River le ganó a Boca un partido para el recuerdo. Además, el equipo del Bambino Veira celebró en la Bombonera un título que logró varias fechas antes, desatando el delirio en los hinchas millonarios. Fue en 1986.
En apenas 45 minutos, la pelota naranja que utilizaron Boca y River en 1986 se metió en la historia como invitada a una tarde que los hinchas del Millonario saborearon de manera distinta, por el gran triunfo del equipo en la Bombonera (2-0, el 6 de abril de ese año) y porque la vuelta olímpica en la cancha del rival de toda la vida sirvió para celebrar un título que ya el conjunto del Bambino Veira había obtenido fechas antes.
Ese clásico “de la pelota naranja” tuvo un protagonista destacado: Norberto Alonso, autor de los dos goles que sellaron la victoria visitante. El Beto siempre contó que el particular balón, usado solamente durante el primer tiempo, se eligió a raíz de un pedido de Hugo Gatti, quien creía que los papelitos lanzados desde las tribunas iban a provocar confusiones con la Tango habitual si el césped quedaba alfombrado de blanco. El árbitro, Francisco Lamolina, aceptó la novedad, mientras en las horas previas se hablaba de la vuelta olímpica de River. ¿Debía darla en la casa de su archienemigo? Algunos decían que podía tomarse como una provocación, pero los de la banda roja no iban a desaprovechar la ocasión de cumplir con el rito. Y lo hicieron, aunque sin pasar cerca de la cabecera que albergaba al público local.
A la hora del juego, River (sin Enzo Francescoli, convocado para la selección uruguaya que se preparaba de cara al Mundial de México) hizo un planteo inteligente. Y dentro de un trámite parejo, Alonso mandó la “naranja” adentro con un cabezazo sobre la media hora de la etapa inicial: centro desde la derecha enviado por Roque Alfaro, frentazo goleador del ídolo millonario y punto de partida para una fiesta perfecta de River en la Ribera. Pero el Beto aportaría otro grito en la segunda parte, esta vez con un tiro libre que se desvió en la barrera y que liquidó el encuentro. La trayectoria de la pelota blanca, reemplazante de su famosa compañera, descolocó a Gatti y fue a dormir al fondo del arco mientras un carnaval rojo y blanco se desataba en la tribuna visitante, acompañando el loco festejo de Alonso y de sus compañeros.
River, que en ese torneo le sacó diez puntos de ventaja a su escolta, Newell’s, ya había descargado tensiones en partidos anteriores. Era el legítimo dueño del campeonato desde hacía casi un mes. Sin embargo, el clásico le permitió cumplir el pedido cantado de sus hinchas, quienes venían prometiendo que “en la cancha de Boca vamos a ganar, y la vuelta vamo a dar”. Así fue. Con Alonso como estandarte. Y con el agregado de esa pelota naranja que en un rato le metió un golazo a la historia y se ganó un lugar en el museo riverplatense, donde hoy luce su “figura” cargada de recuerdos gratos para la gente de Núñez.
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