No es un martes más en la ciudad de Buenos Aires, es 23 de julio de 2019 y se cumplen 100 años del nacimiento de uno de los más grandes próceres de la historieta vernácula: Héctor Germán Oesterheld, HGO para los entendidos que vienen disfrutando de sus historias plenas de aventuras pero también de enseñanzas desde hace décadas.
Germán nació en Buenos Aires, hijo de un inmigrante alemán llamado Fernando –punto fundamental en el futuro del guionista- y de una descendiente de españoles, Elvira Ana Puyol. Pero el primer paso que dio el hombre que algún día crearía a El Eternauta y otros tantos personajes legendarios de las viñetas, no fue para el lado de las letras sino de la tierra ya que se recibió de geólogo en la Universidad de Buenos Aires, una carrera que le permitió trabajar para YPF en sus inicios.
Sin embargo, su costado intelectual fue más fuerte y por eso, tras algunos trabajos como corrector, consiguió publicar el cuento Truila y Miltar en el diario La Prensa, en 1943.
De ahí en más, decidió dedicarse a tiempo completo a la producción de textos y colaboró con las editoriales Códex y Abril con relatos de divulgación científica y cuentos infantiles. En esta última editorial le encargaron guiones de historietas, en una época en la las tiradas de las mismas se contaban en cientos de miles, y allí comenzó la carrera que lo definiría por los siguientes 35 años con personajes creados para la revista Cinemisterio (1951) como Alan y Crazy, Lord Commando y Ray Kitt, con el que trabajó junto a un inmigrante italiano que escapó de la Segunda Guerra Mundial y que luego tendría una gran importancia en su vida: Hugo Pratt.
Con Pratt creó en 1953 a otro de sus grandes personajes, el Sargento Kirk, al que le dio el aire del western norteamericano pero con su propio toque personal.
Con el piloto de pruebas Bull Rocket (junto a Paul Campani) en la revista Misterix, y el boxeador El Indio Suárez en la Rayo Rojo (con dibujos de Carlos Frexas), Oesterheld se fue haciendo más conocido entre el público, y eso le dio la confianza para encarar su propio desafío: fundar su propia editorial.
Con su hermano Jorge, Germán abrió en 1957 las puertas de la legendaria Editorial Frontera con la que publicaría versiones noveladas de sus personajes clásicos y las revistas Hora Cero y Frontera con las que les daría cobijo a los mejores artistas del mercado local como el ya mencionado Pratt (que después volvió a Europa para crear al Corto Maltés), Arturo del Castillo, Joe Zonda, el incomparable Alberto Breccia y Francisco Solano López.
Fue precisamente con éste último con quien dio “el batacazo” el 4 de septiembre de ese año, día en el que apareció por primera vez El Eternauta, un personaje que rompió con todos los parámetros de la historieta argentina, y hasta podría decirse que con los estándares mundiales.
“Él fue el que introdujo en la historieta argentina el concepto de héroe colectivo, al menos como lo conocemos hoy. No era esa figura paternalista que lidera todo sino que el mecanismo de la resolución y toma de decisiones iba pasando de personaje en personaje del grupo en la medida de las capacidades que ostentan, ya sean propias o adquiridas”, le contó a POPULAR Fernando Ariel García, periodista y miembro del colectivo La Bañadera del Comic, que publicó en 2005 el Libro Oesterheld en Primera Persona, y Oesterheld en Tercera Persona (2008), dos libros fundamentales para conocer al guionista.
Con Frontera, Oesterheld redefinió a la historieta argentina, y con El Eternauta, les enseñó a generaciones que el heroísmo no es sinónimo de solitario, sino un esfuerzo de equipo, una enseñanza que todavía cuesta entender. No por nada, el 4 de septiembre se celebra El Día de la Historieta argentina, en el país.
Abocado a su trabajo, el guionista escribía casi todos los guiones de sus publicaciones –que se vieron amplificadas por Hora Cero Semanal, Hora Cero Extra y Frontera Extra-, y por eso debía recurrir a seudónimos como "H. Sturgiss" o "C. de la Vega".
“Nos interesaba mucho estudiar la obra y la vida de Oesteheld, por lo que significaba la mezcla de todas esas cosas en el discurso histórico argentino. Yo en lo particular, sentía mucha admiración a su laburo profesional como guionista porque fue uno de los que definió la profesión. Oesterheld escribía para pagar las cuentas de su casa y además daba a luz obras importantes como El Eternauta, Mort Cinder y otros. Todo eso nos pareció muy interesante, así como también el cruce de Oesterheld y su familia con la historia general de la Argentina, que es uno de los que mejor resume y explica lo que fue la última dictadura militar para la sociedad”, explica García sobre la investigación que inició junto a Andrés Ferreiro, Norberto Rodríguez Van Rousselt y el fallecido Mario Formosa, bajo cordinación del doctor Hernán Ostuni.
