Hoy ha llegado a ser parte de la elite en el difícil mundo del Turismo Carretera, por lejos la categoría más trascendente de nuestro automovilismo. Pero este hoy tuvo un ayer, un ayer que se escribió desde el duro trajinar y con la clara convicción de aprender. El dueño de esta historia es Lucas Alonso, un joven matancero de 37 años, responsable íntegro de los motores que impulsaron el Chevrolet campeón del TC de Agustín Canapino.
Lucas Alonso nació y creció en Rafael Castillo, en donde de la mano de su padre, Eduardo Alonso, fue conociendo el mundo de los fierros, hasta que le llegó el turno de salir a escena. "Arranqué con Pascual Iracet (piloto de Castillo) en TC Regional en la clase GTA con el Chevrolet 400 entre 2000 y 2001. Esa fue su primera vez como motorista en el ambiente. Con Pascual fueron dos años, luego laburé con Omar Wilke y con mi viejo, desde 2002 hasta 2015. Allí me llamaron del equipo de Laucha Campanera para hacerle el motor a él y a Matías Rossi, con quien en 2016 peleamos el campeonato", cuenta el matancero y apunta: "En 2017, Matías se pasó a Ford y yo se le armé un año, hasta que faltando una fecha para terminar el torneo de TC, me fui del equipo y enseguida me llamó Alberto Canapino".
Esto representaba, ya en ese momento, un sueño cumplido para Lucas. "Los Canapino son dos tipos simples, que hacen que uno se sienta cómodo, tranquilo, porque te dan libertad para laburar", avisa y admite: "Trabajar con Alberto es todo. Lo tenía como un ídolo en el automovilismo y ahora trabajar a su lado no es poca cosa. No son muchos los que lo han logrado. Trabajo con el N°1 del automovilismo, con el mejor piloto del país y dos títulos en el TC nada menos. Los sueños se han cumplido. Es que hoy estar al lado de ellos es lo máximo ya que antes estaba del otro lado del alambrado pidiendo autógrafos".
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Pero el broche de oro han sido los dos campeonatos con Agustín Canapino (2018 y 2019). De los dos, Lucas elige el de este año. "En 2108 fue ganar los 1000 kilómetros pero no teníamos el auto, aunque se dio el título por una cuestión del clima en San Nicolás. Pero este año ganar en Rafaela, que es todo motor, hizo que supiéramos que el auto era más contundente y se vio reflejado nuestro trabajo. Después se gana en San Nicolás, segundo en La Pampa, cuarto en Neuquén y 13° en Paraná por un roce con Ledesma", analiza y agrega: "Fue una etapa regular con un auto superlativo y por eso tiene más sabor porque fuimos contundente".
De La Matanza a Arrecifes es para Lucas Alonso ir de la casa al trabajo y del trabajo a casa. "El auto se hace íntegramente en Arrecifes, así es que estoy dos o tres días allá y luego vuelvo a Castillo", afirma el motorista matancero, quien se convirtió en una de las piezas claves de una escudería que acumula tres títulos consecutivos, y con la receta de un matancero para que el motor haga del Chivo una locomotora.
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