La fecha que las celebra a nivel internacional, el 4 de diciembre, funciona como un recordatorio del lugar que este producto ocupa en millones de hogares. En Argentina, el consumo de este producto es de entre 11 y 12 kilos per cápita al año.

Las galletitas son un producto universal, pero en pocos lugares alcanzaron el nivel de identificación cultural que tienen en la Argentina. Están en la merienda, en el mate, en los recreos, en las oficinas y en los consumos al paso. Son parte del día a día del país. Con un consumo que ronda entre 10 y 11 kilos per cápita al año, la Argentina se ubica entre los mayores consumidores del mundo, confirmando que la galletita no es solo un hábito: es un símbolo cotidiano profundamente arraigado.

Lo que convierte al país en un gran consumidor de galletitas son 3 características muy propias de los hábitos argentinos: El desayuno, distinto a otros países, donde conviven producto lácteos o infusiones con productos con harina (panificados o galletitas de agua); en segundo lugar el mate que acompaña todo el día y habitualmente es consumido con alguna galletita dulce o salada; y por último la merienda como ese momento de reencuentro familiar de la tarde que se potencia como momento de consumo por el hábito de que la cena es más tarde que en otros países.

La fecha que las celebra a nivel internacional, el 4 de diciembre, funciona como un recordatorio del lugar que este producto ocupa en millones de hogares. Pero en el caso argentino, la vigencia de la galletita trasciende el calendario: se sostiene por su presencia diaria en múltiples ocasiones y por su capacidad de adaptarse a estilos de vida cada vez más dinámicos.

El mercado combina madurez con dinamismo. Las galletitas se consumen dentro y fuera del hogar; en desayuno, merienda o entre comidas; y mantienen un equilibrio particular entre disfrute, saciedad y ritual. El 59% de los hogares compra galletitas dulces, mientras que el 52% incorpora rellenas; en las saladas, la penetración es aún mayor, sobre todo entre adultos. Aun con esta base consolidada, la categoría se expande a partir de nuevas ocasiones de consumo, especialmente en movimiento, en pausas breves durante el día y en momentos de indulgencia personal.

En este escenario, la innovación es decisiva. Mondelez, líder del mercado con marcas como Oreo, Terrabusi, Pepitos, Lincoln, Express y Cerealitas, sostiene una agenda que combina novedad con una lectura fina de los hábitos locales. Más del 94% de su portafolio se produce en la Argentina, lo que permite desarrollar propuestas accesibles y relevantes. El crecimiento de los formatos individuales, las porciones pensadas para una pausa puntual y lanzamientos como Oreo Sin TACC muestran cómo las marcas reinterpretan lo clásico sin perder su esencia.

Esta evolución se alinea al propósito global de la compañía, Snacking Made Right, que propone “el snack correcto, para el momento correcto, de la manera correcta”. Esto se traduce en una arquitectura de formatos que acompaña diferentes necesidades: un pack familiar para compartir en casa y un envase pequeño para una indulgencia breve o un consumo en movimiento. Es esa diversidad —y no solo la novedad— la que hoy define la categoría.

Un clásico argentino

“El desafío no es solo honrar la tradición, sino evolucionar con el consumidor. Innovamos en formatos, sabores y tamaños para acompañar cada momento del día: desde packs familiares para compartir hasta porciones diseñadas para una pausa breve. Ese equilibrio mantiene a la galletita como un clásico argentino que siempre encuentra un lugar en la mesa y en la mochila”, explica Federico Andino, Director de Marketing de Mondelez Argentina.

Aunque es una categoría madura, su dinamismo es notable. Conviven marcas históricas con propuestas artesanales, desarrollos de nicho y opciones orientadas a la accesibilidad. Esa diversidad, sumada al consumidor argentino —cada vez más curioso y exigente—, convierte a la galletita en un territorio donde la innovación es permanente y donde cada año surgen nuevos formatos, combinaciones y momentos de consumo.

Como referencia mínima, el origen del producto se remonta a antiguas preparaciones que luego se expandieron por Europa y América. Pero su importancia actual en la Argentina no depende de esa historia lejana: se explica por su presencia diaria, por su adaptabilidad y por su capacidad de conectar generaciones. Hoy, la galletita es un ícono cultural, un snack transversal y un protagonista indiscutido del consumo nacional.

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