A primera vista parecen exactamente lo mismo: dos líneas que convergen, velas cada vez más cortas y un mercado tensionado. Sin embargo, su contexto, duración y su forma de medirse no son las mismas.

En el análisis técnico, el triángulo simétrico y el banderín alcista suelen confundir a los inversores que acaban de empezar. A primera vista parecen exactamente lo mismo: dos líneas que convergen, velas cada vez más cortas y un mercado tensionado. Sin embargo, su contexto, duración y su forma de medirse no son las mismas.

Comparten estructura, psicología y volumen

Ambos comparten una geometría convergente, con máximos descendentes y mínimos ascendentes que dibujan un embudo. Esa compresión refleja una psicología muy parecida: el precio está dirigiendo el tramo anterior, los participantes reducen el tamaño y el desequilibrio entre oferta y demanda se estrecha. El resultado es una volatilidad decreciente y un rango que se achica con cada oscilación.

En el triángulo simétrico y en el banderín alcista suele aparecer un volumen descendente durante la formación y expansión en la ruptura válida. No es una ley, pero por lo general, cuando el volumen confirma, el breakout suele ser más limpio y con menos retrocesos profundos. Además, ambos permiten construir operaciones objetivas, en las que se puede definir el nivel de activación, colocar un stop lógico y contar con una proyección de objetivos realista según una regla clara. Con este andamiaje es más fácil evaluar el plan en términos de estadística personal y de disciplina.

Otro parecido con el que cuentan es un repertorio de trampas a tener en cuenta. Entre estas, destacan las rupturas cerca del vértice cuando ya casi no queda rango, mechas que barren stops dentro del patrón, y amagos en contra de la tendencia mayor que se revierten con fuerza. Los más conocedores, suelen mitigarlas con confluencias (niveles horizontales, medias móviles…) y un ratio riesgo/beneficio mínimo antes de ejecutar.

Diferencias prácticas y cómo operarlos sin confundirlos

La principal diferencia entre ambos patrones está en el origen. Por un lado, el banderín alcista es un patrón de continuación que necesita un impulso previo nítido, conocido como el asta: un tramo rápido y direccional en el que el precio sube con decisión y el volumen acompaña. Tras el sprint, el mercado se toma un respiro corto; las directrices convergen y, cuando el equilibrio se rompe, suele reanudarse la marcha en la misma dirección. En el caso del triángulo simétrico, este es neutral por definición, ya que puede romper en cualquier sentido; el sesgo lo aportan la tendencia mayor, los niveles cercanos y la lectura del volumen.

Otro matiz es la duración de ambos. El banderín bien formado es, por lo general, breve. Puede llegar a durar apenas unos minutos. Una vez se alarga demasiado, suele mutar en canal o triángulo. El triángulo es más duradero, con semanas o incluso meses de duración, además de rebotes sucesivos que estrechan el rango de forma ordenada.

También cambia la forma de medir objetivos. En el banderín, la guía clásica es proyectar la longitud del asta desde el punto de ruptura. En el triángulo, lo habitual es tomar la altura máxima de la figura y proyectarla desde la salida. Este objetivo es algo más conservador y se complementa con zonas de oferta/demanda cercanas para ajustar parciales.

En cuanto a la estructura interna de ambos, el banderín puede llegar a tener un parecido a un triángulo pequeño, pero su sello es la precedencia de un rally abrupto la brevedad de su pausa. El triángulo requiere al menos dos toques por lado para ganar credibilidad en sus directrices, aunque lo ideal es que sean tres. Si la “pausa” tiene demasiados retrocesos profundos o se vuelve lateral amplia, es muy probable que no sea un banderón. Y si la figura aparece tras un tramo poco direccional, encaja mejor como un triángulo.

También suele cambiar la gestión del riesgo en ambos patrones. En los banderines, suele haber una entrada agresiva al romper, con un stop ajustado bajo la última microestructura, con el fin de capturar el momentum. En los triángulos, al ser más conservadores por naturaleza, se prefiere la confirmación: cierre fuera, posible pullback a la directriz vulnerada y luego entrada, asumiendo un stop algo más holgado pero un patrón con menos ruido. Ninguna táctica es superior de por sí, el criterio es la consistencia con el diario de trading del inversor.

El timing respecto al vértice es más relevante en los triángulos. Cuanto más cerca del ápice se da la ruptura, más corto es el recorrido posterior, porque el mercado ya ha “gastado” gran parte del rango. En el caso de los banderines, esta preocupación es mucho menor, ya que la energía viene del asta y no tanto de la amplitud interna de la consolidación. Aun así, los banderines que se estiran demasiado suelen perder fiabilidad.

Para poder diferenciar un patrón del otro, es bueno revisar una checklist muy simple:

1. ¿Existe un tramo previo claro, rápido y direccional? En ese caso, es un banderín.

2. Tiempo de formación: es corto para el banderín, mientras que para el triángulo es más flexible.

3. Volumen: decreciente en la pausa y expansivo en la ruptura en ambos, pero la lectura del asta importa sobre todo en el banderón.

4. El contexto: ¿la tendencia mayor acompaña? Un banderín contra la tendencia dominante es sospechoso; y un triángulo dentro de un rango amplio pedirá más confirmaciones.

5. Reglas claras: hay que definir de antemano la entrada, el stop, la gestión y los objetivos; no improvisar en el calor del momento.

Es necesario entender que ningún patrón garantiza nada, la única forma de conseguir ganar dinero en el trading es con procesos claros y disciplina. Solo así se podrán aplicar de forma correcta los patrones y estos ayudarán a tomar las mejores decisiones.

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