Explica por qué le cuesta sostener la esperanza en este tiempo. Dice que detrás de una mujer lo que hay es esfuerzo, que las grandes mujeres son anónimas y sostienen el mundo. Y cuenta porque aún se inquieta por sus hijos los días de lluvia.

No me Pienso Morir es el título de la obra que representa en el Teatro Cervantes de jueves a domingos Graciela Dufau quien, en esta oportunidad, reflexiona y da a conocer aspectos de su vida personal desconocidos para el gran público y expresa su pensamiento sobre cuestiones políticas y sociales trascendentes.

l En su vida, ¿alguna vez caminó sobre una cuerda floja?

-Muchas veces. Sobre todo, cuando era adolescente. Mi padre falleció cuando yo tenía 16 años y me quedé sola con mi madre, que sufrió algunas recaídas psíquicas.

l ¿Cómo graficaría la situación de caminar sobre una cuerda floja?

-En cuanto al aspecto personal, te diría que la sensación es de miedo Vinculado a lo profesional, es un desafío placentero.

l ¿El tiempo cura todas las heridas o las profundiza?

-Ni una cosa ni la otra. Pienso que el transcurso de los años genera una costra en cada herida. Siempre queda una marca que es como una señal que te mantiene presente el recuerdo de lo que alguna vez sucedió.

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l ¿Con qué ojos mira la vida?

-Mi mirada sobre la vida debería ser realista y con cierta esperanza pero, en estos momentos, no es así.

l ¿Por qué?

-Porque miro la realidad y se me hace difícil sostener la esperanza. De todos modos, mantener viva la esperanza es un trabajo que se debe hacer diariamente. Los que tenemos una vocación y un trabajo estamos bendecidos. Hay mucha gente que está sin trabajo y, lógicamente, esas personas deben tener muy poquitas esperanzas.

l ¿Qué hace para escaparle a la infelicidad?

-A mí, en este momento, nuestro país me genera tristeza. No me refiero a lo personal, sino a lo que veo cotidianamente. Yo no hago nada para escaparle a la infelicidad pero intento, en la medida de mis posibilidades, de ayudar a los de mi entorno y, a veces, a personas que no conozco, a través de alguna tarea o de una ayuda concreta.

"Pienso que la inmensa mayoría de las grandes mujeres son anónimas y que ellas son las que sostienen al mundo"

l De lo cotidiano, ¿qué se le hace cuesta arriba?

-Ocuparme de la comida. Por suerte, mi marido cocina. Yo me encargo de limpiar.

l Cuando le pasan factura por algo, ¿cómo se siente?

-En verdad, no me pasan muchas facturas o, si lo hacen, al menos, no me doy cuenta. Mi hija va a cumplir 50 años y mi hijo 45. Ellos son muy buenos. Nunca nos pasamos facturas. Admito que mantengo una relación muy privilegiada con ambos. Hablamos casi todos los días. Otras madres de mi edad, yo tengo 75 años, me dicen: “Yo hablo cada quince días con mis hijos”. De todos modos, yo soy muy respetuosa. No soy hincha. Cada que los llamo, les pregunto si están ocupados. Mi hijo es cirujano y mi hija productora. Los dos tienen trabajo. Me preocupo muchísimo cuando llueve.

l ¿Por qué?

-Porque de chica, yo vivía en Avellaneda y, cuando llovía mucho, se inundaba. De aquella época me quedó una especie de temor a la lluvia y a las inundaciones. Mi padre era periodista. Por esos años, los diarios cerraban a las tres de la mañana. Él entraba a las diez de la noche, además de trabajar en La Plata. Dormía tres horas a la tarde y tres a la noche. Cuando se iba al diario y llovía me decía: “Dormí con la mano afuera de la cama. Si entra agua, la manito se te va a mojar”, trataba de advertirme con un chiste. Como vivíamos en planta baja, durante las noches de lluvia, mi mamá dormía sentada, con la persiana levantada, mirando la calle y si el agua subía se ponía muy nerviosa. De aquellos días, me quedó ese tic y me preocupo sobremanera por mis hijos cuando llueve, aunque intento no transmitírselos.

l Del paso del tiempo, ¿qué le preocupa?

-No haber tenido a mis nietos antes, pero no responsabilizo a nadie (risas).

l Detrás de una gran mujer, ¿qué hay?

-La vida. Nunca me gustó esto de ir detrás de un gran hombre, ni detrás de una gran mujer, sino a la par. Por otro lado, no existe nada más desparejo que una pareja. El punto es ir a la par con sus diferencias. De todos modos, creo que, normalmente, detrás de una mujer hay mucha lucha. En verdad, pienso que la inmensa mayoría de las grandes mujeres son anónimas y que ellas son las que sostienen al mundo.

l ¿Qué se precisa para conservar un amor?

-Mucha paciencia, mucha lealtad, mucha constancia y confianza ciega.

l Por último, ¿es usted una persona rencorosa?

-Yo perdono, pero pongo la tilde. Soy capaz de decirte: “En 1996, hiciste tal cosa”. Disculpo y sigo adelante, pero lo remarco, sobre todo, si se trata de cuestiones vinculadas con la deslealtad o el desagradecimiento.

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