La artista estrenó "No me pienso morir". Dice que "a mi edad asusta acercarse tanto al tema", pero que al mismo tiempo la fortalece. Explica el juego de ser otro que propone su profesión

Graciela Dufau protagoniza “No me pienso morir”, un itinerario sobre la vida y los vaivenes del deseo a lo largo del tiempo, escrito y dirigido por Mariana Chaud, que se acaba de estrenar en la sala Orestes Caviglia del Teatro Cervantes, y la intérprete con más de 50 años de trayectoria describe el trabajo actoral como, “una suerte de esquizofrenia”.

La actriz de “Brujas”, uno de los éxitos teatrales de los ‘90 o de “Atreverse” en TV ahora es Amalia, una señora de clase acomodada quien recorrerá tres situaciones y dos épocas importantes durante su travesía de vida. Graciela se presenta junto a Sofía Brito, Maruja Bustamante, Claudia Cantero, Tatiana Emede, Julián Larquier Tellarini y Andrés Rasdolsky en “No me pienso morir”, que con dirección de Marina Chaud realiza funciones de jueves a domingo, en el Cervantes (Libertad 815).

l ¿Su personaje es el de una viajera solitaria?

-Cuando le hacen esta pregunta a Amalia, responde desde el recuerdo: “absolutamente sola”, dice; pero mi personaje viaja junto a la empleada, Pepa, interpretada por Maruja Bustamante, quien fue alumna mía. A pesar que ella funciona prácticamente como su única interlocutora y confidente durante las travesías, en la memoria sus viajes se percibían solitarios. Me recuerda a Fanny, un personaje real, era la mucama de Victoria Ocampo, a quien interpreté varias veces. Siempre me intrigó cómo una figura de su peso intelectual experimentaba aquella dependencia: la escritora hacía viajar a Fanny en un camarote de primera situado al lado del suyo, y en las noches de tormenta la hacía dormir sentada en un sillón en su dormitorio.

l ¿Un retrato de clase?

-La obra, para la directora, habla sobre el deseo, pero describe también el universo de algunas personas de cierta clase social, quienes no precisan hacer nada para subsistir, porque tienen resuelto lo económico desde la cuna y los objetivos se concentran en ser la más linda, la mejor vestida del grupo. Amalia, en cierto momento tuvo la posibilidad de un gran amor, pero quedó trunco y ella lo vive casi con naturalidad, me atrajo el tono natural de la criatura que puede preguntar relajada a sus nietos sobre distintas drogas o aceptar el desamor, eso sí: detesta el asado como acto social, odia el tema de que la gente se reúna para comer animales muertos.

l ¿Sentiste esta vez el miedo al estreno?

-No. Es terror. Suelo repetirme: “Graciela, no estás inventando la vacuna que salvará a la humanidad, es sólo una función”, como aquella frase que Hitchcock dijo a Ingrid Bergman, quien lo hinchaba en la filmación: “Es nada más que una película”. Tengo 55 años de teatro y hasta ahora no he podido sortear el temor. El trabajo del actor es una suerte de esquizofrenia: uno juega a que es otro, pero ese otro tiene el aspecto de uno y en mi formación se debe bucear en vivencias propias que me acerquen a la realidad del personaje. En este caso se habla de la muerte, a mi edad asusta acercarse tanto al tema, pero en algunos aspectos me fortalece. De todos modos, quisiera poder ir y volver de la situación de estreno con alguna ligereza.

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