Quedarse en la discusión de quién ganó entre el kazajo Gennady Golovkin y el ucraniano Sergiy Derevyanchenko, sería desperdiciar lo mucho y bueno que hicieron, lo cual no quita que pueda hacerse reflexiones sobre lo que pasó en el ring.
Lo primero que llamó la atención fue la unanimidad del fallo oficial –no así la apreciación general- en favor de GGG, máxime si tenemos en cuenta que el mismo fallo –aunque compuesto por otros hombres- hace un año lo vio perder contra el Canelo Álvarez, en una lucha donde el kazajo dejó mejor imagen.
Y menos cierra -por cuestiones de criterio- que esta apreciación parta de una misma persona, si fuera el caso. ¿Por los mismos argumentos que Golovkin perdió ante el mexicano ahora gana ante el ucraniano?
Es que mientras GGG fue protagonista siempre ante el Canelo, quien buscó la pelea a la vez que el azteca la rehusó, esta fue la primera vez que alguien se le planta, que lo hace retroceder, que le pega tanto, lo conmueve y le gana la pulseada temperamental, lastimado y todo como estaba Derevyanchenko en su ceja derecha desde el 2º round, y habiendo caído en el 1º.
Sin embargo la contienda transcurrió en el terreno que propuso el ucraniano: el palo y palo, el dame que te doy. Y Golovkin no pudo, no supo, o no quiso evitarlo, tal vez por una razón de orgullo, que lo enaltece.
Pero todos vimos lo mismo: Derevyanchenko pegó más cantidad y fue al frente. Golovkin menos pero mejor, y con más eficacia. Sólo que esto sucedió en menos rounds, que para colmo eran cambiantes.
No importa. Aplausos igual porque hay otra cosa en la que coincidimos todos: fue -y será- sin dudas la mejor pelea del año por lejos, reduciendo a la categoría de decepción las dos que hicieron GGG vs Canelo, en las que se esperaba algo parecido a lo ocurrido el sábado en el Madison.
Por eso causa gracia que ahora el azteca saque pecho y diga que en la próxima no sólo le gana, sino que lo noquea al kazajo. Primero habría que ver si se atrevería a enfrentar a Derevyanchenko, y hacerle la pelea de toma y daca que le hizo Triple G. Luego, si podría ganarle, incluso derribarlo.
Cuidado. Desde abajo, con el cuerpo del otro, su confianza y su indomable espíritu, es fácil ser tan optimista. A no confundirse, porque no es el único que piensa eso, ya que lo mismo se escuchó de boca de algún compatriota suyo en la transmisión televisiva.
Tuvo su oportunidad no hace mucho y no lo demostró, más allá de si ganó o perdió, porque salvo esporádicas excepciones, ni se animó a cambiar golpes contra Golovkin, sabedor de que de hacerlo se iba al piso, o que no le convenía.
Pero en boxeo 2 + 2 son 4, y es obvio que esto era lo que faltaba para fogonear la 3ª edición de la saga Canelo-GGG, lo cual explica un poco el comportamiento de los jueces, tan extrañamente alineados en la incoherencia.
De todos modos, a no olvidar que el mexicano tiene un compromiso para noviembre ante el ruso Sergey Kovalev por el mediopesado OMB de éste, en 79,400 kg. Y no será tan fácil volver de allí a los 72,600 kg de la mediana.
La ventaja es que Kovalev tiene 36 años, Golovkin 37 y el Canelo apenas 29, característica que se repite en las últimas peleas grandes del azteca. La edad pesa más que los kilos a este nivel y parece ser el hándicap que eligió para servirse, tal como Floyd Mayweather hacía con el tema del peso. Derevyanchenko tiene 33 y por ahora no está en su radar.
A propósito, el ucraniano es el mismo al que Brian Castaño le ganó aquí en Caseros, cuando se enfrentaron por la WSB de la AIBA, peleando para Los Cóndores. Aquella vez fue a 5 rounds, y en otra guerra descomunal y pareja, de esas que le dan al local aunque no gane, se la dieron al Boxi, que estuvo a la altura.
Una simple evocación nostálgica inevitable para hacer una comparación de momentos y evoluciones. Resulta imposible imaginar hoy un nuevo choque entre ambos en el profesionalismo, o pensar en verlo a Castaño en esas ligas. Y la pregunta es qué pasó entre uno y otro en este tiempo.