Con un pasado lleno de admiración por el cine clásico de terror y los relatos de H.P. Lovecraft, Guillermo del Toro aterrizó en Hollywood hace exactos 21 años con Mimic, un opus de ese género que se convirtió en éxito discreto pero le sirvió para conocer la industria y transformarse en uno de los más prolíficos productores.
La carrera cinematográfica de Del Toro estuvo ligada desde un comienzo a la Argentina: su primer largo, Cronos (1993), fue protagonizado por su admirado Federico Luppi, actor con el que no pudo contar luego para Mimic (fue reemplazado por Giancarlo Giannini) pero con el que volvería a repetir la experiencia en la increíble El Espinazo del Diablo, una epopeya sobrenatural filmada en España junto a Marisa Paredes y Eduardo Noriega que le ganó el respeto de los cineastas de todo el mundo por su original manera de ver el mundo de los fantasmas.
En realidad, Del Toro apela con sus imágenes a los miedos más básicos e infantiles de las personas, pero lo hace de una manera tan sutil que va trabajando poco a poco la psiquis del espectador que éste no se da cuenta hasta que es demasiado tarde.
Las raíces “lovecraftianas” del director, le han permitido a su vez comprender los miedos que afectan a la cultura sajona –que claramente no son los mismos que maltratan a los latinos- y por eso, el mexicano pudo acceder fácilmente a producir no sólo sus propios films sino también los ajenos en Hollywood gracias a su buen ojo.
De esta manera, y después de dirigir varias adaptaciones de oscuros cómics como Blade II (con Wesley Snipes) y las dos entregas de Hellboy, Del Toro se dio el gusto de financiar Mamá, el primer largo del argentino Andy Muschietti, que luego se terminó de afianzar en el mercado con la mega exitosa versión de It, de Stephen King.
El lado aniñado del gran director salió a la luz con su trabajo en el Especial de Halloween XXIV de Los Simpson, pero por sobre todo con Titanes del Pacífico (Pacific Rim), un gran homenaje a las series animadas de robots gigantes japonesas que inundaron la TV de los ´80.
Y también en el ámbito de la animación, el realizador deja en su legado como productor tres obras de gran calidad para todos los públicos: El Origen de los Guardianes, El Libro de la Vida –un antecedente inmediato de la genial Coco- y la serie Troll Hunters.
Finalmente, con sus últimos tres trabajos como director –La Cumbre Escarlata (Crimson Peak, 2015), la serie de TV The Strain y La Forma del Agua (Shape of the Water, 2017)- Del Toro no sólo ha reafirmado su particular gusto por el terror sino que también logró reafirmar su estilo, barroco, lleno de un romanticismo visual que remite directamente a esos clásicos que solían atormentarlo de niño y que, paradójicamente, lo llevaron a la cumbre de su carrera.
Ahora, junto a sus compatriotas ganadores del Oscar Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu, De Toro ha logrado volver a colocar a su país en primer plano en el mundo del cine y se alzó con el premio que le debían desde hace rato.