García se refiere al paso a la acción del guionista, que tras el cierre de Frontera en 1962, se dio cuenta de que el país requería más habitantes que imitaran a sus personajes, que una sociedad que aceptaba lo que le dejaban para sobrevivir. “Él tenía una serie de ideas que fueron cambiando con el tiempo, sobre todo después de la militancia de sus hijas en la organización Montoneros. Si lo comparamos con un intelectual de la Argentina hizo un camino parecido al de Rodolfo Walsh, por ejemplo, que fue de ser antiperonista, que lo era cuando escribió El Eternauta I, a ser montonero, como cuando ideó El Eternauta II al tiempo que se desataba su tragedia familiar”, explica Fernando, en referencia a la desaparición y muerte de las cuatro hijas del guionista a manos de fuerzas militares entre 1976 y 1977, destino que él mismo corrió algunos meses más tarde.
“En el medio hubo un reconocimiento o coqueteo intelectual con el desarrollismo de Frondizi, una decepción con los resultados políticas de esa época y un acercamiento a la juventud setentista a través de sus hijas que lo llevó a unirse a Montoneros. Hay en él un convencimiento sobre ciertas ideas que nos llevaron a creer que él decidió ponerle el cuerpo. Él fue coherente porque defendió con el lomo lo que escribía con las manos, había una necesidad de asumirse como protagonista. Así lo hizo en El Eternauta II, en la que modifica radicalmente la figura de Juan Salvo, que termina siendo una especie de superhéroe con una idea fija y la parte más humana del relato, que es lo que caracterizó a la primera parte, se la carga encima como personaje, como una especie de complemento necesario. La parte política y el costado humanístico de El Eternauta I se dividen en dos en la secuela y Salvo asume el segmento político –partidario que tomas las decisiones, en tanto que un personaje llamado “Germán” es el ser humano que carga con el peso de esas decisiones, con los dolores, las angustias, las alegrías; es el cuerpo de siente los procesos ideológicos que personifica el protagonista.
En la década de 1970, Oesterheld pasó de tener su propia editorial a vender sus guiones a los principales medios del país. Lejos habían quedado los tiempos de su versión prohibida de El Eternauta, de la que apenas salieron unas pocas entregas en la revista Gente en 1969, y ante el funesto panorama que se vivía en el país, el guionista comenzó a trabajar en 1968 en una serie de biografías junto a Alberto y Enrique Breccia de la que apenas salieron dos: la de Eva Perón y la de El Che Guevara.
Perseguido por su función como intelectual de Montoneros, el guionista debió pasar a la clandestinidad desde donde dictaba los guiones de El Eternauta II por teléfono, hasta que fue capturado por las fuerzas armadas en La Plata durante el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” que impuso la última dictadura militar (1976-1983). Ante la inacción local, su muerte fue investigada por la fiscalía de Nuremberg (Alemania) que determinó que habíapasado por los centros clandestinos de detención conocidos como El Vesubio y El Sheraton, antes de morir en situación desconocida, aunque algunos testigo aseveran que se encontraba muy mal físicamente. Tenía sólo 58 años y miles de historias por contar, que quedaron inéditas.
Como homenaje póstumo, el grupo de La Bañadera del Comic decidió devolverle al maestro algo de lo que él dio en vida, rebuscando entre sus cosas y recabando testimonios sobre su vida y obra. “Estuvimos en la casa de Elsa Sánchez de Oesterheld viendo sus pertenencias. Norberto, Andrés y Mario tenían las colecciones completas del material del autor. Además hicimos consultas con gente que lo conoció, que lo leyó y que lo trató como Carlos Trillo o Juan Sasturain y después hicimos una lectura comparativa de los materiales como los libros de historia y análisis político y ciencias sociales que cubrían los años de trabajo de Oesterheld así como documentos de Montoneros publicados en esa fecha”, recuerda Fernando, que también publicó en Italia junto a Ostuni, Memorie Dell'eternauta, un ensayo sobre El Eternauta y la lectura que Oesterheld hizo de la historia argentina desde la metáfora de la invasión extraterrestre.
“Hablamos mucho con Elsa y los nietos de Germán -Martín Miguel y Fernando Araldi-, esa fue la materia prima con la que hicimos todo. Además encontramos nexos entre lo que Oesterheld había escrito en sus trabajos, las declaraciones que había hecho en las entrevistas, y entre lo que la gente nos contó sobre su pensamiento. Eso nos permitió determinar su línea de pensamiento y ahí pudimos desentrañar todas las lecturas posibles de su material”, concluye Fernando sobre una obra que sirve para conocer el temple de un genio.
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