La renombrada laguna de San Lorenzo ahora reabrirá sus puertas en un gran momento pesquero. De buen volumen de agua, atesora magníficas lisas, muchas tarariras y regios pejerreyes como para conformar a todos.
La pesca de lisas tiene hinchada propia. Amantes de esta especie soportan calores de insolación sin sombra a la vista y a veces hasta faltos de agua, por esperar a que las señoritas caprichosas se decidan a comer. La recompensa viene luego con la lucha de este magnífico pez, que jamás se entrega. Esta vez las pescamos en una laguna que está por abrir sus puertas, pues nos dijeron que lo harían el día 8 de este mes, es decir, hoy. Se trata de la ex laguna San Lorenzo, cuyos nuevos concesionarios rebautizaron como La Boca. Y no es que le hayan cambiado "de club" a la laguna sino que la rebautizan con el nombre que le dieron los primeros blandengues que llegaron a la zona donde se unía el San Miguel con la laguna, en tiempos de la conquista del territorio al indio.
El caso es que este buen espejo que conservó'bien el agua, está cerrado al público desde hace unos meses y se apronta a abrir con muy buenas perspectivas para el pescador. Hay mucho pejerrey. Prueba de eso la vimos al navegar viendo bulos por doquier, y al pescar lisas, donde en las carnadas destinadas a ésta especie se nos prendía hermosos pejes de mas de 30 cm.
También hay tarariras de las buenas. Y para ellas llevamos nuestras infalibles boyas Doble T con rattling, en las que encarnamos dientudos enteros que nos proveyó el guía Juan Bravi, cuyo puesto está en el km 92 de la Ruta 2.
También hay carpas y grandes bagres, que también se nos prendieron en las líneas destinada a lisas y encarnadas con lombriz gorda de tierra.
Pero volviendo a nuestra especie objetivo principal, diremos que el día de nuestra visita, comandados por el guía Juan Bravi y con Hernán Fernández de Rocker, las mismas saltaban en el medi del espejo sin acercarse a las costas. Esta situación nos obligó a buscarlas por el arroyo Camarón, luego por el Pesoa, pero sin resultados positivos. Finalmente las encontramos donde menos las esperábamos a 1000 metros a la izquierda del embarcadero. No es que estaban comiendo sobre desbordes pero sí estaban mas cerca de la costa.
Dejamos la embarcación y armamos aparejos de flote clásicos, con boyas Doble T reforzadas en su alambre para lisas, con brazoladitas de 10 cm y anzuelos encarnados con pulpito de lombriz. Nada. Solo dientudos y pejerreyes.
Finalmente Hernán Fernández dio en la tecla al armar una caña con línea chiripá. Es como la línea clásica de lisas, pero sin boyas, con un mandale atrás del que cuelga una plomada en un chicote de dos metros, y un pilotín adelante. El trabajo que se hace es un pequeña vaivén con la mano, tensando y aflojando el aparejo, hasta que la lisa se tienta y arrebata. Eso es lo que pasó con estas lisas que no se dejaban ver en superficie pero que estaban abajo, acechando. Los tamaños son importantes, y si bien nuestras lisas fueron de cerca de dos kilos, las hay mucho mayores, pero no se nos dieron esta vez.
Vale la pena cada gota de sudor gastada en esta especie tan divertida de pescar y tan sufrida para lograr que pique. Ciertamente con un buen guía como Bravi, los atajos se acortan. Y cuando los dientudos hacían imposible la pesca, usamos pancita de lisa coloreada y corazón coloreado que había traído nuestro guía, con lo cual evitamos el descarnador y logramos regias lisas además de atrevidas taruchas que se tentaban con la carne vacuna.
En suma, está por reabrir una gran laguna. Vaya y disfrute.
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