Es uno de los protagonistas de la obra El Secreto de la vida, cuenta que Alfredo (su padre) aún lo controla, se define como un obsesivo del trabajo y sólo ve caos cuando se imagina con un hijo. Intimidades de una charla exclusiva
Termina la función de El Secreto de la vida y con su espontaneidad de siempre, Nazareno Casero avisa que ya está listo para la entrevista.

"Estoy acá ya. ¿Vos qué onda?", escribe desde la sala de encuentro del teatro Metropolitan Citi donde interpreta a Robert,  el hijo menor de la conflictiva familia que José María Muscari presenta en su nueva obra.

La charla comenzó de modo convencional, sentados en la antesala del teatro. Pero en medio de las preguntas y las verborrágicas respuestas del actor, un ruido de puertas y un apagón alertaron que estaban cerrando el teatro. Casero reaccionó.  

"¡Estamos acá, estamos saliendo!", gritaba mientras bajaba rápido las escaleras. Escuchados los gritos y otorgada la salida, propuso: "Mirá, tengo el auto estacionado en frente, si querés la seguimos ahí".

Así fue. Segundos más tarde su perro Yeso, instalado muy cómodo en el asiento de atrás, nos recibió regodeándose de alegría. "Está acostumbrado a esperarme acá", comentó Nazareno.

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Pero antes de todo eso, de la corrida, los gritos y los saltos de Yeso, el actor reflexionaba sobre las complicadas relaciones que plantea la obra. "Es una familia que está fallada, que caricaturiza un poco cada personaje problemático de las familias. Bueno, yo por suerte casi ni tengo familia", remató como si fuera una asociación libre.

-¿Cómo que casi que no tenés familia?

-Tengo mis padres separados, me veo muy poco con mis tíos, tengo dos hermanas, pero no hay cenas familiares y ese tipo de cosas. Nos encontramos como individuos y por suerte nos llevamos bien, pero no hay como ese lazo familiar inquebrantable.

-Al menos al comienzo se ve que tu personaje sufre y trata de mediar en las peleas. ¿Tiene algo de vos esto?

-Me es familiar eso porque yo siempre trato de llevar un poco de equilibrio cuando veo que las cosas están muy desequilibradas. Cuando la gente se pelea, estando de afuera, te das cuenta que en realidad lo que está pasando es que es más que nada un problema de comunicación y no de la profundidad de cada ser. Cuando  la gente está como loca (o yo también lo estoy) intento poner paños fríos porque si no se va todo a la mierda. 

-Leí que te gusta trabajar mucho. Te hacía quizás más libre, porque también has hecho largos viajes por el mundo y disfrutás desde ese lado.

-Eso es porque me queda tiempo libre para gastar el dinero, digamos. Pero en realidad a mí me gusta laburar, no me gusta sentir que estoy perdiendo el tiempo. La palabra workaholic me parece una pedorrada a la altura del bullying pero a mí me gusta que si estoy laburando con alguien me escriba a las putas tres de la mañana para decirme cómo va todo. Mis charlas son tardes y me gusta laburar con gente que labura así. Un domingo, bueno, no jodamos, eso lo respetás.

-En una nota de 2007 decías que por ahí el día de mañana terminabas en una playa con tu perro Yeso, poniendo un bar...  ¿Qué pasó con esa proyección?

-Siento que fui muy hippie pelotudo en toda mi carrera. Fui laburando libre y haciendo los laburos que me iban gustando y diciendo que no a otros, cuando en realidad en esta profesión hay mucho de especulación, pero no en el sentido de cagar a gente. Tenés que saber que por ahí tenés que hacer un trabajo que quizás no está bueno pero que te va a dar continuidad con ciertas personas y ese contacto te puede servir. Es estrategia. Es como si fuese hacer un lobby constante. Ya abandoné un poco ese hippismo del "bueno, ya vendrá". 


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-¿Estás más encausado?


