Una nueva pieza teatral que narra sobre un mundo inexistente pero con toques inquietantes busca ganarse su lugar en la cartelera porteña con sus presentaciones en el espacio Utaki, a una cuadra de Caminito.

U na muy buena oportunidad para todos los amantes del teatro es la que se presenta el próximo sábado 30 de septiembre y que se extenderá en octubre y noviembre. Sed, la obra que propone un mundo inexistente pero inquietantemente posible, se presenta en el espacio Utaki, en la calle Garibaldi 1675, en pleno barrio de La Boca, y las localidades están disponibles desde 150 pesos. Lorena Szekely es la directora de la obra y definió con palabras contundentes el contenido de la obra.

“Es un grupo de personas que están tratando de conseguir sed de libertad, sed de recuperar la identidad y la memoria que se perdió en este mundo que recreamos en la obra. Hay muy pocas palabras en este mundo y lo que ellos quieren es recuperar esas palabras para ser libres”, comentó la directora. Esta es la segunda temporada de la obra y según contó su directora tiene cambios sustanciales en el contenido ya que pudo ponerla en escena en un lugar diferente y mucho más cómodo. “Tiene modificaciones la obra porque pudimos conseguir un espacio precioso como el Utaki que es una casa/teatro, a una cuadra de Caminito, que nos permitió adaptar la puesta de la manera que queríamos. Adaptamos la obra tipo a 180 grados para que la gente esté bien cerca y de acuerdo de donde se siente, va a poder ver la obra de distintos ángulos”, comentó. Falta el agua y también las palabras. El control del sistema Quincua se ejerce sobre los cuerpos. Para poder lograr este ‘bienestar emocional’ el sistema impone un discurso permitido suprimiendo las palabras que provocan profundas emociones. Un grupo de rebeldes pretende recuperar las palabras prohibidas, su memoria. Palabras más, palabras menos, esta es la descripción de una obra que invita a la gente a ver y disfrutar y que sin dudas tendrán una experiencia diferente.

Sed le propone al espectador un mundo inexistente pero inquietantemente posible. Falta el agua y también las palabras. El control del sistema Quincua se ejerce sobre los cuerpos. Este “nuevo orden” proporciona el agua necesaria para la subsistencia y a su vez domina a la población, manteniendo sus sentimientos sosegados. Para poder lograr un “bienestar emocional” el sistema impone un discurso permitido donde han desaparecido la mayoría de las palabras o se las ha vaciado de contenido. Las palabras permitidas para comunicarse son aquellas que no provocan profundas emociones. En ese sentido su directora asegura que los que estén en la sala sentirán que están debatiendo un tema tan actual como cruel.

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