El autor hizo un extraordinario hallazgo en el “Parque Recreativo y Cultural Paseo El Zapato" de Capilla del Monte: una escultura en piedra similar a las de la Isla de Pascua.

En innumerables ocasiones, durante los últimos 40 años, he realizado viajes de estudio e investigación al cerro Uritorco (situado a pocos kilómetros de la ciudad de Capilla del Monte, provincia de Córdoba,, de casi 2.000 metros de altitud –el más elevado de la cadena de Sierras Chicas– sitio que alcanzó fama mundial tanto por las reiteradas apariciones de OVNIS que vienen teniendo lugar, aún desde tiempos precolombinos, así como por la posible existencia de una ciudad subterránea (que fuera bautizada Erks.) y donde también hay un sitio ceremonial en el cual trabajaron los amautas (chamanes) de los pueblos originarios que habitaban la región.

Lo que es menos conocido es que, a sólo mil metros de la zona céntrica de la Plaza San Martín del pueblo de Capilla del Monte, se encuentra el “Parque Recreativo y Cultural Paseo El Zapato”, bautizado así por la existencia de una roca que, según se mire, pareciera tratarse del calzado de una persona.

He estado investigando el lugar –como digo– desde hace décadas, lo cual me permitió descubrir un centro ceremonial de la cultura comechingón, que fuera utilizado mucho antes de la llegada de los españoles a América, sirviéndoles para mediciones astronómicas.

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¿Zapato o moái ?

Personalmente pude comprobar que aún hoy sigue funcionando y que, desde allí, es factible determinar el momento exacto en que ocurren solsticios y equinoccios. Todo lo cual aún no ha sido estudiado por arqueólogos e historiadores.

Ocurre que para poder hacer estos estudios e investigaciones, me vi obligado a pasar por diferentes momentos del día, del amanecer, el atardecer y de la noche en este centro ceremonial. Y fue a partir de ver cómo actúan los rayos solares sobre esos promontorios rocosos, me fue posible realizar un nuevo y sorprendente hallazgo.

Lo que, desde los tiempos coloniales hasta el presente, se ha denominado “el zapato”, no es tal. Lo que he determinado es que de lo que se está es en presencia de un gigantesco rostro humano cuya mirada, eterna, está puesta hacia un sitio determinado del cielo.

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Sí. No hay tal “zapato.” Esa roca sólo se aprecia como la figura de un zapato cuando se hace una mirada rápida y superficial. Observado con atención suficiente y en detalle, surge –nítida– la escultura de un rostro, con características particulares, mirando al firmamento.

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Hecho el hallazgo, me dediqué a estudiar las especificidades de ese rostro que –en verdad– me resultaba un tanto familiar.

Recuerdo que la primera vez permanecí más de una hora observando desde distintos ángulos. Hasta que entendí la causa de esa sensación de familiaridad.

¡Lo que tenía ante mí no era otra cosa que un moái! Como los que se encuentran en la Isla de Pascua (Rapa Nui, la isla más alejada de todos los continentes; situada en medio del Océano Pacífico), lugar que he visitado varias veces en mi vida.

Un moái (del idioma rapanui “para ser”) es una estatua monolítica humanoide.

Tienen un rostro muy especial, en cuanto hace a su nariz, labios y ojos. Estas estatuas que se encuentran en la Isla de Pascua fueron construidas entre los años 600 D. J. y 1600 d. J.

Atendiendo en detalle la forma del rostro que se encuentra en el Parque Recreativo y Cultural Paseo El Zapato, se destaca enseguida la similitud que tiene con aquellos rostros pascuences. Obvio que se ha utilizado otro tipo de material para hacer la escultura. Los de Rapa Nui son de piedra pómez extraída de la cantera del volcán Ranu Raraku. En el caso del que aquí nos ocupamos, el trabajo fue hecho directamente sobre un gran trozo de la roca que encontraron disponible.

La obra ha sido realizada con tal cuidado, que la nuca de la cabeza apoya sobre otra roca que hace las veces de gran almohada. Es un rostro alargado,sobresaliendo la nariz; tal como sucede con aquellas que se encuentran en Isla de Pascua. ¡Demasiada coincidencia!

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Hasta hoy lo que fue señalado y siendo lo usualmente aceptado, es que se trata de “una forma rocosa originada en forma natural, que por causa y efecto de la erosión de los años, dio a esta roca una forma muy reconocible de zapato.” Hasta allí, la información oficial.

Claro que por el tipo de roca (que no es de gran dureza) las inclemencias climáticas han afectado las capas externas de este monumento. Lo que no quita que aún pueden verse la parte de los ojos, la prominente nariz y el prolongado mentón; iguales a los moáis.

Dicho sea de paso, el mentón también apoya sobre otra parte de la roca base permitiendo notar con mejor nitidez que estamos ante la presencia de un rostro humano.

De la Isla de Pascua al Cerro Uritorco

Que pueblos navegantes como fueron los polinesios (habitantes originales de la Isla de Pascua) hayan atravesado el Océano Pacífico, desembarcado en este continente que habitamos, cruzado los Andes y llegado hasta la zona del Cerro Uritorco, es una posibilidad que no puede descartarse. Pero aún no está probada.

El hecho de este rostro, con su mirada permanente hacia un punto determinado del cielo, tan cercano al santuario comechingón que fuera utilizado para determinaciones astronómicas en tiempos precolombinos, tampoco puede ser una mera casualidad.

Como dijera Godofredo Leibniz (1646/1716) “casualidad es el término que damos a aquellas cosas cuyas causas ignoramos.” Es necesario seguir investigando.

Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, parapsicólogo, filósofo, historiador y escritor. www.antoniolasheras.com

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