Se anuncia con bombos y platillos para el viernes 12 del corriente en Catamarca, el choque entre el local, César “La Joya” Barrionuevo y el dominicano radicado en nuestro país, Henrri “La Esencia” Polanco. Y se lo hace como una de las atracciones de 2019.
Lo organiza la empresa Sampson Boxing, que conduce los destinos del catamarqueño, pero a la vez parece ser una de las veladas en que la FAB oficiará como programadora, como antes, para contar con figuras de diferentes promotores y ampliar el plantel disponible en el país, elevando así el nivel de las peleas.
La elección es arriesgada, quizás peligrosa. La teoría, los papeles, lo comercial, la hacen ver como buena propuesta, pero –nobleza obliga- pese a correr el riesgo de quedar expuestos, y que el resultado contradiga esta advertencia, la conciencia dicta hablar (o escribir) con el diario del viernes, no del lunes.
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La idea es loable. Barrionuevo, pese a reaparecer de una derrota donde disputó una eliminatoria mundialista, sigue siendo de lo mejorcito del país.
Polanco tiene imagen, encabezó festivales (ganando y perdiendo), tiene 27 años, una foja de 13-4-1, 6 KO, posee pimienta en sus puños, y fue integrante de Los Cóndores en una categoría que le quedaba grande (hasta 73 kg).
Allí enfrentó a rusos, kazajos, uzbecos –entre otros-, es decir, a la crémme de la crémme del amateurismo, y recibió palizas duras que aguantó a pie firme, con guantes de mayor onzaje, que tienden a evitar el KO, pero a acumular impactos. Eso no es gratis. Menos para un guapo como Polanco.
Cómo decirlo. No hay estudios que detecten lo que ve el ojo humano, ni números (fríos) que traduzcan las percepciones de los sentidos.
Uno ve detalles, indicios. De coordinación, de titubeos, de tambaleos. Y hay sensaciones. Y muchas veces no hay razones que la justifiquen, ni golpes furibundos, ni contacto neto. Pero son reacciones ilógicas ante estímulos inocuos, que no condicen con la idea de salud. Todo alejado de la ciencia. La respetada ciencia. La ponderada ciencia. La falible ciencia.
Creyéndola Palabra Sagrada, La Voz de Dios en la tierra a lo largo de la historia, ésta siempre demostró estar en pañales, desdiciéndose según pasan los siglos.
Sin ir más lejos, la ciencia decía y “demostraba” que la mujer no podía boxear, por ejemplo.
La ciencia dijo que muchos púgiles podían seguir boxeando y le erraron, pero cuando se demostró que no, ya fue tarde.
Cuando algunos periodistas y entendidos decían que el “Gordo” (Jorge) Álvez no podía pelear más, o que estaba en zona de riesgo, la ciencia no lo advertía. No tomó nota. Y un día, casi sin mediar motivo, ni golpe alguno del dominicano José Rosa Gómez, Álvez se desvaneció en el ring.
La ciencia salvó su vida, pero no su carrera. La ciencia reparó en parte lo que no pudo prevenir, cuando lo ideal sería al revés.
Polanco, se percibe, está en zona de riesgo. Porque encima es un guapo que se va a cruzar, que no especula, que se siente fuerte, y lo es. Lo es para todas las fases del boxeo, menos para la más importante, que es asimilar.
Sería prepotente pedirle que deje el boxeo, o retirarle la licencia, porque reglamentariamente no hay motivos. Pero sería prudente darle un largo descanso y acomodarle los rivales. Que no peguen -al menos-, aunque esto no es garantía de nada.
No parece ser Barrionuevo el rival indicado para este momento, porque La Joya posee una precisión cirujana y un poder clorofórmico en sus puños cuando está en su noche. ¿Para qué tentar al diablo?
No es ésta una ocurrencia repentina. Ya hace un tiempo, en esta misma columna se tocó este tema, en ocasión de la última pelea –y derrota- de Polanco, bajo el título “La insoportable levedad del boxeador” https://www.diariopopular.com.ar/boxeo/la-insoportable-levedad-del-boxeador-n375502
Polanco puede ganar por KO el viernes 12, y será una victoria más. Pero si pierde -o lo noquean-, su derrota puede no ser una más.
Sin saberlo –o sí- él pone en juego algo extra, que excede a un resultado. Y más allá de cuál sea el mismo, esto no es cuestión de adivinanzas. Hoy tal vez no pase nada, pero mañana sí, como un plato que se cae varias veces y acumula rupturas imperceptibles. Como un témpano a punto de quebrarse. O un vaso presto a derramarse con la próxima gota.
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