El galan que lleva a Mar del Plata El Hijo de P... del Sombrero junto a su mujer Duplaa, dice que es un “actor inquieto” y que desde Montecristo tomó conciencia entre “trabajar para satisfacer el ego o para generar compromiso social”.
Este año es uno de los mejores para Pablo Echarri pese a su ausencia en la pantalla chica. Eligió estar detrás de la televisión, en su rol de productor, y priorizó el teatro. La obra El Hijo de P... del Sombrero tuvo una exitosa temporada en Buenos Aires y se traslada a una de las plazas más deseadas del verano, Mar del Plata. Debutará por primera vez en la temporada y lo hará al lado de su esposa, Nancy Dupláa, quien este año se luce en Graduados. Un año increíble y a puro crecimiento de los Echarri. El éxito para el galán ahora pasa por probar y abrir nuevos caminos, como la producción. Su comedia romántica Mi Amor, Mi Amor con sus altibajos trata de instalarse en horario más competitivo de la tele, las 22.30 horas. Pero Echarri no para fuera de la pantalla y lejos de las glorias del rating, se lo ve muy movedizo tanto en el plano de la producción y de la actuación como en el ámbito gremial. Hace seis años es el tesorero de la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes (SAGAI), una trabajo muy político que requiere del acompañamiento de los reclamos de los actores.

Como suele decir el mismo Echarri, para llegar a lo que hoy es y representa el galán, tuvo que pasar el tiempo: "Mi edad, mi rol de padre, la muerte de mi viejo, los dos hijos (Morena y Julián). Yo nunca me sentí cómodo en la comodidad. Si uno sigue mi carrera notará que yo siempre fui haciendo cosas que patearon las anteriores. Siempre pateé el tablero. Es cierto que la telenovela Montecristo fue una bisagra en mi carrera. Ahí tomé conciencia de la diferencia entre actuar para satisfacer el deseo, un mimo al ego y convertirse en un vehículo para generar conciencia y compromiso social. Se podía hacer una ficción diaria que tratara el tema de la apropiación ilegal de los chicos nacidos en cautiverio durante la última dictadura militar".

El tiempo para Echari es un factor fundamental en su carrera: "Siempre fui un actor inquieto y en un momento dado yo necesité dar otros pasos. A la producción llegué por carácter obsesivo. No es fácil porque hay que estar encima de las cosas y de todo con equilibrio y recién ahora puedo desarrollar esta otra faceta, la de productor y pelear por los derechos de los actores".

Tu primer producto en la televisión fue El Elegido (2011) y este año te lanzaste con la producción de una comedia, Mi Amor, Mi Amor, una remake de Naranja y Media. A un mes en pantalla ¿cómo ves el resultado al aire?

-El balance es positivo. Fuimos concebidos para otro menester (iba a ir en la franja tarde) y en el prime time está funcionando muy bien dentro de las expectativas. Ahora hay que trabajar para sostener la buena audiencia.

La tira que protagonizan Juan Gil Navarro, Brenda Gandini y Jazmín Stuart oscila entre los 16 y 17 puntos. Da la sensación que no querés enfocar mucho en los números de audiencia.

-Yo aprendí que no hay que festejar en demasía los éxitos ni preocuparse terriblemente de los fracasos. Claro está que uno quiere siempre ganar, pero también hay que estar preparado para los reveses. El foco no está puesto en competir y ganar nada más.

Te sorprendió a vos producir una comedia, un género que no transitaste mucho.

-Es verdad. Yo venía hablando con Tomás Yankelevich (director de Contenidos de Telefé) por otros proyectos y él me propuso rescatar la idea original de Naranja y Media. Para nosotros como productora fue un gran desafío porque queríamos en la línea de seguir con nuestras ideas, como fue El Elegido. Es un trabajo más libre, pero nos pareció que también estaba bueno probar con ideas ya constituidas. La elección del protagónico de Gil Navarro también corrió por cuenta de Yankelevich. Nosotros coincidimos porque es un factor fantástico. El desafío nuestro y de Navarro era cómo despegarse de Guillermo Francella (encabezó la primera versión) sabiendo quién es y que es el referente de la comedia en nuestro país. Nosotros entendimos que debíamos encarar por otro lado y apuntamos a un sostén importante, como la estructura del guión. En su momento, en 1997, la comedia se sostenía sobre el histrionismo de Francella. Se improvisaba mucho y ahora se sigue minuciosamente lo escrito.

Los protagonistas no tienen experiencia en la comedia, salvo Gil Navarro que demostró en Graduados sus aptitudes pero no pasó lo mismo, hasta ahora, con Brenda Gandini y Jazmín Stuart.

-Yo creo que eso es prejuzgar. Las dos chicas están bárbaras y sus nombres nacieron como un consenso entre la productora y Telefé. La estructura es muy clara, Rodolfo Ledo escribía muy bien, y la comedia sucede en un triángulo amoroso. El se enamora de dos mujeres al mismo tiempo, como si fuera una telenovela. Digo que cuando hay un buen libro los actores tienen las capacidades iniciales para construir los personajes y la cosa sale sola. El que no es comediante se transforma en comediante.

¿Cómo te sentís en una comedia?


-Nunca hice comedia como actor en televisión. La comedia es catártica. Te da la posibilidad de divertirte. Los dramas, en cambio, te quedan más en el cuerpo cuando volvés a casa. Más allá del género en el cual uno trabaje, mi experiencia me dice que cuando hay un buen libro y uno está muy conforme con el material, un producto no te puede salir mal. Después entra a jugar los gustos que es inevitable.

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