La categoría de River para resolver el partido y ser uno de los semifinalistas de la Copa Libertadores terminó revelando la distancia futbolística y psicológica que lo separó de Independiente. Los penalazos. El espejo virtual. El horizonte.     

La diferencia se expresó en un factor determinante: la calidad de River. La calidad de algunos de sus jugadores. La calidad para resolver en los últimos veinte metros de la cancha, como en los tres goles que conquistaron Scocco y los colombianos Quintero y Borré.

Esa precisión quirúrgica para definir decidió todo, más allá de los dos penalazos infernales que con VAR incluido le negaron a Independiente, uno en cada tiempo. El primero por el planchazo violento de Pinola a Benìtez y el otro por la terrible embestida de Armani a Meza, que hasta puede relacionarse con aquel penal no sancionado que el arquero alemán Neuer le cometió a Higuaín en la final de Brasil 2014.

Esa dosis superior de capacidad y repentización para arribar al gol, fue el gran capital futbolístico que expresó River para eliminar a Independiente y ser uno de los semifinalistas de la Copa Libertadores.

No la rompió River, no brilló, no aplastó en el Monumental al equipo que conduce el dubitativo Ariel Holan (da imagen de firmeza pero es muy inseguro, ve fantasmas desestabilizadores por todas partes y cree que cualquier jugador con trayectoria pretende socavar su autoridad), pero tuvo lo que no abunda: un nivel de contundencia ofensiva demoledora.

Si a esa contundencia se le suma una presencia agresiva para ganar la pelota a favor de un pressing muy bien ejecutado y una respuesta veloz para desplegarse en defensa y en ataque, conquistando nueve de cada diez rebotes, se eleva una sensación inocultable: River fue más que Independiente en la suma de los 180 minutos y especialmente en el cruce decisivo, cuando pudo mostrar su mejor perfil futbolístico.

Estos rasgos marcados de River en compromisos decisivos no forman parte de una cadena de casualidades. Son las principales características de un equipo convencido. De un equipo potente para interpretar las necesidades y las demandas de cada partido. Entiende River cómo hay que jugar y afrontar sicológicamente estos duelos.

Porque la superioridad de River también se enfocó en el plano sicológico, aunque promediando el segundo tiempo y con el 1-1 parcial se quedaba afuera de la Copa. Pero aún ansioso y quizás algo angustiado, encontró equilibrio emocional para no partirse o quebrarse. Ya lo hizo en varias oportunidades. Y volvió a manifestarlo ante Independiente.

Por eso los tres goles que anotó fueron perfectos. Porque no tuvieron el condimento inapropiado del apuro, la urgencia o la desesperación. Por el contrario; respiraron el perfume del talento. Del toque certero. Del pie sensible para colocar la pelota lejos del alcance de ese buen arquero (no gran arquero) que es el uruguayo Campaña.

Allí, en ese territorio, River dejó sellada su categoría. Como ya la había dejado escrita frente a Racing en los octavos de final, cuando vapuleó a voluntad a la Academia con un 3-0 rotundo en el Monumental.

Decir que River es un gran candidato a ganar su cuarta Copa Libertadores no es afirmar algo que no se sepa. Y es candidato porque se siente candidato. Porque le devuelve esa imagen el espejo virtual en el que se observa. Si es más o menos copero que otros equipos con una historia importante que los respalda, queda claro que estas cuestiones no se resuelven en la víspera. Se resuelven siempre en la cancha.

Por el lado de Independiente, hay muy pocas cosas para rescatar. En los dos últimos libros de pases el club incorporó jugadores por una cifra que arañó los 18 millones de dólares. Holan eligió como un novato sin conocimiento y alejado de cualquier mirada inteligente. Y se equivocó demasiado. El equipo, por supuesto, lo pagó. Porque no se reforzó. Engordó el plantel, pero de manera increíble se debilitó. Y se debilitó tanto que Holan, quien mantiene una relación conflictiva con varios integrantes del plantel, quedó seriamente expuesto. Y a merced de críticas muy duras que hasta pueden comprometer su futuro en el club.

De aquel Independiente desequilibrante, dinámico y aguerrido que obtuvo la Copa Sudamericana en diciembre de 2017 cuando se coronó ante el Flamengo en el templo del Maracaná, solo quedan los recuerdos.

River puso en evidencia esos contrastes. Con un contenido muy efectivo: calidad ejecutiva para quedarse con todo. Y de yapa, un VAR ciego.

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