Dice que no se guarda los problemas porque de lo contrario “me broto y somatizo”. Agradece la libertad con que la criaron, que le permitió un manejo relajado de los temores. Y pregunta si acaso su bienestar psíquico no es evidente.

Considera que haber sido criada por padres medio hippies, que le hicieron vivir una infancia libre de temores, fue un buen entrenamiento para llegar a la adultez sin temores. Sostiene que ser hija de quien es, en cierto sentido, retardó su decisión de insertarse en el medio. Responde Tamara Pettinato, una mujer que le pone buen humor a todos los aspectos de su vida.

A su juicio, ¿cuáles son los efectos que causa el temor?

-Te paraliza y te impide hacer. Cuando algo te da miedo experimentás una de las peores sensaciones posibles.

De pequeña, ¿a qué le temía?

-Creo que a nada. En verdad, de chica era bastante salvaje. No experimenté ninguno de los miedos típicos que dicen que aparecen durante la infancia. Quizá eso se deba a que tuve unos padres muy hippies y no me inculcaban temores. Mi mamá nunca me metió el miedo al cuco, al hombre de la bolsa y ese tipo de cosas. Mis viejos eran y son muy relajados así y nos criaron a mis hermanos y a mí en esa dirección..

¿Usted cree que el entrenamiento que recibió debido a la educación que tuvo en esa etapa de su vida le resultó eficaz en su adultez?

-Sí. Creo que me resultó útil. De hecho, ahora tampoco soy miedosa. No le temo a los peligros de la calle y a la inseguridad, ni a las personas desconocidas.

¿A qué le teme?

-Ponele, a enfrentar un nuevo trabajo.

¿Lo vive como un drama?

-No es para tanto porque, finalmente, termino enfrentándolo.

Cuando se topa con esa circunstancia, ¿qué sensación la recorre interiormente?

-Empezar algo que no conozco me genera una sensación de cierta desprotección.

¿Piensa que no lo va a poder hacer?

-Por supuesto. Esa es la idea. Siempre el día anterior creo que no lo voy a poder llevar adelante, pero el chiste está en hacerle frente, en probar si me sale.

Al miedo, ¿hay que atacarlo?

-No estoy de acuerdo. Creo que hay que hacerse amigo de los miedos. Pienso que si algo te provoca temor tenés que hacerlo y ver qué pasa.

¿Emprenderlo como un desafío?

-Para mí, sí. Yo lo tomo de ese modo. El miedo también puede ser una señal de alerta. Por ejemplo, si viene un tipo por la calle y pensás que te va a robar, si sentís miedo, corré. A mí no me da temor ir por la calle y que me roben, porque tengo en claro que eso te puede pasar acá y en cualquier país, pero tengo amigas que no van caminando solas a la esquina de noche porque temen que las violen. Tampoco podés vivir así. En mi caso, no tengo ese tipo de temores, siempre hice una vida muy relajada, sin pensar demasiado. Si pensás mucho en eso, terminás paranoica.

Actualmente, ¿sus miedos pasan por usted o por sus seres queridos?

-Hoy, mis temores, más que nada, están focalizados en mi hijo. Después de ser madre, los miedos personales pasan a un segundo plano y se centralizan en tu hijo, deseás que no le pase nada, que no se enferme y demás. Pasás a sentir miedos que antes no experimentaban.

Cuando una situación la preocupa, la atemoriza o la angustia, ¿la comenta con sus allegados?

-Sí, no soy de guardarme las cosas. Eso de la procesión va por dentro, me parece que es lo peor. Si me trago las cosas, me broto, me sale un sarpullido, somatizo.

Hablar, ¿la libera?

-Sí. La última vez, cuando estábamos por hacer un programa de tele, lo hablé pero igualmente, me tuvieron que operar de urgencia por una apendicitis. Dicen que el estrés, que no sé si en el fondo no es miedo, te puede disparar ese tipo de cosas.

¿Combate sus temores con medicación?

-Hice terapia cinco años y me di de alta (risas). Supongo que la terapia me ayudó. Digo supongo, porque desconfió de todo, incluso de la terapia. No tomo ningún tipo de mediación porque me da miedo que me mediquen y me cambien el cerebro (risas).

¿Cómo cree que se encuentra en el plano psíquico?

-Creo que estoy centrada en un 80 por ciento. El 20 por ciento restante soy medio adolescente. En realidad, me siento estable. No caigo en pozos depresivos. Me mantengo bastante bien. ¿Acaso no se nota? (risas).