El mejor automovilista argentino de la historia falleció el 17 de julio de 2015 y en DIARIO POPULAR elegimos recordarlo con algunas de sus ocurrencias. Entrá y emocionate
El 17 de julio de 1995, exactamente hace 20 años, el automovilismo argentino sufrió su pérdida más grande. Juan Manuel Fangio, más conocido como "el Chueco" abandonó su "mameluco de piloto" para transformarse en la leyenda del deporte motor nacional.

A sus 84 años de edad, el pentacampeón de fórmula 1 y máximo referente del automovilismo en el mundo falleció por una bronconeuimonía. Hoy tendría 104 años. Diario Popular seleccionó cinco anécdotas del "Maestro" para recordarlo en primera persona.

"La primera vez que manejé tenía 10 años. Me subí al auto, arranqué, empecé a andar y cuando vi que podía doblar y frenar tuve la impresión de que el auto tenía vida".

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En la temporada internacional de 1948, después de hacer una excepcional carrera contra el francés Wimille en Rosario, se reencontraron en Palermo dos semanas más tarde. Se esperaba que Fangio se tomara revancha. Sin embargo, por los altoparlantes se anunció el retiro del "Chueco" por desperfectos mecánicos. Tiempo después llego la confesión: "Vos sabes que yo corría con una escoba con cuatro ruedas. Me gusta correr con locura. Pero ese día y en ese escenario mi maquina estaba tan fuera de toda chance de poder mantenerme siquiera a la cola de los demás que me daba vergüenza seguir. La mayoría del pública, al verme correr así, se quedaría desilusionada".

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"Cuando en 1950 gané San Remo, cuando Alfa pensaba retirar los autos por temor al papelón, los tipos, después de que gané la carrera, sabían todo. "Io io sapeva", repetían los italianos. Entonces me preguntan cuánto dinero quería para correr todo el año con ellos. Les respondo que traigan el contrato. "Si, si", contestan todos juntos y lo traen enseguida ¿Dónde tengo que firmar? Pregunté. Y ellos volvieron a cuestionarme sobre el dinero que quería. Los miré a los ojos unos instantes, firmé el contrato y les dije ¨Ahora llénenlo como quieran¨.

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"Cuando yo fui a Europa, había muchos circuitos parque, esos que ahora se llaman circuitos callejeros. Para mí eran todos nuevos y no se usaba ensayar demasiado: había que cuidar los motores para la carrera y no se hablaba aún del coche "muleto", el de reserva. Eso lo conocí recién en 1954, con Mercedes Benz. No había tiempo para adaptarse, para conocerlo bien. Entonces, lo que yo hacía era recorrerlo de noche, cuando quedaba abierto al tránsito normal. Le daba vueltas y vueltas, me iba a cenar, me acostaba, ponía mis manos detrás de la nuca, entrecerraba los ojos y empezaba a girar en el circuito, curva por curva, muchas vueltas. Así me quedaba dormido. Al otro día andaba como si hubiera corrido un montón de veces".

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"Ahora las carreras se pueden soportar mejor. Yo largué una Mar y Sierras con el número 16. Había una niebla que no se veía casi la punta del capó y cada vez que iba a pasar un auto apagaba las luces, apuntaba al bulto y le pasaba al costado. Lo hice un montón de veces. La voy a repetir y noto que el bulto en vez de un auto era un puente ¡menos mal que me di cuenta a tiempo!".

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