atajé el penal. Vino a decirme de todo. Yo, tranquilo. El árbitro miraba para la mitad de la cancha para ver quién tiraba. Le toqué el hombro y le dije: 'tiro yo'. El arquero quiso hacerme lo mismo, ponerme nervioso, y lo corté: 'metete en el arco porque te voy a matar, el premio este no me lo saca nadie, ya lo tengo en el bolsillo'. Pateé cruzado abajo y salimos campeones. Al otro día los diarios decían que yo había hecho salir campeón al Racing. Cuando elegí patear último ya soñaba que iba a ser el héroe del partido. La diferencia la hace el que está adelantado a los demás".

Bonus track: cómo conocí a la madre de mi hija

"Cuando jugaba en San Lorenzo, salía del polideportivo y me tomaba el 101, que combinaba con el subte para volver al departamento donde vivía, en Salta y Avenida de Mayo. Marcela era hincha de San Lorenzo y jugaba al tenis en el club. Durante tres semanas la vi pasar con su Peugeot 504 mientras esperaba el colectivo. Un día le hice señas, frenó, la invité a salir y así nos conocimos. Siempre le digo que conmigo apostó a futuro y ganó".

Producción: Pedro Fermanelli

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