-Ahora me lo estoy tomando más serio desde el lado táctico y estratégico. Igual siempre lo tomé de modo profesional, nunca  tuve algún problema por llegar tarde o ser irresponsable. Incluso si mi viejo (Alfredo Casero) se llega a enterar que hago una cosa así me da tres patadas en el culo que me levanta dos metros sesenta.

-¿Todavía te controla eso?

-Sí, no le importa nada. Me prohibió andar en moto. Me pegué un palo con la moto (me chocó un auto encima) y me la incautó y la mandó para San Luis (N.de la R: Alfredo Casero se fue a vivir allí, está armando un proyecto para vivir de la tierra, y viaja a Buenos Aires por trabajo). Está bien igual, siempre me criaron con mucha libertad, al punto de decirles a mis papás "no quiero ir al colegio" y me dejaban faltar.

 -Tomando el ejemplo de tu papá, ¿te gustaría en algún momento irte de Buenos Aires?

-Mirá, yo estoy esperando triunfar o fracasar en la vida para poder tatuarme todo. Me gustan los tatuajes pero me borre algunos porque era una incomodidad, sobre todo para actuar. La verdad que si me llamás para ser de granadero de 1890, ahora puedo, te lo hago, me puedo poner en cuero. Pero sí, me gustaría algún día no tener que vivir de corrido acá. Me encanta la ciudad, nací acá, en el bajo Flores. Pero también me pasa que es una locura. Le tocás la bocina a uno y te quiere pegar. ¡Y si! Y te agarrás a piñas porque coincidiste en una calle de mierda. Pero eso no es inteligente ni me educaron así.  El asunto es que acá es donde puedo producir cosas y plata, digamos.

- Estás de novio hace más de 3 años. ¿Pensás en tener hijos?

-Si me preguntás sin decirme "qué diría tu novia", te digo que no. Recién ahora me pasa que veo un niño y me parece simpático que venga vestidito como una persona grande con sus zapatillitas... Me parece simpático, pero yo a los bebés no los agarro hasta que no tienen el cuellito duro. Le tenés que agarra el cuello porque se te rompe, se aboya la cabeza. "¡Tenelo vos que lo quisiste tener, que tenga olor a vos!".  Yo, la verdad, no tengo un interés real.

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-¿Hay alguna razón en particular?

- Me parece que traer un bebé al mundo donde falta la comida, donde falta agua, donde hay guerra, la verdad que no lo veo como un acto de amor. No estoy diciendo que los que lo hagan no lo hagan por amor sino que no condice con lo que para mí es el amor. Yo si tengo un hijo quiero estar muy tranquilo con tres chicas que lo bañen y lo cuiden y yo pueda dormir mi siestita y laburar a la tarde (si quiero). Pero tener que levantarme a las siete de la mañana... El pibe llora, le doy una mamadera, le cambio el pañal, "pasame el óleo calcáreo".  Me resulta un poco una especie de infierno, por cómo soy. No quiero ser hijo y no quiero ser padre tampoco. Podrán decir que es una mirada re adolescente. Sí, claro.

-Puede ser que no tenga que ver con la madurez...

-Es que es un estado de vulnerabilidad total, que el pibe se te enferma con un virus pequeño que vos ni siquiera lo podes manejar. Me pasa eso y me vuelvo loco. No está en ningún lado de mi concepción del amor o de la vida feliz tener un pibe. La verdad es esa.

-¿Qué dice tu novia al respecto?

- Si, si... La mujer casi siempre quiere tener un hijo cuando encuentra una persona con la que se quieren y se encuentran felices. Yo lo surfeo para decir: "sí, bueno, cuando seamos más grandes", porque la verdad que quiero viajar, quiero un montón de cosas y ahora un pibe me va a cagar la vida.

- Para cerrar, volviendo al tema del trabajo. ¿Te considerás una persona talentosa?

-Me considero afortunado, que hasta ahora he podido resolver o surfear los laburos que me tocaron. Pero si vos te vas afuera cualquier actor canta, baila, actúa, llora, hace la delta y son ninjas. Acá no sé si la meritocracia está tan al palo como para creer que se le da al que lo merece. Por ahí estuviste en el lugar indicado, en el momento indicado, y ya está.

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