Tiene un espíritu conciliador. Ser padre lo hizo mejor persona. Se reconoce un soñador casi utópico. Afirma que no se puede aprender nada de él. En esta oportunidad, Carlos Portaluppi, quien se encuentra llevando adelante la comedia “Invencible” en el Multiteatro junto a Guillermina Valdés, Héctor Díaz y Valeria Lois, deja en claro que no le preocupa encontrarle la vuelta a la vida, sino vivirla.
l ¿En qué se sabe invencible?
-No me siento invencible en nada. En la vida todo es un desafío a transitar y a descubrir.
l El barrio, ¿sigue siendo una buena opción o la alternativa es el barrio cerrado?
-Ninguna de las dos cosas. La calle es complicada. De todos modos, no viviría en un barrio cerrado.
l En los vínculos que establece con los demás, ¿de qué se cuida?
-Cuando me relaciono con la gente intento llegar y permito que lleguen. Las alertas surgen se dan las relaciones pero, en principio, no me pongo a resguardo de nada. Primero conozco y luego saco conclusiones.
l ¿Con qué clase de gente le gusta estar?
-Con la que pueda tener un diálogo ameno y cordial. En mi oficio me vinculo con gente del arte, con los que realmente me siento muy cómodo, pero también me agrada estar en otros espacios y despegar un poco de los temas comunes a mi oficio, también me gusta estar en contacto con aquellos que no que tienen que ver con lo que hago.
l ¿Con quiénes se siente un sapo de otro pozo?
-Nunca me he sentido un sapo de otro pozo. Quizá no me siento cómodo con aquellos que abordan temas que conozco menos, pero siempre aflora mi interés por conocer.
l A las situaciones conflictivas, ¿las enfrenta o las elude?
-Intento conciliar, no confrontar.
l Normalmente, ¿qué actitud toma cuando alguien al que le depositó su confianza lo defrauda?
-La traición molesta y genera rencor, pero el tiempo lo va curando. Cuando uno baja el nivel de calentura que generó una traición, puede empezar a ver cosas que en ese momento no vio y producir una reflexión. La idea es poder medir lo que provocó esa situación y analizar el motivo por el que se arribó a esa circunstancia.
l ¿Sobre qué cuestiones no puede permanecer neutral?
-Sobre todo lo relacionado con la defensa de los derechos humanos.
l ¿Qué flaquea su esperanza?
-Yo soy optimista. Soy crítico de la realidad, pero siempre tengo la esperanza que se puede estar mejor.
l ¿Qué temas le gustaría tener resueltos?
-Los vinculados a mi sobrepeso.
l ¿Qué querría corregir de usted?
-Mis miedos naturales para avanzar con más fe en todo lo que emprendo.
l ¿A qué le teme?
-Uno siempre siente inseguridades. No me caracterizo por tener una amplia seguridad. En el oficio, está latente ese nervio que aparece antes de salir a escena, pero cuando le hago frente a la situación, surge el disfrute.
l ¿Padeció pánico escénico?
-Alguna vez, haciendo el unipersonal “La historia del señor Sommer”, obra que representaba una vez por semana, me dije: “¡Uy!... llegó el domingo... tengo que actuar”, no la pasaba bien antes de salir a escena y me preguntaba: “¿Por qué no me dediqué a la arquitectura?rdquo;. Ahí sentía miedo, pero ni bien la luz caía sobre el escenario el temor desaparecía. Cuando la cosa es más coral, me relajo más, pero cuando la responsabilidad recae en uno mismo, la cosa es más difícil.
l Ser actor, ¿lo hizo mejor persona?
-Sin duda. El teatro me abrió la cabeza, pero ser padre me hizo mejor persona.
l ¿Se reconoce ambicioso?
-Me reconozco un soñador casi utópico.
l ¿Qué se puede aprender de usted?
-Creo que la gente no puede aprender nada de mi (risas).
l ¿En qué etapa de su vida intuye que se encuentra?
-Creo que estoy en la mitad, saliendo al mundo de manera excelente con la experiencia adquirida.
l Por último, ¿siente que le encontró la vuelta a la vida?
-A la vida no le busco la vuelta, la vivo. No creo que alguien haya podido encontrarle la vuelta. Todos queremos saber qué hay más allá del presente. Por mi parte, quiero seguir viviendo, disfrutar de las cosas más terrenales, volar con la imaginación y dejar que la creatividad me siga sorprendiendo.